—Hasta hace un año o así, pensaba que lo más importante eran las cosas que me habían enseñado desde que nací —comenzó—. Creo que puedes intuir cuáles son.

 Eleanor asintió, a pesar de que ni por asomo estaba segura de saberlo. De ese mundo conocía, como mucho, las noticias que había leído en los periódicos o había visto en la tele de pasada. Tan distante de su propio mundo que nunca lo había considerado algo real.

—Mi padre fue asesinado en un ajuste de cuentas —continuó Kyle, sin rastro de emoción en la voz—. Y desde ese día he crecido con la idea de vengarlo. Es lo que hay que hacer. Ojo por ojo, diente por diente.

 —Y siempre se repite la misma historia —comentó ella.

 —Son las reglas, a mí me parecían bien —explicó Kyle—. Sabía que tendría una vida simple: obedecer las órdenes, ganarme el respeto de los demás, hacerme un hueco en el seno de... el grupo.

 —¿Simple?

 Kyle asintió: —Si estás dentro, lo es. Sigues la corriente y, en cierto sentido, los demás deciden por ti. Tan sólo tienes que intentar mantenerte vivo el mayor tiempo posible.

 —¿Y qué es lo que ha cambiado?

 —Me matriculé en bachillerato artístico porque era más fácil. Había que estudiar menos, muchas asignaturas prácticas, ya sabes —respondió Kyle—. Podía faltar todo lo que quisiera y a nadie le importaba. Pero en lugar de eso, cuanto más tiempo pasaba, menos ganas tenía de faltar. Me gustaban las clases y me gustaba dibujar.

 —Bueno, eso es genial. Y eres muy bueno —exclamó Eleanor entusiasmada. No se le escapó su expresión interrogante—: He visto el artículo sobre el espectáculo de la cárcel.

—¿Eso también lo sabes? —murmuró él con inquietud.

 —Sí. Pero no sé cómo tomármelo —respondió ella, mientras pinchaba la pasta que ahora tenía en el plato.

 —Si me juzgases y no quisieras volver a verme, lo entendería —dijo Kyle—. Pero para mí ése es un capítulo cerrado, ya he pagado mi deuda. Tan sólo quiero explicarte por qué me he comportado de una forma tan absurda contigo.

 —No soy quién para juzgar —replicó ella—. Sólo querría que, por una vez, fueras sincero.

 —De acuerdo —la miró un instante a los ojos—. Esto fue lo que sucedió: mis notas eran tan buenas que Seth pensó inmediatamente que yo sería el cerebro de la familia.

 —¿Quién es Seth?

 —Era el mejor amigo de mi padre. Y es el jefe de... el grupo —respondió él—. Prácticamente me adoptó y para mí siempre ha sido como un segundo padre.

 —¿Me estás diciendo que el boss responsable de la muerte de tu padre era también su mejor amigo y que ahora te trata como a un hijo suyo? —dijo Eleanor con incredulidad.

 —La muerte forma parte del juego. 

 —Eso sí que puedo entenderlo.

 —La cuestión es que Seth tiene puestas en mí muchas expectativas y yo no quiero decepcionarlo —concluyó Kyle—. Por eso no soy libre.

 Eleanor no alcanzaba a entenderle.

—¿Qué tiene que ver Seth con el hecho de que vayas a casarte?

 Kyle se sirvió un poco de vino tinto en el vaso. Una gota cayó sobre el mantel blanco y se derramó como si se tratara de tinta color sangre. Bebió un par de sorbos, probablemente para tomarse su tiempo para pensar la respuesta que tanto le atormentaba.

Die TogetherWhere stories live. Discover now