48.- Adiós a la tragedia

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Su delgado cuerpo tiembla un poco bajo la gran camiseta que tiene puesta, una color damasco que Eitan suele usar. Los chicos me miran esperando alguna reacción, Scarlett estira sus manos en mi dirección rogándome con la mirada que la salve del pequeño chico.

—¿Ha dicho algo?— Yves niega y me lanza una manta sucia, el olor del chico está impregnado en el. Usaron una de mis mantas para limpiar su cuerpo, genial. Dejo caer el ahora sucio trapo junto a la entrada y me acerco a Scarlett y al lobezno.— ¿Y la cadena que tenía en el cuello?

—Se la quitamos una vez se tranquilizo y volvió a ser humano, su cuello está muy lastimado.— Eliot mira al muchacho con visible lastima, ninguno se puede imaginar las cosas por las que ha tenido que pasar durante su tiempo con los vampiros.— apenas lo limpiamos y colocamos la camiseta se aferro a Scarlett.

—Debe sentirse seguro cerca de ella.— Tomo me ayuda a mover la mesa de centro a un lado para hacer espacio, mi pelirroja recoge sus pies sobre el sillón obligando al chico a soltarla un poco.

Eitan desaparece por el pasillo que lleva a la cocina, algunas luces se apagan y regresa cargando una bandeja con galletas y tazones humeantes. Eliot lo ayuda a repartir y toman asiento en el sofá y sillón. Sostengo la taza del lobezno ya que no la quiso recibir de manos de Eliot, el ruido proveniente de su estomago y el movimiento de su nariz en dirección a los olores que desprenden los alimentos le hacen ver aun más indefenso.

Con cuidado, me siento cerca de él usando el espacio en el centro de la sala. Los demás, incluyendo a Scarlett, sorben de sus bebidas calientes y muerden las galletas, en el caso de Eliot como un hámster. Observando al pequeño lobo me siento como un viejo junto a su nieto, que no quiere dejar las faldas de mamá y llora cuando te ve. Soplo sobre mi tazón y tomo un poco del líquido caliente, Eitan tiene la costumbre de hacer las cosas muy dulces.

—¿Crees que sepa hablar? Por cómo se movía cuando llegamos parece más una mascota que un niño alejado de sus padres.— Yves, extrañamente, asiente a las palabras de Tomo.

—Supongo que ahora nos haremos cargo de este enano, tienes corazón de abuelita, mocoso.— el moreno bufa enojado, por alguna razón, y se pone de pie para atravesar la sala y encerrarse en su habitación. La puerta suena fuerte al cerrar y el lobezno da un brinco asustado.

—Está celoso.— los chicos hablan completamente coordinados, con sonrisas disimuladas terminan de beber de sus tazones y se colocan de pie seguidos por Scarlett que logra separar al lobezno de ella. El chico parece minúsculo enrollado junto al sillón, con un movimiento de la mano les indico a todos que se retiren. Mi pelirroja asiente y atraviesa la casona hasta la que se volvió mi habitación mientras que los chicos se guarecen en sus cuartos con el cansancio pintado en los rostros.

Ahora que todos se han ido a dormir (espero) puedo tratar con el pequeño chico tembloroso, dejo la taza con chocolate cerca de él por si se anima a comer y me quedo observándolo. La piel de sus piernas y brazos está prácticamente pegada a sus huesos, con lentitud y para no asustarlo acerco mi mano a la orilla de la camiseta y la levanto un poco. Sus costillas están demasiado visibles, este chico esta en un peor estado que Yves el día que lo encontramos.

—Debieron tratarte muy mal.... — murmuro lo más bajo que puedo, se que los chicos aun podrían oírme pero tal vez entiendan que esta es una conversación privada y centren su atención en otras cosas, como dormir.— Mi nombre es Tatsuya, como espero te des cuenta esta pequeña zona me pertenece y los chicos que viste antes son parte de mi manada.

Sigo hablando despacio, no hay mas sonidos además de mi vos dentro de la casona por lo que incluso susurrando se oye fuerte. El pequeño chico me mira a través de todo su cabello, sigue aferrado al sofá pero al menos giro su rostro en mi dirección.

Aun si no me escuchas Where stories live. Discover now