VII

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Día 7:

- ¡Hey! Idiota despierta.

- ¿Qué? ¿Quién eres?

- ¿Tú quién crees?

- Que bueno verte.

- Alto. Ni siquiera me estás viendo. Ya abre los ojos, te necesito vivo.

Finalmente mi amigo se había "recuperado" dentro de ciertos parámetros, pero estaba bien, y eso era todo lo que yo necesitaba.

Luego de platicar un rato con Santiago y otro con sus padres, quienes dijeron que saldría ese mismo día del hospital, me dirigí al callejón, que de día servía como lugar de tráfico y venta de productos ilegales y robados.

"¿Cómo diablos terminé metido en esto?" Me pregunte mientras caminaba erguido y serio a través de las calles llenas de vehículos, hasta llegar al barrio abandonado que le servía de mercado a los traficantes y vendedores que necesitaban de un par de centavos para sobrevivir otro día más.

Adela, ella era la razón de que estuviera ahí, dentro de pocos días todo aquello acabaría, el callejón, las peleas, las ventas ilegales... Todo, y solo quedarían ahí las personas humildes, de eso no tenía duda. Y quería evitarle cualquier conflicto a esa señora, que había sido la única que había creído en mi la primera vez que tuve una pelea en ese lugar, dejó en mi mente clavado un recuerdo que jamás podre borrar de mi memoria.

Era una noche realmente fría, mi abrigo negro era demasiado delgado para combatir el frío en aumento que aumentaba con el viento que se movía violentamente, dibujando nubes de polvo.

Sentada en la esquina donde comenzaba aquel callejón de la muerte, estaba sentada una señora de unos 65 años, vendiendo rosas, a pesar del lugar poco conocido en el que estaba, sus rosas se veían hermosas, nunca había visto ningunas iguales a esas, estaba a punto de pasar de largo, cuando ella habló:

- Si vas a pelear, deberías dejar ese abrigo, tendrás suficiente calor cuando empieces la pelea, y solo te servirá de estorbo. – dijo.

Una humilde sonrisa se dibujo en su rostro, sus anteojos brillaron con el resplandor del poste de luz que estaba en la esquina contraria, y me miró directamente a los ojos.

- Puedes dejarlo aquí – Continuó – no será molestia siempre que compres una rosa antes de irte.

Tome una moneda de mi bolsillo y se la puse entre las manos. De verdad agradecía que confiara en mí, porque si lo hacía ella, también podía hacerlo yo.

- Le prometo que compraré una rosa por cada pelea que gane en este lugar.

- Entonces seré rica dentro de poco tiempo. – Dijo dándome su bendición, y luego un golpe en el hombro.

- ¿Y eso por qué fue? – le pregunte sorprendido

- Te golpearán más fuerte allá afuera – contesto sabiamente. – Debes estar preparado, si reclamas por un pequeño golpe aquí... Allá afuera no van a defenderte como a un niño pequeño, todo depende de ti. Suerte muchacho.

Su sonrisa fue lo último que vi antes de dirigirme a la pelea. Cuando regresé, había ganado, y tenía algo de dinero en la bolsa, mi madre podría curarse y volver a casa.

- Gracias le dije. Cumpliré mi promesa. – le dije antes de retirarme y le pague un ramo de rosas que luego regale a mi madre junto con la paga de las medicinas y el hospital.

Ha pasado mucho tiempo desde que tuve mi primera pelea, pero no he olvidado la promesa que le hice a ella. Llevo mucho tiempo trabajando con mi madre en eliminar toda la delincuencia de este callejón, porque hay personas que realmente necesitan vender. Luego de contarle a mi madre sobre mis peleas aquí, sin importar el riesgo

comenzamos a descubrir quieres eran los principales jefes de aquel lugar, y finalmente, lo sabemos todo.

- Adela – digo a manera de saludo. ¿Cómo te esta yendo?

- No muy bien muchacho. Ya sabes, este lugar es poco conocido.

- Bueno... Vine a mejorar su día. – dije estirando mi mano con un sobre, que contenía dinero suficiente para que ella pudiera vivir al menos un par de semanas sin preocuparse por trabajar, solo mientras limpiábamos el callejón de delincuentes.

Mi madre, policía encubierta, encargada de identificar movimientos criminales, me había dicho que le entregara el dinero a Adela, pues sabía lo mucho que ambos le debíamos, y queríamos alejarla del peligro.

- No lo abra – dije – no hasta que llegue a su casa. Es para que tenga un poco de descanso mientras limpiamos este lugar.

- ¿Limpian? ¿De qué hablas muchacho?

- Ya sabe, eliminamos a los muchachos de este lugar, para que usted y otras personas honradas puedan vender en paz, sabemos que lo necesitan, así que los vamos a ayudar. Usted me ayudó mucho hace tiempo y ni siquiera se dio cuenta, ahora me corresponde ayudarle. Solo le pido que deje de venir, solo serán un par de semanas, luego todo será mejor para ustedes, lo prometo. Confíe en mi.

Ella me mira con rostro preocupado, pero no puedo fallarle, al contrario debo ayudarla, ella lo merece. Y eso haré, también le ayudara a April, mientras esos tipos estén sueltos, ella, Santiago, todos corren peligro y no voy a permitir que los dañen a ellos.

Después de despedirme de Adela, llamé a April, solo para hacerle una simple pregunta:

- April.... ¿Qué pensarías si te digo que estoy poniendo en juego mi vida?

Tras la ventana...Where stories live. Discover now