El legado de una niña

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-Esta chica... esta homicida sin corazón -se corrigió el abogado-. No solo no se arrepiente de los múltiples cargos de asesinato que se le impugnan, sino que ni siquiera le importa haber matado a John Rodríguez, un buen hombre según todos los testimonios. Esta chica, que no es otra cosa que un monstruo, dejó a una mujer sin marido y un hijo sin padre, y es lo que quiero que tengan en cuenta antes de lanzar su veredicto. Muchas gracias.

El defensor de oficio que le había tocado a Tiffany no era tan bueno argumentando como su oponente, pero ni siquiera estaba escuchando. A medida que lanzaba su última perorata en un intento de salvarla, ella sólo dibujaba en el cuaderno que la habían autorizado a tener.

-¿Querrías por lo menos no sonreír? -le pidió su abogado cuando volvió a sentarse-. Esa gente de ahí es la que va a decidir tu futuro.

-Mi futuro ya está decidido -argumentó Tiffany dando los últimos retoques a su obra-. No importa lo que ellos digan.

Dejó el cuaderno sobre la mesa y el letrado tembló ante la imagen de la chica torturada por un hombre con aspecto demoniaco que había dibujado en el papel.

-Por eso, consideramos a la acusada... -decía un hombre que podía haber sido su abuelo-... culpable.

Muchos aplausos y felicitaciones por la sentencia dada. Nadie se puso triste por ella, a nadie le importaba la suerte de una homicida que se había vuelto loca cuando perdió a su familia según todos los medios.

¿Loca?

Los había vengado. Con gusto pagaría el precio que pensasen que merecía.

Fotos y más fotos a la salida del juzgado, parecía una supermodelo. Sonreía coqueta y orgullosa a cada periodista. Ahora, el mundo entero sabía lo que había hecho, aunque el mundo entero se negase a creer sus motivos.

La policía seguía buscando al cómplice; era imposible que aquella historia del demonio fuese cierta... Nadie había encontrado nada sobre John, simplemente era un trabajador al que habían despedido y que se mantenía con el sueldo de la esposa.

Pero no importaba. Ella ya no necesitaba creer en la justicia. Ella era la justicia que se había alimentado de los pecados ajenos.

En el año que pasó entre rejas no apeló. No causó problemas en la cárcel y desoyó los consejos que intentaban hacerla ver que cometía un error.

Esos mortales no habían mirado a un demonio a los ojos, no entendían que el precio estaba fijado y que ella, al margen de la decisión del jurado, estaba condenada a una cosa peor que el peor de los castigos que imaginasen.

Por eso no alegó problemas mentales, obedecía las reglas dentro de la cárcel y fue como una buena chica el día que vinieron a buscarla para ponerla la inyección letal.

Había desayunado gofres con fresas y fue charlando tan tranquila con los guardias como si aquel fuese otro día cualquiera. Se tumbó en la camilla por propia voluntad y esperó ansiosa a que aquellos charlatanes dejasen de hablar de religión, política y sus crímenes para que le clavasen la aguja de una vez.

Había creído que con una inyección acabaría todo, pero se equivocaba. Decidieron informar a todos de que tras ponerle intravenosas en ambos brazos, le aplicarían tres sustancias; Tiopental sódico que la haría perder el conocimiento, Bromuro de pancuronio que paralizaba el diafragma e impedía la respiración y Cloruro de potasio que provocaba un paro cardiaco; todo eso administrado en combinación con químico paralizante para hacer de su muerte algo más «humano».

A medida que se acercaba el momento de la verdad debería estar nerviosa, pero no era así. Debería pensar en suplicar, pero ni lo hacía ni lo iba a hacer. Lo único que sentía en su interior era una paz interna que la emborrachaba de felicidad. Todo había terminado y nada de lo que pasase a partir de hoy cambiaría eso.

Nadie le había dicho nada de ponerle una mordaza, pero no se resistió cuando se la pusieron.

-Así me gusta, potrilla.

Nadie más oyó la voz, concentrados como estaban en escuchar las palabras del guardia que explicaba los pasos por los que pasarían.

-Mmmmmm.

-No te preocupes -murmuró Mardröm con su disfraz de médico-. Pronto terminará todo. Sólo quería asegurarme de estar aquí para no perderme este momento.

-Mmmmmm.

Incluso atada y a punto de morir, Tiffany mostraba orgullo. Tenía algo en la cara que le daba a entender que estaba en paz consigo misma.

Podía simplemente matarla. Esperar a que esos humanos terminasen con ella y llevársela al infierno para siempre; pero el juego apenas acaba de comenzar.

-Sabes... -siguió conversando Mardröm jugueteando con un mechón de su cabeza mientras hacía como que la estaba preparando para la ejecución-... detrás de ese espejo está la esposa de John.

Tiffany se encogió de hombros dejando el mensaje bien claro.

«A mí qué»

-Sólo quería decirte que he estado charlando con ella, una mujer muy maja. Se llama Judith.

Al principio no entendió a qué se refería. Tiffany se quedó esperando a que Mardröm continuase hablando, pero el demonio no dijo nada más. Tan solo se quedó ahí quieto, esperando a que la chica comprendiese.

-Mmmmmmmmmmmmmm.

Toda la paz y la seguridad que sentía, se estaba esfumando.

-No sé mucho de los humanos. Pero después del tiempo que hemos pasado juntos, creo que lo mínimo que te debo es informarte que la mujer que hay ahí, es la misma que mató a tus padres. J. Rodríguez, Judith Rodríguez.

Los gritos de Tiffany mientras empezaba a agitarse de manera violenta sorprendieron a todo el mundo.

-¿Está todo bien, doctor? -preguntó uno de los guardias.

-Sí, tranquilo. Creo que empieza a entender el alcance de lo que hizo. -Acercándose al oído a Tiffany, le susurró-. Y como regalo de despedida mientras espero tu alma, te concedo visión especial para que puedas ver a través del espejo.

Sólo necesitó tocarla y alejarse para disfrutar del espectáculo.

Los guardias se preguntaron qué había pasado para que esa chica, que no había causado nunca ningún problema, de pronto comenzase a moverse y tratar de gritar histérica.

-Creo que deberíamos empezar ya, me parece que está entrando en pánico.

Palabras y más palabras.

No podían empezar, aún no había terminado. Aquella mujer, aquella puta, la estaba mirando. No podía morir hasta terminar con ella.

Podía verla como si la tuviese enfrente. Tiffany miró a Mardröm con un gesto implorante en la cara suplicando por un último favor. Solo tenía que desatarla un instante, cruzaría el espejo de un salto y, antes de que nadie pudiese reaccionar, podría...

La sonrisa del demonio mientras negaba con la cabeza cuando el sueño se apoderó de ella fue lo último que vio en ese mundo.

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Después de una pequeña ausencia por fin regresé con el final de la historia y para todos aquellos que me habéis animado a continuarla hasta acabarla os traigo una sorpresa... en breve será un libro más de la saga inferno; ya lo estoy maquetando y preparando para tal fin.

Este capítulo está dedicado a Clarayque, Muchas gracias amiga por estar siempre hay leyendo y animando. Te mando un fuerte, fuerte, fuerte abrazo y espero que te guste.

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Y que siempre que queráis tenéis un abrazo de parte de Gael :-)



Mardröm, el guardián del infierno:Donde viven las historias. Descúbrelo ahora