Capítulo 7

4.5K 199 5
                                    

Era la primera vez que iba al aeropuerto, y estaba aterrada. La mareante emoción del encuentro con Axel no superaba lo aterrador que llegaba a ser subirme a un avión. Viajaría con otras tres chicas seleccionadas, así que intenté controlar los nervios. No quería sufrir un ataque de pánico delante de ellas.

Había intentado memorizar los nombres, las caras y las castas de todas las seleccionadas pero por los nervios solo se me habían pegado algunas.

Así que mejor pensé en los mejores momentos con mi família. Me había pasado la mayor parte de la infancia jugando con mi hermano... mi hermano no pudo despedirse de mi por que tenia mucho trabajo pero una semana antes me había dicho que cuando nos volviéramos a ver yo seria una uno y vestiría elegantes vestidos, de alguna forma el confiaba en mi pero yo ya no estaba segura ¿Cómo me había metido en aquello? Un mes atrás me sentía segura de todo lo que pasaba en mi vida, y ahora no quedaba nada familiar en ella. Un nuevo hogar, una nueva casta, una nueva vida. Y todo por un papel y una foto.

Hice acopio de valor para enfrentarme con todo lo que se me venía encima. Afrontaría todo lo que se pusiera en mi camino. El palacio sería mi santuario.

Una media hora más tarde, dos chicas vestidas con una camisa blanca y unos pantalones negros como los míos atravesaron las puertas con sus asistentes, que les llevaban las bolsas. Ambas sonreían. Era el momento de cumplir mi promesa. Respiré hondo y me puse en pie para darles la mano.

-¡Hola! -saludé, animada-. Yo soy Aeryn.

-¡Ya lo sé! -respondió la chica de la derecha. Era una rubia con ojos marrones. La reconocí inmediatamente como Marlee Tames, de Kent. Una Cuatro. Creo que mi cerebro se había dignado a trabajar.
Cuando no hizo caso de mi mano tendida me ruborice de la vergüenza pero enseguida se echó adelante y me dio un abrazo sin pensárselo dos veces.

-¡Oh! -dije.

Aquello sí que no me lo esperaba. Aunque Marlee era una de las chicas que tenía cara de buena persona, mamá llevaba toda la semana advirtiéndome de que considerara a todas aquellas chicas enemigas. Así que ahí estaba, esperando como mucho un saludo cordial por parte de unas chicas dispuestas a luchar a muerte por alguien a quien yo no conocía, y lo que recibí fue un abrazo.

-Yo soy Marlee. Esta es Ashley.

Sí, Ashley Brouillette de Allens, una Tres. Ella también tenía el cabello rubio, pero mucho más claro que el de Marlee, y unos ojos azules de aspecto delicado que le daban a la cara una imagen serena. En comparación con Marlee, parecía frágil.

Ambas eran del norte; supuse que por eso habían venido juntas. Ashley me hizo un gesto con la mano y sonrió, pero eso fue todo. Yo no estaba segura de si era porque era tímida o porque ya estaban analizándonos. Tal vez es que era una Tres de nacimiento y sabía comportarse mejor en público.

-¡Me encanta tu pelo! -exclamó Marlee.

-El tuyo es hermoso- conteste sonriente.

A pesar del día asqueroso que llevaba, Marlee hablaba con tal desparpajo que no puede evitar sonreír.

De ahí pasamos a una conversación distendida sobre lo que nos hacía enfadar y lo que siempre nos hacía recuperar la calma. A Marlee le gustaban las películas, y a mí también, no tanto como ella pero teníamos algo en común. Hablamos de actores guapísimos, algo que resultaba extraño, ya que nos disponíamos a integrarnos en el grupo de novias de Maxon.

Ashley soltaba alguna risita tímida de vez en cuando, pero nada más. Si le hacíamos alguna pregunta directa, daba una respuesta breve y volvía a su sonrisa comedida. Marlee y yo nos llevábamos bien, y aquello me dio esperanzas de que al final de la aventura al menos hubiera ganado una amiga, me gustaba como Princesa y si habían mas chicas así no conpetiria ckn ninguna, solo haria mi luchita.

