Capítulo 5

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Anny  se despertó por un repentino coro de clics y pitidos.La electricidad había regresado.Pestañeó varias veces, intentando orientarse en la sala de estar, la cual estabailuminada por los rayos del sol saliente que atravesaban la ventana y por la lámparaque había sido dejada en medio de la habitación.Ella seguía en el sofá. Estaba acurrucada en la curva del cuerpo de Poncho. Su brazotodavía la rodeaba.A pesar de que su tobillo todavía le dolía, su mente estaba un poco borrosa y unbrazo había perdido la circulación por estar atrapado bajo su cuerpo, se sentía encasa ahí. No quería moverse.Sintió como Gaston se movía tras ella y sabía que también estaba despierto.—Buenos días —dijo él, su voz espesa por el sueño. Él olfateó su cuello,extrañamente íntimo—. ¿Cómo te sientes?—Bien. —Ella se obligó a sacar el brazo y sentarse. Realmente necesitaba aclarar sucabeza—. Mi tobillo todavía dolorido, pero estoy segura de que estará bien.Ella sintió como la observaba mientras se estiraba y parpadeaba, eso la hizo sentirnerviosa.¿Qué demonios estaba pensando él? ¿Qué demonios estaba pensando ella? ¿Cómopodía hacerse eso de nuevo?Ya no tenía diecisiete, pero evidentemente era igual de estúpida con su corazón.—Creo que deberíamos levantarnos —dijo ella al final, ya que alguien debía deciralgo—. Si eso ha calentado el camino como pronosticaron, entonces las carreterasdeben estar libres y mamá y Nicolas deben venir saliendo.Ella casi se ahogó con la idea de su madre y su hermano encontrándola así conPoncho, sabiendo lo que había hecho la noche anterior.Eso le dio el suficiente incentivo como para levantarse. Se tambaleó un poco, yaque su tobillo estaba más débil de lo que había esperado.Poncho se levantó inmediatamente, pero ella estaba estable de nuevo cuando él pusosu brazo alrededor para darle apoyo.—Estoy bien. —Ella intentó no alejarse de su contacto en un instinto automáticodefensivo—. Sólo me tomó un minuto hacer que mi tobillo sirviera.—Deberías intentar permanecer quieta los próximos días.Por un breve momento, tuvo una clara visión de su futuro con Poncho. Podía verserodeada por su discreta gentileza, su seca risa, su absoluto compromiso a cuidarla.Incluso su desagradable carácter mandón.Y quería eso. Lo quería desesperadamente.Exactamente como lo había querido cuando tenía diecisiete.Ella contuvo un tembloroso suspiro y se deslizó fuera de la protección de su brazo.—Voy a ducharme. Puedes usar la ducha en el antiguo cuarto de Nicolas, si quieres.Cojeó hasta el pasillo, escondiendo su rostro detrás de su cabello cuanto pudo, asíél no podría contemplar su expresión.Unos años atrás, su abuelo había instalado un nuevo calentador de agua sin tanquepara la casa, por lo que el agua estaba tibia casi al instante de abrir la ducha.No empezó a llorar hasta que se metió en el chorro.Mientras se restregaba a Poncho fuera de su cuerpo, sollozó tan silenciosamentecomo pudo. Era exactamente como había sido antes. Una noche llena de pasión,intimidad, incluso risas, seguida de Poncho siendo tan silencioso y consideradocomo justo había sido en ese momento.El día después de su primera vez con él ella había estado estática. No había sidocapaz de dejar de reírse y abrazarse a sí misma. Había soñado gran cantidad desueños tontos sobre una boda, una familia, una vida con Poncho.No había sospechado siquiera por un segundo que él nunca la llamaría de nuevo,que cuando ella fue a su casa, nerviosa y desconcertada, después de dos días sincontactarlo, a pesar de varios intentos de llamarlo o escribirle, él no abriría lapuerta. Que cuando lo encontró en el concesionario de su abuelo pocos díasdespués mientras dejaba a Nicolas ,Poncho actuaría como si nunca la hubiese visto.Su corazón no lo soportaría de nuevo.Al menos ya no vivía en este pueblo. No tendría que verlo a donde fuera, escucharsu nombre todos los días.Podría escapar de vuelta a su pequeño apartamento y a una ciudad anónima que nola conocía, que no le rompería el corazón.Se había logrado controlar para cuando se secó el cabello y se vistió con jeans y unsuave abrigo. Todo lo que tenía que hacer era soportar una hora o más hasta quePoncho se fuera, y ella estaría bien.Bajó las escaleras y lo vio afuera, sacando su camioneta de la zanja. Probablementehabía rociado sal en el hielo para que el auto no se resbalara con los restos de hielomientras lo sacaba.Lo observó regresar a la casa a través de la ventana, dejó su auto al final del caminode entrada.