Capítulo 8: Llévame al juego - Eso también funciona.

Start from the beginning
                                    

–¿Uno moderno? Bueno, ¿exactamente a dónde iremos?

–Iremos –dijo, haciendo una pausa para añadir un efecto dramático– a las cajas de bateo.

¿No era eso donde la gente iba a practicar su bateo? No estaba muy segura al respecto. ¿Yo no era la más coordinada y él quería llevarme a un área de cemento donde me tiran pelotas de béisbol? Amm, no gracias. Esa era solo una receta para el desastre.

Empecé a retroceder en mi asiento. Debió haberlo notado porque preguntó–: ¿Estás bien?

–¿Iremos a batear?

–Sí, ¿eso está bien?

–No estoy tan segura.

Su rostro calló. –No te gusta, ¿verdad?

–¡No! –lo corregí rápidamente, siendo la persona complaciente que soy–. Es solo que no soy buena en los deportes y no quiero humillarme a mí misma... –Aquí estoy divagando otra vez, haciéndome ver incluso más idiota.

Alec se rió. –He visto personas que juegan peor que tú, Charlotte.

–¡Nunca me has visto jugar!

–Primer año de secundaria, clase de gimnasia.

Ah, tiene razón. Alec siempre escogía los equipos durante la clase; siempre elegía de forma igualitaria, por lo que el entrenador siempre se lo permitía.

***

–¿Ves? ¡Apesto! –Me exasperé, lanzando ruidosamente el bate de aluminio al suelo.

Alec calmadamente lo recogió y lo volvió a colocar en mi mano. –Intenta de nuevo. Lo estás haciendo mejor que antes, lo juro. –Le dirigí una mirada de ¿estás–tomando–el–pelo?–. ¿Qué? Hablo en serio. Eres mejor que Laurel.

Oh, ¿así que también había traído a Laurel? Y yo que me empezaba a sentir un poquito especial de que quisiera salir un domingo. –No puedo darle a una pelota si para salvar mi propia vida.

–Estoy seguro de que si tu vida estuviera en juego, serías capaz de golpearla.

–Lo dudo, demasiada presión.

–Aquí, déjame ayudarte.

Envolvió sus brazos a mi alrededor y colocó mis manos en el sitio correcto del bate. Me recordó un poco a las parejas que van al mini golf. Una bola salió disparada de la máquina, haciéndome taparme la cara y estremecerme una vez más. Pensaría que después de veinte veces de que pasaba me acostumbraría. Si pensaste esto, te equivocaste.

–No dejaré que le bola te golpee –dijo Alec severamente.

Sabía que no lo haría. No había forma de que fallara en darle a la bola, pero el hecho de que apuntaba directamente a mi cara no ayudaba en nada. –Lo sé...

Otra bola salió y yo cerré los ojos. Pude sentir mis brazos moviéndose para balancear el bate. Escuché un golpe fuerte y abrí los ojos. La pelota golpeó la valla y ahora se deslizaba de regreso a nosotros. –¡No morí! –chillé.

Él levantó una ceja. –¿Pensaste que ibas a morir?

Me reí nerviosamente. –No...

Alec rodó sus ojos salvia. –Ahora, intentemos esto de nuevo. ¿Crees poder dejar los ojos abiertos?

–Lo intentaré pero no prometo nada.

Me ayudó con los siguientes balanceos, y entonces me abandonó. –Te toca hacerlo sola –indicó.

The Last Virgin Standing / Tiffany HuynhWhere stories live. Discover now