-¡Hey!- le grité sin moverme de mi lugar, apretando mis puños con fuerza.

Se giró hacia mí, incluso más sobresaltado que yo, y me inspeccionó de arriba a abajo rápidamente.

-¡Será mejor que te vayas!- seguí gritándole, completamente cabreado por mi mala suerte.

-¡Ni lo sueñes!- le escuché gritar a él del mismo modo.- ¡Yo llegué primero! ¡Vete tú!- negué con la cabeza, sintiendo cómo la furia comenzaba a recorrerme las venas.

-¡¿Estás loco!? ¡Tú eres el que no me ha visto! ¡Yo he llegado aquí antes!

-¡¿Y cómo puedo saber yo eso!? ¡Estás mintiendo!

-¡Claro que no! ¡Es la verdad maldita sea! ¡Vete por donde viniste!

-¡Déjame en paz!- si alguien nos hubiese visto desde afuera, de seguro habría pensado que éramos unos idiotas por gritarnos de esa manera tan infantil, pero creo que en ese momento ninguno de los dos estaba completamente en sus cinco sentidos.

-¡¿Qué diablos te sucede!?- seguí gritándole, ya sin poder controlar mi furia- ¡Por un puta vez quiero estar sólo! ¿¡Tan difícil es eso!? ¿¡Tan difícil te es entender!?- ahora que lo pienso, en realidad, mis reclamos no iban directamente para ese sujeto desconocido, era más una protesta general que le hacía a la sociedad de mierda que me hizo sentir menos en los peores momentos de mi vida.

Mi voz se quebró al final de aquel último grito desgarrador antes de que yo pudiera evitarlo, y sentí mis piernas flanquear. Hacía días que no comía ni dormía bien, así que supuse que aquello me estaba pasando factura. Me apoyé con las manos en el borde de la azotea, sintiéndome mareado, y me dejé caer de rodillas, respirando agitado con los ojos cerrados mientras que intentaba calmarme.

Era demasiado. Fue como si hubiese llegado a mi límite, pero a la vez como si no pudiera superarlo ni tampoco retroceder. Estaba estancado en ese lugar, en mi límite, y temía quedarme allí de manera permanente.

Pero fue un suave tacto sobre mi hombro cubierto por mi abrigo, lo que me hizo entreabrir los ojos con debilidad.

-¿Estás bien?- escuché que preguntaba el sujeto al que le había estado gritando como todo un lunático.

-No...- susurré sin levantar la mirada y con mis manos protegidas por guantes aún apoyadas en el borde de la azotea.- Quiero matarme.

Hubo un silencio luego de eso. Un silencio en el que mi mente se quedó en blanco por breves segundos. Recuerdo que sólo sentía la brisa fría de invierno estremeciendo mis músculos y aquella mano preocupada sobre mi hombro adormecido. Era curioso porque... antes sólo quería que aquel sujeto se alejara, pero su mano en mí hacía que una sensación de calidez se colara en mi pecho apretado por la oscuridad de mi vida que estaba apunto de terminar.

-También yo.- respondió luego de un rato.

Levanté mi rostro hacia él, totalmente sorprendido por lo que había dicho. Estaba arrodillado junto a mí sin quitar su mano de mi hombro, mirándome seriamente, y yo, sin saber bien por qué, aproveché nuestra cercanía para observarle con más detalle.

Su piel estaba bastante pálida al igual que la mía, y unas grandes ojeras se dibujaban debajo de sus ojos azabaches, los cuales eran muy oscuros; sin una pizca de brillo. Grandes y tristes. Tenía puestos unos anteojos de borde negro que le daban un rostro bastante caricaturesco y sus cejas y cabellos estaban despeinados y desalineados, al igual que su pequeña barba mal afeitada.

Suicidas (Rubelangel)जहाँ कहानियाँ रहती हैं। अभी खोजें