Capítulo 8.1 "Extraños"

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—¿Necesitan ayuda? —preguntó nuevamente el sujeto.

—Sí, nuestro compañero está con una crisis de asma, hemos corrido demasiado y eso le está perjudicando —mencionó Chris.

—Está bien, pero tenemos que seguir caminando, yo estaba aquí cazando codornices porque mi madre las prepara deliciosas —explicó el hombre, tratando de romper el hielo.

—Las personas son peligrosas, imagino que sabes eso ¿cómo es que confías en nosotros? —preguntó Lance.

—Porque no abandonaron a este hombre, está aquí respirando a duras penas, pero ustedes no lo dejaron atrás, por eso me detuve y quiero ayudarlos —sostuvo Jeremy, él extendió su mano y cuando Lance iba a estrecharla, el otro tipo levantó su arma.

—¿Qué demonios haces? —preguntó Lance muy tenso.

—Callate. —En un audaz movimiento, Jeremy golpeó a Lance con la culata de su escopeta. Aarón y Chris se quedaron en blanco al ver tal acción, así que se rindieron levantando sus manos. Los sujetos aprovecharon de acercarse a los dos hombres y tras apuntarlos, les obligaron a cargar con Lance hasta una camioneta antigua de color verde, ahí, también fueron amarrados y transportados en la parte de atrás de la camioneta, mientras Lance aún no despertaba del golpe.

El camino fue largo, pero no era eterno, así que pronto estuvieron los cinco hombres frente a un camino lleno de maizales, gobernado únicamente por una solitaria casa de estilo victoriano que expelía humo por su chimenea.

Mientras se acercaban al lugar, Chris divisó una estructura que parecía ser una jaula, desde la cual se escuchaban perros ladrar apoyados en todo un costado, eran como quince o dieciséis.

Antes de entrar, una mujer mayor con pelo canoso y vestido verde acompañado de un delantal típico de las granjas, salió del inmueble recibiendo a los prisioneros de forma hostil.

—¡Aún tenemos a dos aquí abajo, no necesitábamos a otros! Además estos se ven fuertes y grandes, pueden ser peligrosos —argumentó la señora, en tono molesto con el hombre llamado Jeremy.

—Mamá, nosotros somos fuertes también, podemos arreglarnos con ellos si intentan cualquier cosa —afirmó Jeremy, con la intención de tranquilizar a su madre. "Alegría" era el apellido de la familia, el signo del correo daba testimonio de aquello. Adentro, una casa decorada de forma campestre, lucía limpia y abundante de calidez como si fuese el reflejo del corazón amable de los dueños, pero ellos eran raros.

—¿Por qué nos hacen esto? —preguntó Aarón con la dificultad propia del asma, mientras era atado en un subterráneo oscuro y húmedo.

—Porque pudimos hacerlo, en este mundo sobreviven los más fuertes —dijo Jeremy fríamente.

—En el mundo de antes como en el de ahora sucede lo mismo —comentó Aarón.

—¿Por qué lo dices? —preguntó Jeremy.

—Porque fui psicólogo, estuve en Marckova cuando la ciudad cayó, los que más sufrieron fueron los enfermos, los débiles y los pobres, luego los niños —señaló el psicólogo.

—¿En qué categorías te quedas tú?—preguntó el hombre.

—Aún no lo he descubierto, pero como puedes ver no soy el más rápido, ni el más audaz, apenas puedo respirar —contestó Aarón, justo en ese momento recibió un inhalador de una joven, presuntamente se trataba de Irina. Al recibir el objeto, Aarón observó en los brazos de la joven, múltiples cortes de heridas, ella las ocultó con vergüenza y se fue a esconder.

La señora no quería que nadie más continuara hablando con los prisioneros, así que mandó al otro hombre llamado Bruce que le dijera a Jeremy que no continuara charlando con Aarón y Chris, además no eran los únicos retenidos en aquel oscuro subterráneo, ya que también había una mujer y otro hombre atado en un extremo oscuro.

Lance también fue encadenado, tenía una herida superficial en su cabeza que comenzó a expulsar una hilera de sangre que brotaba desde su sien hasta su mentón, la trayectoria del líquido llegó incluso hasta su ropa. Por otra parte, Chris, también era encadenado, aunque éste permanecía despierto y en silencio, sentía que todo había sido una equivocación, él no debía estar ahí.