Aunque probablemente hablamos más de media hora, el tiempo se nos pasó volando. No habríamos dejado de hablar de no haber sido por el claro sonido de unos tacones repiqueteando contra el suelo. Las tres nos giramos al mismo tiempo. Marlee abrió la boca tan de golpe que oí el ruido de sus labios.

Una morena con gafas de sol se dirigía hacia nosotras. Llevaba una margarita en el pelo, pero teñida de rojo para que hiciera juego con su pintalabios. Contoneaba las caderas al andar, y sus tacones de siete centímetros acentuaban su paso decidido. A diferencia de Marlee y de Ashley, no sonreía.

Cuando llegó a nuestra altura, Marlee la saludó alegremente, intentando mostrarse amistosa, pese a aquella puesta en escena. Celeste se limitó a mirarla brevemente y suspiró.

-¿Cuándo nos vamos? -preguntó.

-No lo sabemos -respondí involuntariamente.

Mi torpeza que llevaba guardada hace una semana empezaba a asomarse. Yo debía evitar a chicas como ella para no tener problemas y lo primero que hacía era meter la pata.

Me barrió con la mirada y lo que vio no le impresionó nada.

Como si estuviera esperando su momento, por una puerta a nuestra izquierda apareció un hombre.

-Me han dicho que las cuatro chicas seleccionadas están aquí. ¿Es cierto?

-Desde luego -respondió Celeste con una voz dulce. El hombre se quedó algo azorado, se le veía en los ojos. Vaya.

El capitán hizo una breve pausa y luego reaccionó:

-Bueno, señoritas, si me quieren seguir, las llevaremos al avión y a su nuevo hogar.

Celeste decidió pasarse el vuelo durmiendo, lo cual agradecimos. A Ashley le instalaron un escritorio plegable y ya estaba escribiendo cartas sobre su aventura. Bien pensado, lo de llevar papel.

Cuando aterrizamos, todo estaba en silencio. Recorrimos el trecho entre el avión y la terminal flanqueadas por unos guardias. Pero cuando se abrieron las puertas, nos encontramos con un estrépito de gritos que rompían los tímpanos.

La terminal estaba llena de gente que gritaba y nos jaleaba. Nos habían abierto un camino con una alfombra dorada flanqueada de postes y una cuerda a juego. Por la alfombra, a intervalos regulares, había guardias que echaban nerviosas miradas a su alrededor, preparados para golpear al primer indicio de peligro. ¿Es que no tenían cosas más importantes que hacer? Por fortuna, Celeste iba por delante y se puso a saludar.

Enseguida supe que aquella era la respuesta correcta, no la de encogerse. Volví a pedir al universo que mi torpeza no se volviera a asomar. Y como las cámaras estaban ahí para captar todos nuestros movimientos, agradecí doblemente no ir en primera fila del grupo. La multitud estaba extasiada. Aquella sería la gente que tendríamos más cerca, y todos estaban impacientes por ver a las chicas que llegaban a la ciudad.

Una de nosotras sería algún día su reina. Me giré una docena de veces en cuestión de segundos al oír mi nombre por toda la terminal. También había carteles con mi nombre. Estaba atónita. Allí ya había gente que no era ni de mi casta ni de mi provincia que esperaba que fuera yo la escogida.

Aun así me puse a saludar incansablemente, quería que la gente obtuviera algo de mi, aun así fui rápida para evitar a Celeste. Yo fui la segunda en terminar y la ultima fue celeste saludando y firmando autógrafos que no le correspondían.

Al subir al coche vi la cara de hastío de Celeste, pero no me importó. Aún estaba impresionada de ver lo rápido que me había adaptado a algo que tanto me asustaba solo un momento antes. Había superado las despedidas, había conocido a las primeras chicas, había tomado mi primer vuelo y me había relacionado con las fans. Y todo sin hacer nada que me dejara en mal lugar. Que día tan intenso.

Pensé en las cámaras que me seguían por la terminal y me imaginé a mi familia viendo por televisión mi llegada. Esperaba que estuvieran orgullosos de mí.

UNA NUEVA SELECCIONDonde viven las historias. Descúbrelo ahora