—Vístete, Eleanor. Rápido —le ordenó en voz baja. Se puso los vaqueros y la camiseta en el momento en que el chirrido de los viejos goznes del portón anunciaba que alguien estaba entrando.

 No había necesidad de asomarse a la ventana para ver de quién se trataba, reconoció al instante el motor del todoterreno de Landon.

 —Mierda —murmuró entre dientes. Se pasó una mano por el pelo, tratando de reflexionar. Cogió la pistola y se la metió en la cintura de los pantalones.

 —¿Qué sucede? —Eleanor ya estaba vestida y estaba tratando de arreglarse el pelo frente al espejo—. ¿Es tu madre? —sólo de pensar cómo podría reaccionar aquella mujer horrible si la pillaba allí, se le revolvía el estomago.

 —Peor aún —respondió Kyle, agitado—. Por favor, siéntate en el escritorio y haz como que estudias. Coge unos libros, dibuja, pero no salgas de la habitación bajo ningún concepto.

 —Me estás asustando.

—Quédate quieta y bien calladita —repitió él.

 Sin dar más explicaciones, acudió a abrir; Landon estaba llamando a la puerta como si quisiera echarla abajo.

 —¡Ya voy! —gritó Kyle, intentando mantener la voz firme. Su rostro no dejaba traspasar ninguna emoción cuando se encontró cara a cara con el hijo de Seth—. ¿Qué demonios haces aquí?

 —Pasaba por aquí y he pensado en que podía parar a saludarte —respondió Landon con una mueca. Entró en la casa y, a juzgar por sus gestos rápidos y nerviosos, debía estar colocado. Kyle lo dejó trastear en la cocina mientras buscaba algo de comer y de beber.

 —¿Hoy no te quedan sobras? —preguntó, con la cabeza en la nevera.

 —No. Mi madre ha ido al pueblo a visitar a su hermana —respondió Kyle, mirando su cuarto de reojo. Esperaba que Eleanor no hiciese ningún ruido.

 Landon se asomó desde la cocina con un plato lleno de pimientos asados en la mano.

 —¿Entonces estás solito en casa?

 —Sí.

 —Pues entonces he venido a traerte buenas noticias —anunció Landon—. Pero antes necesito comer algo.

 Kyle lo siguió a la cocina y lo observó, nervioso, mientras abría la despensa para coger el pan. Puso todo sobre la mesa descuidadamente y despedazó el pan sin cortarlo, tirando migas por doquier. Luego bebió agua directamente de la botella, con la boca pringosa del aceite de los pimientos.

 —Estás muy callado —dijo con la boca llena—. Y como siempre, tienes cara de capullo. Crees que pones cara de chico duro, pero no. Es la cara de un auténtico capullo.

 Kyle no entró a la provocación.

 —Mira tengo que estudiar. Dime lo que tengas que decirme y déjame en paz.

 Landon lo miró con desprecio, a continuación eructó.

 —Te sienta bien esa cicatriz en la cara. Si quieres, te hago una igual en el otro lado.

 —He prometido a Seth que no te seguiría el juego. Pero no pongas a prueba mi paciencia —replicó Kyle. Si Eleanor no hubiera estado en la otra habitación, habría sido el momento adecuado para devolvérselas todas juntas.

 El otro levantó las manos como si se rindiera.

 —Ah, si se lo has prometido a mi padre, me conformaré —comentó, sarcástico—. De todas formas, esta vez le he demostrado que no soy tan estúpido como él se cree. Mientras tú estás aquí, dándotelas de colegias, yo he resuelto un problema bien gordo.

Die TogetherWhere stories live. Discover now