El primer amor nunca dura

452 44 3
                                    

El dolor que asolaba el corazón de Saruhiko no desaparecía. La marca quemada que le recordaba su pasado cada segundo que pasaba ardía como nunca antes lo había hecho y oprimía todavía más su pecho. Incluso el roce de la ropa lo dañaba. No sabía qué hacer para que aquel martirio se detuviese.
Era de noche. Fushimi estaba tirado en su cama, vestido tan solo con unos pantalones cortos, y jadeaba levemente. No podía soportarlo más. Lo único que quería era morirse para que esa angustia se alejara de él. Había intentado dormir, pero el dolor no le dejaba conciliar el sueño pese al increíble cansancio que tenía. En esos momentos miraba al techo, pero sus ojos no se encontraban ahí, ellos estaban perdidos entre el mar de tristeza y congoja que era entonces Saruhiko. La imagen de Yata Misaki inundó su mente. Y así fue cómo esos orbes grises que poseía comenzaron a llenarse de lágrimas mudas. La pena de su corazón se agrandó. Tal vez fuera por eso, quizá todo ese mal venía de ese chico. Del amor que los dos se profesaron una vez. De la eternidad que ambos se juraron un día. De las miradas suplicantes que ninguno quería admitir que le regalaba al otro. Era posible que Fushimi hubiese empezado a creerse todas y cada una de las palabras de odio que habían sustituido a aquellos dulces "te quiero" que se habían dado antes de la traición.
El calvario se había vuelto insoportable para el tercero al mando de Scepter 4. Bajó de la litera de arriba, o más bien cayó de ella como un peso muerto. Las piernas habían comenzado a temblarle como si fuesen una gelatina. Debía detener todo eso cuanto antes, no podía permitir que la debilidad de su alma siguiese siendo tan notoria. Él era fuerte. Él debía hacer creer al mundo que lo era.
Se puso en pie y caminó como buenamente pudo hasta los baños. Se alegró de que fueran las tres de la madrugada y todos estuviesen en sus respectivos cuartos haciendo Dios sabía qué. Puso en marcha un grifo y se echó agua fría en la marca. Dejó escapar un suspiro de alivio cuando la congoja disminuyó un poco.
Giró la cabeza y vio a Munakata Reisi fumando cerca de allí. Ese maldito pesar se intensificó en cuanto esos cabellos añiles y esos ojos violetas se adentraron en su campo de visión. Ahogó un grito. El suplicio era en esos momentos mayor de lo que había sido en todo el día. Llevó agua helada hasta la quemadura una vez más, pero nada sucedió. Se asustó cuando la vista se le volvió borrosa, y se horrorizó cuando el negro lo invadió muy despacio.

Saruhiko estaba soñando. Lo sabía. Soñaba con un bosque. Se encontraba tumbado en el verde suelo de este y alguien sujetaba sus manos. Una de ellas sentía una calidez que conocía mejor que su propio dueño, la otra notaba una frialdad que tampoco le era ajena del todo. Abrió los ojos y los vio. Yata Misaki, el chico de las manos cálidas, y Munakata Reisi, el rey de piel gélida como el hielo del Ártico. Los dos le sonreían y lo miraban con preocupación. Los miró a los dos. Un calvario oprimió su pecho en el momento que se alejó de Yata y se acercó más a Munakata.

Despertó al sentir un pinchazo profundo en su corazón. Sabía lo que ese sueño extraño quería decir. Era un egoísta. Quería estar al lado de Munakata, sin embargo, se negaba a olvidar el amor que un día sintió por Yata.
-¿Estás bien?
-¿C-Capitán? ¿D-Dónde estoy?
-En mi habitación.
-¿C-Cómo he llegado aquí?
-Te desmayaste en los servicios. Te traje aquí porque no sabía cuál era tu dormitorio.
-D-Debería irme.
-Tú no vas a ninguna parte sin explicarme qué ha sucedido.
Saruhiko se hizo un ovillo en la cama. Notó con total perfección cómo el rey azul se sentaba en ella y posaba una de sus frías manos sobre sus cabellos.
-Solo quiero ayudarte.
Fushimi se giró para mirarlo. Esos ojos violetas mostraban tanta pena que dolía observalos.
-Solo no me odies, ¿vale?
El tercero al mando de los azules agarró el cuello del kimono que vestía el añil capitán y lo tiró sobre sí, juntando sus labios con los suyos. Lo había decidido, iba a olvidar a Yata Misaki, aún si aquello le costaba el odio de su monarca.

A la mañana siguiente...

Saruhiko despertó confuso. No recordaba muy bien lo que había sucedido la noche anterior, sus recuerdos solo llegaban hasta su pérdida de conciencia en el baño.
-¿Ya estás despierto?
Se maldijo para sus adentros por no haber notado la presencia de Munakata a su lado.
-¿Capitán?
-Anoche no eras tan formal.
-¿Q-Que pasó anoche?
-¿No te acuerdas? -el menor negó con la cabeza-. Bueno, tal vez esto te refresque la memoria.
Reisi posó su mano en la nuca de Saruhiko y devoró sus labios. Durante ese beso, por la mente del joven azul pasaron todas las memorias del último crepúsculo. Recordó las carantoñas que se había dado con su rey. Recordó las caricias que Munakata le había regalado con sus gélidas manos. Recordó el momento en el que se volvieron uno. Recordó que ya había dejado partir el amor hacia Misaki. Recordó que ahora su cariño era para Reisi.

El primer amor nunca dura [Reisaru]Nơi câu chuyện tồn tại. Hãy khám phá bây giờ