Monólogo Rayuela

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Del lado de allá se encuentra la maga con su nariz respingada y sus ojos entornados. Y del lado de acá se encuentra Horacio con su propia inteligencia. Separados y unidos a la vez se buscan en las estrepitosas y concurridas calles de parís. Ella tal vez por amor, él tal vez por necesidad, o porque simplemente goza de su compañía.

Ella se peinaba, pensaba en Rocamadour, tarareaba alguna canción de Hugo Wolf mientras lo besaba con desesperación... Andaban sin buscarse pero sabiendo que andaban para encontrarse. Cuantas palabras, cuántas nomenclaturas para un mismo desconcierto. El tan egoísta y ella tan ilusa.

A veces pensar de más no era lo mejor, uno que piensa demasiado y otra que piensa lo necesario. Ay Maga, toco tu boca, con un dedo toco el borde de tu boca. Me miras, de cerca me miras, cada vez más de cerca. Dolor paterno en fa sostenido, carcajada sarcástica en amarillo no hay amor que valga, ni que dure cien años. Él sabía todo de ella, él sabía que ella sufría pero también sabía que él no entendía. Él siente celos, se enoja y sin darse cuenta la lástima.

Juntos compartían un secreto, una ilusión, una habitación, mas separados van hacia otros lados. Un niño llora y la muerte se anuncia, dando paso a un tenue jazz que armoniza sus vidas. La soledad reclama el cuerpo, la soledad pide su alma. Ella siente que él está cansado... el siente que el amor no es suficiente.

"Recuerdo cuando lo conocí, a él, a Horacio, lo recordaré hasta que mi cuerpo ya no me pertenezca. Era... tan extraño, tan misterioso, que acabó convirtiéndose en una droga para mí. Los dos lo supimos de inmediato. Éramos parcialmente conscientes de que nuestro encuentro no había sido una casualidad. De que nada lo era."

Más eso no fue suficiente. Tú estás en tu cama, yo en la mía, ¿no es la misma?, algo estamos haciendo mal. No fuiste el amor de mi vida, ni de mis días, ni de mi momento. Pero te quise y te quiero, aunque estemos destinados a no ser.

Me enamoré de una delgada cintura. De una sonrisa radiante. Me enamoré de una silueta. Pero con esto me conformo, con poder saber que ella fue mía.

Escrito por Sabrina Di Cristanziano



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