- ¿Qué haces aquí? - Culminó Caroline.

- Sabes quién soy, Caroline. Soy Michael... Jacobs... -

- Sabes a qué me refiero -Dijo Caroline, encontrando la linterna escondida de bajo de la cama y sosteniéndola con fuerza entre sus dedos.

- Yo tú no haría eso - Le advirtió Michael fijando sus ojos en la mano de Caroline que se escondía debajo de la sábana.

- Responde -

- ¿Qué quieres saber, Caroline? ¿Qué soy o que no soy? ¿Qué hago aquí o por qué estoy aquí? -

Maravilloso. Ahora se había transformado en una máquina de pensamientos profundos o de preguntas filosóficas.

- Solo responde a una pregunta y no estrellaré esta pesada linterna contra tu cabeza -

- No lo harías - Le dijo Michael embozando una sonrisa de lado - Eres débil. Pudiste haber despertado de tu coma muchos meses antes, y lo sabes. Pero eras débil y no tenías el coraje para luchar por tu vida. Todavía no lo tienes ¿O por qué sino sales a dar caminatas por la madrugada, en medio de carreteras transitadas? ¿Por qué te sigues destruyendo a ti misma? -

Los ojos de Caroline se abrieron de golpe, reflejando su terror, sorpresa y confusión ¿Cómo podía Michael si quiera saber sobre lo de su accidente? Nuevo pueblo, nuevo comienzo. Por meses, Caroline se había repetido eso. Pero se había equivocado. Porque Michael Jacobs lo sabía.

- ¿Cómo...? -

- ¿Cómo lo sé? Pues yo estuve en cada segundo junto a ti. Desde que te liberaron del agarre del carro hasta que despertaste en la cama del hospital -

- Estás loco -

Le dijo Caroline, con los ojos bien abiertos y su corazón latiendo fuertemente. Quizás ella, después de todo, no estaba tan loca. Por lo menos no era la más loca del lugar; ese título le correspondía a Michael.

- No estoy loco, Caroline ¿No te has sentido observada? ¿O has sentido que estás siendo amenazada? – Hablaba con un tono de voz monótono, casi que sonaba aburrido, pero también hablaba con una peligrosa seriedad. Caroline no se decidía si estaba terriblemente aterrada, increíblemente confundida o simplemente, jodidamente loca.

- Yo... - Empezó a hablar ella, pero se contuvo, cerrando sus labios y guardando silencio. Michael la miró con una ceja levantada, luego suspiró y se acercó a ella con un paso amenazante. Hasta entonces, Caroline no había reparado en alto que era, o lo grande que lucía su cuerpo en comparación con el suyo. Ni siquiera necesitaba confirmarlo: Estaba claro que Michael podía reducirla en segundos de quererlo.

- Mira, Caroline. Tú sabes que no eres normal; esto no es normal y yo no soy normal. Si quieres saber la verdad, ven al cementerio Gallow a las 2 am, mañana. Te lo explicaré todo allí -

Luego, los ojos de Michael Jacobs, sus ojos grises, volvieron a prenderse como si fueran dos luciérnagas incrustadas en su cráneo. Aterrorizada, Caroline cerró sus ojos con fuerza, deseando borrar los últimos minutos de su vida, pero eso jamás le había funcionado. Tardó un lugar rato en volverlos a abrir. Tenía miedo y al mismo tiempo se sentía atraída hacia Michael. No quería encontrar sola, y sin embargo al abrir los ojos de nuevo, suspiró aliviada al no encontrarlo ahí. No había ni un solo rastro de su visita nocturna, ni un solo rastro de él o de sus ojos brillantes.

Había tantas cosas que yacían sin responder en su cabeza. Por unas horas, Caroline pensó y pensó y mientras más pensaba, más se llenaba de dudas. Finalmente, decidió catalogar todo aquel episodio como un delirio, una alucinación o un sueño muy, pero muy vívido.

Ojos GrisesWhere stories live. Discover now