Finalmente los captores terminaron de asegurar las cadenas y se marcharon subiendo las escaleras, fue entonces que los prisioneros comenzaron un diálogo cauteloso en el interior de aquel subterráneo.

—¿Qué haremos?—preguntó Aarón.

—Tengo una opción, pero es una opción que a nadie le gustará escuchar—respondió Lance, entre adolorido y adormilado, recién había despertado.

—¿Cuál es esa opción?—preguntó Chris muy interesado.

—Vamos a tener que matar a esas personas—afirmó Lance.

—¿No podríamos solo escaparnos?—preguntó Aarón, tratando de que nadie muriera.

—Podríamos hacerlo, pero ellos le harían esto a cualquiera, mira estos otros dos —señaló Lance a los otros dos prisioneros, uno de ellos una mujer.

—Todos terminaremos en trozos, nos comerán —aseguró la prisionera.

—¿Son caníbales? ¿Es broma cierto? —preguntó Aarón, entre asustado e incrédulo, rápidamente comenzó a sentir esa sensación electrizante en su piel.

—No, ellos perdieron a algunos nietos y uno de sus hijos, están locos, los tienen encadenados aun cuando ya están muertos, los tienen allá, en el gallinero —dijo la mujer, pero nadie captaba cabalmente su atención.

—¿No intentaste escapar de aquí? —cuestionó Lance.

—Lo hicimos, pero no lo logramos, la vieja se pone en el balcón a vigilar, la desgraciada tiene una puntería de los mil demonios, derribó a uno de nuestros amigos —contó la muchacha.

—¿Cuál es tu nombre? —preguntó Chris.

—Soy Lorena ¿ustedes cómo se llaman? —preguntó la mujer.

—Yo soy Lance, el de barba es Aarón y el otro es Chris, íbamos pasando cerca de aquí, ¿tienes algún arma? —preguntó el hombre.

—No, tenía una navaja, pero ellos me la quitaron, seguro que también lo hicieron contigo —asumió Lorena.

—Sí, así fue —contestó Lance. —lo hicieron mientras me traían hasta aquí —agregó.

La puerta se escuchó rechinar, desde ahí bajó la señora mal humorada se asomó, lanzando a todos sangre putrefacta.

—¡Cállense! ¡Bastardos de mierda!—gritó la anciana—. No me dejan cocinar tranquila, desde allá arriba escucho cómo hablan.

—¡Vete de aquí! ¡Vieja puta! —exclamó Chris insolentemente, tratando de que el líquido fétido no se colase hacia su boca.

—¿Con esa boca comes pan y besas a tu madre? —preguntó la anciana mientras bajaba con un bastón reluciente. Con ímpetu la mujer golpeaba a Chris, hasta que su hijo mayor logró contenerla tras bajar las mismas escaleras.

—¡Mamá, Mamá! ¡Pare por favor!—ordenó Jeremy reprendiéndole.

—¡No Jeremy! ¡Este chiquillo me insultó, me llamó puta! —explicó enojada la señora.

—Señora Por favor, nosotros no entendemos porque nos tratan así, somos buenas personas, solo queremos una explicación, si nos liberan, prometo que nos marcharemos y jamás nos volveremos a ver —imploró Aarón.

—Es que ustedes no entienden todo lo que ha pasado —respondió la mujer, perturbada.

—Pero podemos entendernos, soy psicólogo y puedo ayudar, dígame qué es lo que está pasando. —Las palabras y la expresión de Aarón se mostraban confiables, así que la anciana se mostró titubeante.

—Este tiene cara de decente, Jeremy, dile a tu hermana que le prepare unos huevos fritos y le dé un baño, hoy cenará con nosotros —prometió la señora, acariciando el pelo de Aarón como si este fuera un niño, Aarón pensó que todos estaban locos en especial la mujer mayor. Los demás prisioneros se miraban entre sí, sin entender por qué la mujer había cambiado de actitud con el psicólogo. 

LA ÚLTIMA PANDEMIA [Libro 1] [COMPLETA]Where stories live. Discover now