Prólogo

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Londres, Inglaterra 1891

El vientre abultado de Elizabeth, solo se percibía de costado. La joven se encontraba bordando un almohadón para su futuro bebé, y esa era la gran discusión que tenía con Patrick casi todos los días. Él quería un varón, como era de esperarse y ella una niña, pero aún así el almohadón era de color blanco y verde.

El hogar crepitaba manteniendo la pequeña sala salmón cálida y acogedora, la joven se sentía somnolienta, el embarazo la ponía así, y una vez que dejó el almohadón sobre la pequeña mesa redonda, se tapó con la manta y se acurrucó más en el largo sillón.

Era vísperas de Navidad y Londres comenzaba a respirar el espíritu navideño, la nieve caía a raudales y la postal se iba tornando cada vez más preciosa en el barrio donde vivían. Era la primera Navidad que tenían juntos y ella esperaba pasarla con tranquilidad con los padres de él y si era posible, con sus padres también.

Patrick llegó a la mansión, luego de tener varias reuniones de negocios en diferentes lugares. La encontró tapada hasta la nariz y acurrucada en el largo sillón. Elizabeth fue despertada por el roce suave de algo contra sus mejillas.

Cuando abrió por completo los ojos, miró hacia la rosa roja que tenía su marido entre sus dedos, y luego lo miró a él.

Era increíble la manera en cómo todo había sucedido, desde ser el hombre agrio y malvado que una vez había conocido, había pasado a ser el hombre más excepcional que jamás habría podido llegar a conocer, y todo gracias a ella, eso se lo decía siempre Patrick. Gracias a ella, él había roto la coraza de hielo que recubría su corazón, y ablandado a la bestia que era. Y como todas las tardes, Patrick luego del trabajo, le entregaba una rosa roja del invernadero, en señal del profundo amor que sentía por ella.

―¿Ya has llegado?

―Sí, amor. La nieve está cayendo con continuidad y los caminos se están bloqueando muy rápido.

―¿Cómo te ha ido?

―Muy bien ―le respondió inclinándose a su rostro y le dio un beso en los labios―. ¿Qué quieres hacer para Navidad? Solo faltan tres días.

―No lo sé, ¿tú has pensado en algo?

―No, solo pasarla aquí, pero si tú quieres podemos pasarla en otra parte.

―¿Dónde?

―Al principio pensé en La Rochelle.

―¿En el campo? ―le preguntó ella con asombro.

―Sí, con tu familia y mis padres.

―¿No crees que es algo raro que tus padres la pasen en el campo? No es lo mismo que tu casa de campo.

―¿Y crees que a mis padres les importa eso? ―le inquirió Patrick.

―Tú ya has visto cómo vive mi familia, no estoy tan segura que tus padres se adapten tanto, aunque pasen dos días allí.

―Creo que les gustará ―le dijo él sonriéndole.

―Saber que eres el dueño de aquellos campos, no creo que a mis padres les parezca apropiado ―le contestó ella sentándose en el sillón, mientras se acomodaba la manta sobre sus piernas.

―Sabes bien que mis padres no son lo que parecen ser ―le respondió Patrick abrazándola por los hombros.

―Está bien, si tú quieres, iremos a Francia.

―Hay que aprontar las cosas para, en lo posible, viajar por la mañana del siguiente día.

―¿Estás seguro que habrá boletos? ―preguntó frunciendo el ceño.

Una Navidad con Los Lemacks #FiestasCaóticasWhere stories live. Discover now