La prueba de Eika

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Esta es una historia que escribí hace muchos años para un concurso. Finalmente, decidí editarla y subirla porque de ella nació una saga muy importante para mí, cuyo primer libro es "Equilibrio (cadena de almas I)" que podéis encontrar en mi perfil. No habla de los mismos personajes, pero sí pertenecen al mismo universo.

Espero que os guste.

Daniel estaba de un humor de perros. Su madre y su hermana lo habían arrastrado de compras ¡un sábado por la tarde! ¿Qué chico de quince años quiere pasar la tarde del anhelado sábado siendo el carga bolsas de dos mujeres locas por la ropa? Aún no entendía cómo habían conseguido convencerle. Bueno, sí: su hermana Paula le había amenazado con contarle a mamá la fiesta que montó el fin de semana pasado cuando sus padres estuvieron fuera. Para una vez que salía airoso y sus padres no se daban cuenta de nada, su odiosa hermana de doce años tenía que joderle. Así era Paula: pequeña pero matona.

Daniel las seguía por lo que le parecieron miles de tiendas para él todas iguales. Lo más frustrante era que, en ocasiones, ambas mujeres salían sin nada después de haber pasado media hora dentro. Aún así insistían en que entrara y mirara algo para él (cuando había ropa masculina) o para que les llevara distintas tallas al probador.

Después de dos horas yendo y viniendo, Paula y su madre pararon en una cafetería a tomar algo. Disimuladamente, Daniel dejó las bolsas a su lado y se escabulló. Ya había tenido suficientes lacitos y florecitas para toda su vida. Mirando continuamente hacia atrás por si lo llamaban, caminó rápidamente hacia la tienda de videojuegos.

Estaba a punto de entrar cuando algo le llamó la atención. Su cuello giró como un resorte hacia la chica sentada en el banco.

Daniel acababa de entrar en esa etapa en la que los chicos comienzan a fijarse en el sexo opuesto y podía decir, sin lugar a dudas, que esa era la chica más guapa que jamás había visto. Parecía algo mayor que él, la piel de un color cremoso y sonrosado en las mejillas, los labios pequeños y rojos, el pelo era rubio y caía como una cascada por su espalda formando suaves ondas. Llevaba un vestidito blanco e iba ¡descalza! Estaban a mediados de noviembre, ¡por el amor de Dios! ¡Esa chica iba casi desnuda! Como miraba a todas partes con aire desorientado, Daniel pensó que a lo mejor se había perdido.

El chico sopesó unos segundos la posibilidad de pasar de ella e ir a mirar los videojuegos, pero supo que no lo haría. Con la cabeza baja y las manos en los bolsillos de sus vaqueros gastados, caminó hasta ella.

Jamás le había entrado a una chica así que no se anduvo con rodeos:

   — ¿Te has perdido?— le preguntó con la cabeza gacha.

La chica lo miró y Daniel dio un paso atrás sobresaltado. Sus ojos eran de un azul cristalino que casi parecían transparentes. Cuando lo miró, el chico sintió como si algo lo atravesara y sus pies se levantaran del suelo para volver a caer bruscamente.

   — Eso es, estoy perdida. No sé quién soy— habló con una voz suave y melodiosa.

   — ¿Y tu nombre? ¿No sabes cuál es tu nombre?— preguntó el chico con el cuerpo medio vuelto hacia el lado contrario a la chica por si tenía que huir.

Ella se mantuvo pensativa unos minutos antes de contestar:

   — Eika— dijo cuando ya el chico no esperaba una respuesta.

   — Yo me llamo Daniel— se presentó. Tal vez debía darle la mano o algo así, pero le daba algo de miedo—. ¿Te ha pasado algo, Eika? ¿Por qué estás aquí?— preguntó acercándose un poco más.

   — No lo sé. Estoy intentando recordar.

   — Yo lo que creo es que te has dado un buen porrazo en la cabeza. Necesitas ver al médico— le dijo agarrándola de uno de los tirantes de su vestido para hacer que se levantara. A lo mejor era una mendiga, aunque no lo parecía, además el vestido blanco estaba impoluto y su rostro limpio y fresco.

La prueba de Eika ✔️ [Almas encadenadas: relato]Where stories live. Discover now