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De camino a mi cafetería favorita volví a acomodar el gorro que llevaba, el viento soplaba tan fuerte que en cualquier momento podría volarlo de mi cabeza y dejar mis orejas al descubierto. Y créanme, en invierno nadie quería eso. Esta era mi época favorita del año (no sólo porque tenía el pretexto perfecto para pasarme por Starbucks cuantas veces quisiera en el día), también por el hecho de que disfrutaba el frío calándome hasta los huesos, el temblor que causaba en mi cuerpo y ¿por qué no? Admitiré que aún me gustaba jugar a expulsar ese ''humo'' blanco que salía de mi boca. Suspiré, y una pequeña porción de ese humo se coló por mis labios haciéndome sonreír, mierda, necesitaba un cigarrillo.

Aunque había prometido a Emily intentar dejar de fumar, y sí, intentar era la palabra clave en esa promesa, simplemente era algo que no podía dejar, me rehusaba a dejarlo y a esta altura de nuestra relación ella debería saberlo, dejar de insistir y dejar de quejarse cada que la beso con sabor a tabaco.

Llegando a las puertas de Starbucks palmeé los bolsillos de mi chaqueta de cuero en busca de la nueva cajetilla de cigarrillos que había comprado esta semana y en lugar de eso me encontré con una persistente vibración en el trasero, llevé mi mano derecha a las bolsas traseras de mis jeans intentado coger el celular mientras mi mano izquierda seguía buscando en los confines de la chaqueta, y para mi desesperación la mano derecha fue la ganadora. Saqué el celular de mis jeans y miré la pantalla:

Llamada de Emily

Rindiéndome en la búsqueda de la cajetilla abrí las puertas del lugar mientras atendía a la llamada y me dirigía a formarme para hacer mi pedido.

—Hey ¿está todo bien? Contesté un tanto preocupado, pues ya había quedado de pasar por su apartamento esta noche y si bien era cierto que yo estaba un tanto retrasado en la hora, ella nunca llamaba para preguntar dónde estaba o si ya iba en camino. Si le decía que iría así era por lo cual no tenía motivos para dudar de mí.

—Sí...tú tranquilo, es sólo que quiero recordarte que quiero mi latte de vainilla con extra de chispas de chocolate, por favor —hizo una pausa y pude imaginarla mordiendo la uña de su dedo pulgar, ella no se daba cuenta de que lo hacía unas cien veces al día, la mayoría porque estaba ansiosa.

—Lo tengo. No hay problema, Emy —rasqué mi nuca un poco nervioso.

—..., sí, bueno, amm...te espero y... te quiero

Susurró la última parte y yo sentí que mi corazón se congelaba. De pronto muchas cosas tenían sentido; cómo que ella estuviese comportándose diferente; me llamará más de lo necesario y que preguntará si no tenía algo que decirle.

Todavía no, Emily.

Pensé y dirigí la vista al techo. Aún no. Yo era un idiota ¿Quién después de nueve meses no podía articular tales palabras?

—Te veo en unos minutos —dije por fin y colgué. Imbécil. Jodido imbécil. Yo estaba un poco jodido, la verdad. Hablaría con ella y le explicaría. Emily seguro entiende, ella es una mujer maravillosa. No quiero que piense que no le tengo cariño, aprecio, agradecimiento, siento eso por ella. Y se lo recordare.

Ella necesita amor. Me susurro una voz en mi cabeza.

Sí, lo sé. Le respondí.

Di mi pedido al chico, él me dejo solo en la caja y se dispuso a preparar mi orden. Al parecer era el único atendiendo, dicha situación era comprensible debido a que eran las 10:15 P.M. y seguramente el chico estaba trabajando de más.

El chico volvió más rápido de lo que esperaba pero con las manos vacías —Disculpa, tengo un problema con la máquina de agua caliente ¿te molestaría esperar?

Sí, de hecho sí.

Sin embargo no dije eso, en cambio negué con la cabeza y me dirigí a la mesa más cercana. Me senté dejando el celular sobre la mesa y reanudé la búsqueda de los cigarrillos dentro de mi chaqueta, mierda, no estaban. De pronto empecé a prestar atención a mi alrededor y note a pocas personas a tres mesas después de mí, y entonces lo escuché. Su nombre.

―¡Skyler!

No podía ser. Y en seguida vino su risa.

Sonreí con incredulidad y sacudí la cabeza, en definitiva eso no estaba pasando. La risa ―su risa― no se detuvo y mi corazón se aceleró, mis manos se cerraron en mis muslos y mis palmas sudaron.

Volteé a ambos lados sin reconocer a nadie realmente, ninguno de ellos se reía y tenía la certeza que el sonido provenía de la parte de atrás del local. Podía sentir un profundo dolor en el pecho, tanto que tuve la necesidad de rascar ese punto para intentar que parara.

La risa cesó y la incertidumbre se apodero de mí, apoyando los codos sobre la mesa giré la cabeza y mi respiración se atascó.

Ella estaba ahí, al fondo, limpiando crema batida de la punta de su nariz con una enorme sonrisa en sus labios. Todo volvió a mí; sus besos, sus abrazos, sus caricias, su hermosa sonrisa y el impactante color de sus ojos. En mi pecho se desbordó todo ese cursi amor de secundaría y por primera vez en mucho tiempo me sentí cálido por dentro, curado. Una sonrisa quiso deslizarse en mis labios hasta que me percaté de las otras dos personas a su lado.

La sonrisa murió y mi corazón cayó de mi pecho. Ahí estaba Andrew ―su hermano― con una mirada sombría en el rostro mientras me miraba fijamente, me reconoció y pude sentir el rencor que aún sentía por mí y supe que no iba a acercarme a ella como mi corazón lo pedía.

Lo recordé. Algo que quería dejar en el pasado convenciéndome de que no era cierto, pero no se iba.

Yo maté a su hermano.


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⏰ Last updated: Dec 28, 2015 ⏰

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