Capítulo 22 - Lindo y risas

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»Es un riesgo que voy a tomar porque, honestamente, estoy cansada de reprimirme y moldearme para ser la hija perfecta que papá quiere. No lo soy y no lo seré, ambas lo sabemos. Así que ¿qué más da si decido por una vez hacer algo por mí y no por él?

Para cuando termino de hablar, Lena me mira con grandes ojos cristalizados y una expresión que predice las lágrimas oscuras por el maquillaje que recorren sus mejillas un segundo después. Me echa los brazos encima y me aprieta contra ella, haciéndome sonreír cuando besa mi mejilla.

—Estoy muy orgullosa de ti —alborota mi cabellera con una mano mientras ríe.

—Bueno, podrías estar orgullosa de ti misma también olvidándote de cómo afectará a papá el hecho de que aceptes casarte con Ryan, ¿sabes? —enarco una ceja, es ahora ella quien rueda los ojos mientras resopla—. Él vuelve hoy, así que llámalo.

—Se me hace tarde para el trabajo —la veo morderse el labio mientras pasa sus dedos debajo de sus ojos, arrastrando lejos de su piel las manchas de lágrimas.

Se levanta de la cama y aparenta buscar algo en el armario mientras la sigo con la mirada.

—Grace nos dijo a Matt y a mí que quiere que Ryan sea su papi —le confieso, ella se detiene en seco y luego voltea a verme con la expresión desencajada—. Es verdad, puedes preguntarle a Matt —me encojo de hombros y voy hasta ella—. Sonaré cruel, pero creo que es momento que decidas si vas a velar por la «tranquilidad» del padre que te dio la espalda cuando lo necesitabas, o si vas a buscar tu felicidad y la de tu hija.

Lena abre la boca, no sale ni una palabra. Aprieto los labios y me encojo de hombros, instándole con la mirada a que lo piense.

La dejo a solas y me dirijo a la sala de estar donde Matt está acostado en el sofá con una Grace, que sigue en pijamas, recostada sobre su pecho.

—Bueno, esto es algo adorable —digo, cubriéndome la boca enseguida porque Matt me hace una seña para que guarde silencio.

—Se ha quedado dormida de nuevo —me sonríe, poniéndose de pie con ella en brazos y depositándola luego en el sofá con cuidado, donde la pequeña Demonio de Tasmania continúa durmiendo gustosa.

Viene hasta mí y todavía me resulta un poco extraño cuando pone sus manos en mi cintura y estamos así de cerca. Él no me besa, no hace nada extraño, solo mantiene sus manos allí y me mira con curiosidad. Muerdo mi labio inferior, sabiendo que es inútil hacer algo para ocultar las manchas rojas en mi cuello y rostro, estas no habían conseguido desaparecer luego de la charla con Lena, menos ahora que él me mira con tanta atención.

—¿Qué es lo que te dijo que estás tan roja? —me pregunta sin miramientos, así de directo, mientras sus ojos azules se entornan con picardía—. Sé que no fueron allí a buscar un lo que sea de Lena.

—Qué perspicaz —responde Lena por mí, haciendo que me aleje de él por mero instinto, ella ríe mientras pasa a nuestro lado solo para darse cuenta que la niña se durmió de nuevo, le da un beso y luego se vuelve hacia nosotros—. Por cierto —le dice a Matt, señalándolo— solo quiero hacer constar que yo apostaba por ustedes incluso antes que ustedes mismos —guiña un ojo y sacude las manos, haciendo sonar las llaves antes de marcharse.

Cuando vuelvo la vista a Matt, él me está sonriendo de oreja a oreja. Ruedo los ojos y le hago una seña para que me siga a la cocina.

—Es algo temprano, pero... ¿quieres helado? —le ofrezco, abriendo la nevera para sacar el bote de helado de galletas que compramos en nuestro viaje a Murfreesboro.

—Por favor —asintió, apoyando un codo de la barra.

Fui por un par de cucharas con sus ojos siguiendo cada uno de mis movimientos, para este momento me siento un poco nerviosa pero definitivamente más relajada que antes, el calor en mi cara y cuello ha desaparecido, por lo que intuyo que el color rojo también.

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