Él debía de haberse duchado antes de ponerse la ropa que había usado el díaanterior. Se veía fuerte, arrugado y apuesto, todavía necesitaba afeitarse. Sus ojos sedirigían hacia el techo de la casa, ella supuso que estaría comprobando sucondición.Lo escuchó entrar por la puerta lateral y un crujido en el cuartito de entrada,probablemente quitándose el abrigo.No se movió de su posición por la ventana panorámica. No se podía mover.Lo sintió entrar en la habitación, pero ella no se volteó.Ella sintió como la rodeaba con los brazos, el calor de su cuerpo presionado contrael suyo.—Hola —dijo él.Se sintió tan bien. Su voz sonaba cálida, profunda, exactamente como ella la queríaescuchar.Exactamente como sonaba cuando la había follado ocho años atrás y luegoabandonado.—Entonces —continuó lentamente, inclinando su cabeza como si intentase ver surostro—. Anoche estuvo realmente bien.—Sí. —Su voz era débil. No más que un susurro. Ella estaba temblando por dentrosin poder contenerse, pero su cuerpo estaba congelado.Cuando ella tenía doce, había insistido en ir a una excursión en la montaña conNicolas y Poncho. Se había tropezado y tuvo que sostenerse para no caer, dañándose unligamento del hombro en el proceso. No les había dicho hasta que llegaron a casa,haciéndola sufrir un dolor agonizante durante la hora que quedaba de excursión. Sehabía negado a admitir que no era tan capaz como los chicos.Había pasado toda su vida haciéndole creer a los demás que no era débil ni tonta.Podría estar enamorada ahora, pero justo como la última vez, no dejaría que nadiesupiera. Al menos se aferraría a su orgullo.Se obligó a sonreír y se dio la vuelta.Los ojos de Poncho eran tan profundos y llenos. Parecían ofrecerle mucho.Todo.Como lo parecían ocho años atrás.Antes que él pudiese decir algo, ella se estiró y le dio un ligero beso en el lado de suboca.—Fue genial. Somos realmente muy buenos en la cama juntos.—Estoy de acuerdo. —Él intentó profundizar el beso.Ella se alejó, sosteniendo su sonrisa, lo cual fue una de las cosas más difíciles quenunca había hecho.—Pero no pretendamos que significa algo más que sólo una noche.Él había estado alcanzándola de nuevo, pero sus palabras lo detuvieron. Se congeló.—¿Qué quieres decir?Había algo extraño en su expresión, pero ella estaba intentando tanto mantener supostura casual que no podía realmente notarlo.—Bueno, fue divertido. Pero ninguno de nosotros se engañara pensando que fueserio, así que no hay razón para pasar por las propuestas.Él aún no se había movido.— ¿Anahí? Yo creí...Ella se las ingenió para darle una de alguna forma convincente sonrisa, asustada deque él supiera, de que de verdad supiera, que estaba totalmente loca por él.—Esta vez fue mucho mejor que la anterior. Tal vez en otros ocho años podamoshacerlo de nuevo. Pero estoy muy feliz con mi vida, así que no tepreocupes de que esté por aquí pendiente de ti.Pretendía que la última frase fuese una broma y pensó haber hecho un trabajodecente con la cantidad de humor. Pero Gaston no se rió.No dijo nada.Los ojos de Anahí estaban ardiendo. Tenía que terminar esta conversación, sacarlode la casa, pronto. Se giró para observar a través de la ventana.—¿Cómo se ve el camino?Él no respondió por lo que ella lo miró por sobre el hombro.—¿Cómo se ve el camino? —repitió. Su voz sonó extraña en sus oídos, pero esperóque él no lo notase.—Bien —dijo finalmente—. Es manejable ahora.—Bien. Eres bienvenido a irte entonces, cuando quieras. No tienes que quedartemerodeando por mí. —Ya que su voz que quebró con la última palabra lo cubriócon un tosido.