XV. Niños estúpidos🎈

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—Jodidos palitos de mierda. —lo escucho quejarse y no puedo evitar reír fuertemente cuando tira los palillos para tomar los rollos de sushi a un lado de la mesa. —No debí ponerlo en opción, mejor son las hamburguesas. —vuelvo a reír y él rueda sus ojos, cruzándose de brazos.

Al llegar al lugar nos atendieron de inmediato, y ya que yo ya he comido muchas veces sushi, sé cuál es mi favorito, por lo que no me demoré tanto en pedir como lo hizo Ian, quien estuvo como cinco minutos viendo la carta para que al final pidiera lo mismo que yo, por lo que se demoraron un poco en llegar nuestros pedidos.

No lo voy a negar, me parece un lindo gesto que haya aceptado comer aquí cuando se nota que realmente no es muy amante del sushi como lo soy yo, pero tampoco me hubiese importado ir por unas hamburguesas. —Ven aquí. —río suavemente y él entrecierra sus ojos hacia a mí.

—No. —río de nuevo, negando con mi cabeza. Que terco es.

— ¡Vamos! Yo te ayudo. —le muestro mi mano, abriendo y cerrando los palillos entre ella, haciendo que él ruede sus ojos y se acerque a mí.

—Yo soy el que debería ayudarte. —ruedo mis ojos aún divertida de la situación y llevo un rollo de sushi a su boca.

Admito que no pensé que su mirada fuese a estar tan directa en mí cuando saboreó sus labios y masticó la comida dentro de su boca.

Dios, este hombre me quiere hacer pecar.

Mi sonrojo es inmediato, porque esa mirada ya la había visto antes en él, y sí sé a qué se debe.

Dejo de verle y engullo yo también un pedazo, tratando de calmarme. No puedo creer que este mirándome de esa forma siempre en público.

Trato de ignorar su mirada mientras comemos, y aunque se me hace difícil, terminamos de comer más rápido de lo que pensé.

—Tengo una duda. —frunzo mi ceño al escucharlo mientras tomo de mi refresco, confundida.

— ¿Una duda? —asiente.

—Sí. —dejo el refresco a un lado y voy recogiendo los envases vacíos para botarlos antes de irnos. — ¿Por qué estás sonrojada? —me detengo de inmediato al escucharlo y lo veo de reojo, huyendo de su mirada.

Sí, puede que esté muy sonrojada, no voy a mentir, pero el que él lo haya recalcado hace que mis mejillas ardan más.

Dejo salir una pequeña risa nerviosa y niego. —No sé de qué me hablas. —una de sus manos va a mi rodilla por debajo de la mesa, haciendo que me detenga abruptamente de nuevo.

Su mirada fija en mí, hace que todas mis terminaciones nerviosas se alerten, y queriendo volver a mi lugar seguro, muevo mi pierna de un lado a otro, haciendo que su mano se deslice hacia afuera.

Estoy cargada de hormonas, sí, pero no voy a negar que me asusta un poco ir más allá.

—Creo que ya es hora de irnos. —veo la hora en el reloj de la pared y finjo sorpresa al fruncir mi ceño. —Oh, mira eso; ya es muy tarde.

Una risa de parte de Ian me hace voltear a verlo y este vuelve a reír al verme. —Eres muy mala fingiendo. —ruedo mis ojos y siento como me toma de las mejillas con una sola mano, haciendo que mi vista quede fija en él. —Pero está bien fierecilla, eso sólo pasara cuando estés lista. —se acerca y me da un pequeño beso en los labios para luego alejarse.

No puedo evitar que mis mejillas se sonrojen, por lo que trato de disimularlo al levantarme y llevar los platos donde nos trajeron la comida.

Él camina hasta llegar a la puerta y deja la puerta abierta mientras me espera para salir, por lo que al despedirme de la chica que nos atendió, me acerco hasta él y entrelazo nuestras manos, pero él tiene otras intenciones cuando me jala hacia él y posa su mano en mi cintura, haciendo que una risa salga de mí cuando mis pies tropiezan con los de él y casi caigamos si no es porque un hombre pasa por nuestro lado y también se tropieza, por lo que nos golpeamos y el vaivén hace que volvamos a nuestros pies, mientras que él sí cae al suelo.

Serendipia © [EN EDICIÓN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora