Capítulo 18 - Las cosas sucias se lavan

Comenzar desde el principio
                                    

Estoy pensando en comer un sándwich de helado —estúpida y tentadora nevera de Lena, que siempre tiene cosas deliciosas para provocarme— cuando llaman a la puerta.

Me dirijo hacia allí en lugar de a la cocina, sabiendo de antemano que se trata de Matt. No hay gente que visite a Lena además de Ryan, yo y ahora él, claro. Luke, solo que este verano no se ha aparecido por aquí. Sigo preguntándome por qué ella insiste en quedarse en esta casa a las afueras del pueblo en lugar de mudarse a Murfreesboro, donde realmente se encuentra su vida.

—Oh, mira quién está aquí, es Allie —Matt dice mi nombre de manera lenta, pausada, disfrutando cada letra.

Ruedo los ojos, sonriendo.

—Entra ya.

—Hola, bonita —se ríe, sacudiéndose los pies antes de entrar con su maleta colgando al hombro, lo usual.

—No me digas bonita —objeto, dirigiéndome hacia la cocina con él pisándome los talones.

Se detiene solo un segundo a ver que Grace habla por teléfono, ignorando su llegada, y luego continúa por el corto pasillo con paredes color crema que lleva hasta la cocina.

—Nada de brujita y ahora tampoco bonita —resopla, haciendo que lo mire con la ceja elevada.

Está haciendo un puchero con los labios.

—Tengo un nombre, ¿recuerdas?

—Vale, Allie bonita será entonces —dice, sonriendo de medio lado con satisfacción.

La playera azul marino que está usando se le adhiere un poco al cuerpo por el sudor. El calor está insoportable. Y gracias a eso, la noche que fui a buscarlo para disculparme por mi arrebato del día anterior, tuve todo un espectáculo de abdomen, espalda ancha y brazos fuertes desnudos. El deporte hace maravillas por algunos, maravillas que los demás podemos apreciar.

—Dije que nada de bonita —me cruzo de brazos—. O no te daré un sándwich de helado.

—¿Por qué no? —insiste, cruzándose de brazos también y mirándome con la barbilla alzada.

Hago un puchero con los labios, lo que provoca que por un segundo su mirada se pose en ellos.

—No quiero ser llamada igual que tus... novias —confieso, haciendo una mueca con la última palabra que he usado para sustituir cualquier otra inapropiada para oídos infantiles que hiciera una mejor referencia.

Para finales de mi primer mes en la universidad yo había visto a Matt un par de veces en la residencia mixta donde ambos vivimos, había escuchado también rumores sobre chicas acostándose con él, varias fueron mis vecinas de dormitorio. Él es muy atractivo, pero nunca me importó realmente, su existencia me daba lo mismo. Eso hasta que una mañana, cuando volvía del gimnasio, me lo encontré en las escaleras y él me coqueteó descaradamente. Exactamente "Hola, bonita" fueron las primeras palabras que él me dijo.

—No tengo novias —dice, mirándome con la cabeza ladeada, como estudiándome.

—Ay, sabes a lo que me refiero Matt —entorno los ojos y él no entiende o finge no hacerlo, así que decido ser explicita—. Tus conquistas, tus polvos, tus chicas de un ratito... No me llames como a ellas.

Él sofoca una carcajada, se descuelga la maleta del hombro y la deja en el piso antes de acercarse a mí. Le miro un poco molesta porque me hiciera decirlo en voz alta, creo que mis mejillas incluso podrían estar rojas. Se inclina hacia mí hasta que la punta de su nariz toca la mía, está mirándome con diversión.

—¿Qué? —le digo, entrecerrando los ojos hasta dejarlos convertidos en dos rendijas en mi cara.

Así de cerca, el azul de su mirada, enmarcada por el velo de las largas pestañas, parece bastante más impresionante.

UnplannedDonde viven las historias. Descúbrelo ahora