Capítulo 28 (REESCRITO)

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DEREK

Capítulo 28

Gala

Las miradas de la multitud fueron aún más notorias al salir, pero esta vez no nos importó. Ni siquiera a mi, que me había mostrado tan tímida en un principio; el encontronazo con aquellas harpías me había espabilado y lo único que me importaba en ese instante era llegar cuanto antes a donde quiera que fuésemos. Derek parecía tranquilo, quizás más que tranquilo parecía haber relajado algún tipo de tensión; sus hombros ya no estaban tensos y sus ojos inspiraban calma. Y a mi me gustaba verle así. Bueno, en realidad me gustaba verle de todas las maneras posibles, pero esa serenidad empezaba a escalar puestos en cada una de las expresiones que había visto en él para convertirse en mi favorita. Aunque fuese la primera vez que se manifestaba y aunque yo cada vez fuese más contradictoria.

Las luces del BMW parpadearon cuando nos acercamos y en seguida accedimos al vehículo. El olor a mango invadió mis fosas nasales y conectó con mi cerebro para invadirme de una sensación de bienestar absoluta. A mi me encantaba el mango, de hecho, era uno de mis olores favoritos, y mientras Derek se colocaba para empezar el camino, me pregunté si habría puesto ese ambientador por mi. Pronto aparté el pensamiento y cerré los ojos para disfrutar del aroma. Quizás fuese yo la única persona en el mundo a la que le pasaba o quizás no, pero había ciertas fragancias que me transmitían —y me transmiten— una paz absoluta. Y esa era la razón por la cual no me gustaba que me regalasen nunca las colonias, porque un aroma podía resultarme embriagador y transmitirme paz mientras otro podía llevarme al infierno con solo olerlo. Los olores me llevaban directamente a lugares, me traían recuerdos y conectaban con mis emociones de una manera que a veces me asustaba, por eso me preocupó que Derek se hubiese dado cuenta de mi predilección por el mango. ¿Podría controlar mis emociones con un ambientador? Qué nivel de sobre pensamiento. Aunque probablemente con el mango podría haberlo, o con su perfume, porque siempre olía bien. Derek olía bien y suave. Y recordarlo me llevó a mirarle; su posición se mantenía igual de relajada que hacía unos minutos: sus manos reposaban en la parte baja del volante y sus labios se elevaban de medio lado. ¿De qué se estaba riendo? Qué sexy era. Y qué hormonada estaba yo en mi veintena. Recuerdo mirarle y pensar siempre que era el tío más bueno del planeta. Podéis llamarme exagerada si queréis, pero si tenéis veintitantos años y en algún momento de vuestra vida os cruzáis con un Derek, entenderéis de lo que os hablo. El primer día que lo hagáis probablemente vuestra respiración se cortará, cuando le saquéis una sonrisa os entrarán ganas de vomitar de los nervios, y el día que os roce, aunque sea ligeramente, vuestra mente explotará como hacen los fuegos artificiales. Con colorines incluidos. Muchos.

El pitido del coche reventó mi burbuja mental y entonces abroché mi cinturón para callarlo. Después retiré mis zapatos y los puse encima del salpicadero. Sabía que eso le molestaba y así se borraría la sonrisa pícara que había dibujada en sus labios. ¿En qué estaba pensando? Pronto me miró con los ojos muy abiertos.

—¿Eso son unos pies encima de mi salpicadero? —una carcajada escapó de mi boca— Muy mal, patosa. ¿Los bajas?

—¿No? —pregunté antes de sonreír —. Bueno, solo si me dices de qué te estás riendo todo el rato y en silencio.

—Venga, si los bajas te lo cuento.

—No —le reté—, no funciona así. Si me lo cuentas los bajo.

Derek volvió a reír como estaba haciendo antes y paró a un lado de la calle, desabrochó su cinturón de seguridad y comenzó a tirar de mis piernas hacia atrás para hacerme bajar los pies.

[COMPLETA] No lo llames amor, llámalo Derek.Dove le storie prendono vita. Scoprilo ora