Brilliant years

194 9 2
                                    

-Hey, Doiha ¡Despierta!-.

Apenas podía percibir el resplandor de los primeros rayos del sol matutino que entraba por uno de los ventanales de su habitación. Las paredes estaban tapizadas con un papel no muy colorido, pero elegante. En cuanto abrió del todo su ojos, pudo ver a la persona que lo había sacado de su sueño. Ella se encontraba sentada en el borde de su cama, a un lado de él, con una expresión de enojo en su rostro. Ya llevaba puesto su lindo vestido de vuelos, mas él no registró en el momento el por qué de su atuendo, aún estaba demasiado adormilado.

-Mhh ¿Por qué me levantas tan temprano?- se quejó él ante la insistencia de la chica, moviéndose un poco en la cama y volviéndose a tapar con las cobijas.

-¿Acaso te has olvidado de mis lecciones?- dijo ella cruzándose de brazos.

-¿Eh? Claro que no, Querida ¿cómo podría olvidarlo?- respondió incorporándose en el acto, llevándose la mano a la nuca bastante apenado. -Espérame junto al piano ¿si? Enseguida te alcanzo.-

-Está bien.- dijo aquella chica de largos cabellos de encaje negro y se dirigió hacia la bella salita de enormes ventanales cubiertos de enredaderas y demás plantas trepadoras, sin embargo, éstas no crecían salvajemente por toda la casa, sino que se ordenaban hermosamente, como si de un adorno más se tratase. A través de semejantes cristales, se tenía una perfecta vista de una gran parte de la enorme casa, la cual se veía como un hermoso castillo de la época victoriana. Cada centímetro de su exterior, estaba bellamente ornamentado. Aquella casa que tanto les había costado conseguir, se encontraba en medio del bosque,en la cima de una montaña, sin rastro de personas sino hasta el pie de ésta, donde empezaba un pueblo no muy grande, pero tampoco muy pequeño. Debido a la localización de la casa, se encontraba dentro de una completa paz, un ambiente muy apropiado para las condiciones de salud de la linda chica de blanca tez y frágil figura.

Aquella sala no era muy amplia, apenas lo suficiente para que en ella se pudieran mover con libertad y cupiera el piano de cola de Hideto, pues ese era el nombre del amable, tierno y bello hombre al que ella había despertado apenas unos minutos atrás.

-Bien, empecemos.- dijo él al momento que entraba a la salita y se sentaba frente al piano. Vestía un anticuado traje gris y un sombrero de copa baja de color negro con una pequeña pluma gris, sujeta por una cinta del mismo color que rodeaba la copa del sombrero: el mismo que solía usar aquellos días en los que ayudaba a la chica con sus lecciones de ballet. La belleza de aquel chico superaba con creces a la de la chica, desde el punto de vista que se lo viera, ya fuera el de una mujer o hasta el de un hombre. Tenía un suave y desordenado cabello del mismo color que ella, que le caía hasta un poco arriba de los hombros. Sus facciones eran muy delicadas para un hombre y su piel, muy tersa. Era bastante comelón y sin embargo, de complexión delgada.

Yukiko era el nombre de su prometida, esa chica que amaba a Hideto tanto como él a ella, aquella mujer de piel blanca con un cuerpo tan delgado que cualquiera pensaría que está a punto de romperse o esfumarse, conclusión no muy alejada de la realidad, pues la chica padecía una rara enfermedad que consumía su vida lentamente. Lo único que Hideto podía hacer era retrasar un poco su fin con un montón de pastillas que le habían recetado los doctores.

Ningún médico de los que habían consultado había dado muchas esperanzas de vida para Yukiko, pero Hideto confiaba en que ella sobreviviría el tiempo suficiente para que se casaran, para poder darle el día más feliz de la vida de cualquier mujer, estaba seguro de ello. Desde hace un tiempo lo había decidido, se esforzaría al máximo para conseguir hacerla tan feliz como pudiese, para verla sonreír la mayor cantidad de veces posibles.

Yukiko sabía cuanto se esforzaba su prometido por ella y a la vez que ésto le alegraba y la conmovía, se sentía cada día más como una carga para él. Era muy guapo, no le costaría encontrar una mujer sana con la cual pasar el resto de sus vidas, sin embargo, la había escogido a ella. Sabía que cuando muriera él quedaría con una gran herida en el corazón, pero esperaba que pudiera olvidarla y seguir adelante con su vida.

El resto de la mañana se la pasaron en la sala, Hideto tocando una bella melodía en su piano y Yukiko ejecutando una de las rutinas que había aprendido en esos últimos meses de encierro. Ambos habían decidido que, por el bien de la chica, no saldría de casa a menos que fuera indispensable. Realmente, a ella no parecía importarle mucho, tal vez por la gran extensión de la casa, tal vez por que la mayor parte del tiempo su amado estaba junto a ella.



Vampire's Love *Pausada*Donde viven las historias. Descúbrelo ahora