—Soy su madre.

 Tendría que haberlo visto venir. A pesar de la estatura y de la tonalidad del pelo y de la piel —ella lo tenía teñido de rubio oscuro y la tez más clara— se parecían en la mirada y en los gestos.

 —Me llamo Eleanor Becket —se presentó ella, tendiéndole la mano derecha.

 La mujer no se la estrechó, sino que continuó mirándola fijamente.

 —Todavía no me has respondido. ¿Qué quieres de mi hijo?

 Pronunció la palabra «mi» con tanto énfasis que parecía que se estuviera refiriendo a una propiedad privada y no a una persona.

 —Verá, estamos haciendo juntos un trabajo y hoy no ha venido al instituto, por eso quería saber cuándo podríamos quedar para terminarlo... —respondió Eleanor, cada vez más insegura de que aventurarse hasta allí hubiera sido buena idea. Si Kyle hubiera estado en casa, su coche estaría aparcado en el patio, él habría escuchado su voz y habría salido para encontrarse con ella. Pero no, estaba claro que su madre estaba sola.

 —Mi hijo no dice a nadie dónde vivimos —replicó la mujer. Cada uno de sus gestos expresaba una hostilidad abierta, como si Eleanor fuese alguna clase de insecto desagradable que se pudiera eliminar con un par de manotazos—¿Cómo has conseguido esta dirección?

 Eleanor titubeó. No quería meter al secretario del instituto en problemas.

 —Me la ha dado él, de verdad.

 —¿Te ha dado la dirección de casa y no el número del móvil? —le espetó la otra con tono escéptico—. ¿No habría sido más fácil llamarlo que venir hasta aquí? Niña, tú tienes que contarme qué es lo que quieres de mi hijo.

 —No quiero nada, tan sólo hablar con él.

 Eleanor sentía que no se merecía ni un interrogatorio así ni ese tono, pero no quería ser maleducada con la madre de Kyle.

 —Tienes que dejarlo en paz —dijo ella—. No es asusto tuyo. Mantente alejada de él y no vuelvas más por aquí. ¿Te enteras?

—Señora, ahora está exagerando —dijo Eleanor, herida—. Usted ni siquiera me conoce, yo sólo quiero preguntarle acerca del trabajo...

 La madre de Kyle sonrió por primera vez. Era una sonrisa sin alegría, ensombrecida por la sospecha y el hastío, seguida por un gesto de rabia. Eleanor se sintió escrutada por aquellos ojos, que habían dejado de recorrerla de arriba abajo para mirarla directamente a los suyos.

 —Yo también soy una mujer, qué te has creído —dijo, como si eso lo explicara todo.

 Eleanor parpadeó, esperando algún comentario que aclarase aquella afirmación, tan obvia como extraña en ese contexto.

 —No me entiendes, ¿eh? —continuó la madre de Kyle—. Entonces te lo explicaré, pero tienes que prestar atención, porque no quiero verme obligada a repetirlo todo.

 Eleanor bajó la mirada, confundida. ¿Eran imaginaciones suyas, o en aquella frase había una amenazada velada?

 —A ti te gusta Kyle.

 —Eso no es... —intentó protestar Eleanor, pero la mujer la interrumpió con un gesto seco.

 —¡Cállate! —exclamó—. Eres una niña ingenua si crees que él querría algo con alguien como tú. Y de todas formas ya tiene novia, se casará el año que viene.

 Eleanor contuvo la respiración. Estaba mintiendo. Aquella mujer horrible estaba intentando alejarla de su hijo por todos los medios.

 —No es cierto.

Die TogetherDove le storie prendono vita. Scoprilo ora