—Me quedaré hasta que lleguen Nicolas y tu mamá.Ella cojeó hacia el sofá y comenzó a recoger la manta y las sábanas para así podertirarlas en la lavadora, todavía se aferraba a su falsa sonrisa.—No es necesario. Soy una chica grande, ¿recuerdas? Auto-suficiente.La referencia a su conversación de la noche anterior era una tortura, ya que se habíasentido tan cercana a Poncho. Se sintió tan real. Pero lo dijo de todas maneras, comouna clase de auto-castigo.Ella había sido la única estúpida, así que ahora tenía que pagar el precio.—Muy bien. Si estás segura. —Su voz estaba un poco ronca, pero ella apenas lonotó, estaba muy concentrada conteniendo los sollozos que apretaban su garganta.—Estoy segura —logró decir—. Estoy segura que te veré por ahí. Espero quetengas una feliz Navidad.Él no contestó, pero ella se dijo que había cumplido su deber. Tomó la pila desábanas y mantas y las llevó a la lavandería.Tenía que alejarse de él. Ahora.Estaba en la lavandería cuando lo escuchó entrar en la cocina.—Ten una feliz Navidad también —dijo, su voz un poco tapada ya que estabacaminando mientras hablaba—. Cuídate.Entonces se fue, pero ella esperó hasta que llegará a su camioneta y desaparecierahacia la carretera antes de colapsar en el sofá.Saltó como si hubiese sido punzada, mientras recordaba lo que habían hecho en elsofá la noche anterior.En lugar de eso se sentó en un sillón y lloró.***Quince minutos después su teléfono sonó. Estaba en la mesa de café, por lo quetuvo que levantarse para alcanzarlo.Revisó el identificador de llamada y vio que era su hermano. Se aclaró la gargantaantes de contestar.—Hola Nicolas.—¿Qué demonios hiciste? —demandó, sin saludar ni advertir.—¿Qué?—¿Qué demonios le hiciste a Poncho?—¿De qué estás hablando? —Ella había pensado que ya había terminado de llorarpor el momento, pero su mente todavía no estaba trabajando con claridad.Pestañeó desconcertada con la totalmente irracional pregunta y su tono enfadado.—¿Qué demonios pasó con Poncho anoche? Acabo de hablar con él.Su corazón había estado latiendo con fuerza, y parecía estar en medio de sugarganta.—¿Qué te dijo?—No me dijo nada. Ni una sola cosa. Sólo que ya se había ido de la casa.—Entonces, ¿por qué estás preguntando...?—Algo pasó. Le hiciste algo. Él sonaba... sonaba roto.La familiar impaciencia con el comportamiento irrazonable de su hermano chocócon absoluta confusión.—Yo no le hice nada, y no aprecio tu...—No me importa un demonio lo que aprecies. ¿Cómo le pudiste hacer eso a él?¿Es algún tipo de venganza? ¿Utilizarlo y tirarlo lejos? No creí que serías tandesalmada.Ella casi se ahogó. Nada de lo que su hermano decía tenía sentido.—¿Desalmada? ¿Yo? Estás diciendo...—Estoy diciendo que Poncho no se merece esto. No me importa lo que creas de él.Él es la mejor persona del mundo. Y lo he tenido que ver pensar en ti por años. Poraños. Nunca ha sido capaz de superarte.Ella escuchó las palabras y creyó entender su significado. Pero no se unían conninguna coherencia lógica. Cayó en el sofá ya que sus rodillas no estabansosteniéndola.—No entiendo...—intentó responder.—Es doloroso —continuó, sonando indignado y enfadado como nunca antes lohabía escuchado—. Es más que doloroso, verlo atento a cualquier detalle quealguien dice de ti. Verlo cambiar conversaciones para enterarse sobre cómo te va. Esdoloroso, sabiendo que tú ni siquiera le das la hora.Ella hizo un sonido ahogado.—Y ahora vas y te acuestas con él o algo, y él nunca va a ser capaz de olvidarlo. Élno se merece esto. No puedo creer que hayas ido y...—¡Detente! —Ella se quebró por dentro, medio sollozando, medio gritándole—.¡Alto! Nada de esto tiene sentido. No le hice nada, ahora o antes. Él me dejó a mí.Yo lo amaba, y él me anbandono.Su casi histérica respuesta pareció acabar la diatriba de Nicolas como una aguja haceestallar un globo. Él dejó escapar el aire fuertemente.—Él no lo hizo —dijo Nicolas, sonando más cansado que enojado ahora—. Enrealidad no. Sólo que tú nunca supiste qué pasó.

Tormenta de hielo (Ponny)Место, где живут истории. Откройте их для себя