Capítulo 3: Misterio

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Un don juan capturado bajo el hechizo de unos bonitos rizos color miel. No esperaba que sucediera tan pronto, creí que era una más...

—Ya perdí la cuenta. Pero todas ellas fueron algo pasajero, con Amaia es diferente. Es que cuando ve esa belleza hasta siento el aleteo de las mariposas en el estómago. ¿Nunca te ha pasado? Porque yo creí que eso eran solo cuentos de viejos, pero es real —su voz ha sido tan sincera que comienzo a pensar que esa tal Amaia lo ha embrujado. ¿Mariposas en el estómago?

— ¿No te golpeaste la cabeza al despertar hoy? —mi pregunta lo hace arquear una ceja, desconcertado—. No es normal en ti que andes divulgando tus sentimientos, ¿debería preocuparme?

Bufa con desgana.

—Creo que sí. ¿Yo también estoy muy preocupado? Este no soy yo. Yo no soy así. ¡Al carajo!, me siento como una ensalada de frutas —su rostro está dividido entre la frustración y el miedo.

—Y es solo el comienzo —la voz de la señora Tomasa lo hace dar un salto sobre la silla.

La mujer tiene una audición increíble, un movimiento en la cortina de flores y entra a la cocina donde nos encontramos. Es una mujer de piel oscura, de barlovento con un cuerpo voluptuoso por naturaleza y risos pegados a su cuero cabelludo. Ni una sola cana, no parece ser la abuela de Thomas más bien su madre.

—Tú te imaginas Nick, cuando empiece: "si mi amor, lo que tú digas"

La señora Tomasa imita la voz de alguien sumiso. El papel periódico y lo poco que hecho con él cae al suelo, me sostengo de la silla mientras rio hasta que siento que me falta el aire e inhalo por la boca. La cara de Thomas es indescriptible.

—Porque hasta hace poco dijo: —su abuela hace una buena connotación del tono de voz de su nieto— un tipo como yo amarrado a una mujer, jamás. ¿Tú recuerdas verdad?

Asiento sin poder parar de reír.

—Vieja por favor, no golpees mi ego de esa manera. Hoy amanecí sentimental, estás hiriendo... —suplica Thomas con cara de borrego que va al matadero.

— ¿Sentimental? Ah, es que ahora tienes sentimientos —replica la señora con diversión. Se mueve por la cocina, enciende una hornilla para hervir agua—. El hombre que cambia de novia como cambiar de calzones.

—Es como si se hubiera rehabilitado de algún vicio —lanzo una daga contra su ego también.

La estruendosa risa de Tomasa se desliza rimbombante por toda la casa.

Thomas persigue a su abuela por la cocina hasta abrazarla por la espalda.

—Tenme un poquito de compasión, vieja. Yo sé que dije muchas cosas estúpidas, no necesito que las recuerdes ahora —musita en un ronroneo infantil con la mejilla hincada en el hombro de su abuela.

La mujer toma grande bocanadas de aire antes de hablar.

—Así te quería ver —la señora Tomasa habla con altivez—. Ya quiero conocerla, porque si te ha cambiado tanto para dejar tu promiscuidad a un lado... —le jala una oreja.

—Auch —chilla Thomas, pero no suelta la cintura de su abuela.

—Eso quiere decir que es la indicada —el olor a café impregna toda la cocina, un aroma sublime—. ¿Cuándo me la traes para conocerla?

—Cuando sea su novia, porque ni la ha saludado —respondo cuando él no dice nada.

El amor es como la magia, cambia a las personas. Tengo una prueba fidedigna frente a mí.

—Ah, no. Eso sí que no. No recuerdo tener un nieto cobarde—. Lo regaña. — ¿Cuándo la vas a invitar a salir?

Él la suelta.

Busco las tazas para el café en los gabinetes aéreos.

Mi hermana entra a la cocina, lleva una estrella de David en un colgante, eso no estaba allí. ¿Por qué mi hermana necesita más protección? Esto no me gusta nada, si tan solo me dijera lo que sucede.

—Estoy segura de que será muy pronto —mi hermana está muy entusiasmada.

Fue su idea ir a la floristería de su compañera de estudio, su excusa fue Amaia, pero tengo la sensación de que no es solo para emparejar a Thomas con la chica. Es algo más, tiene que ver con que ahora use una estrella de David como protección.

La señora Tomasa ha servido el café y me ofrece una humeante taza. Aspiro el aroma. Que delicia.

—Gracias —musito.

— ¿Hablaste con ella? —pregunta Thomas ansioso.

Tomo un trago y me quemo la lengua.

—Sí, tengo su número y quedamos en ponernos de acuerdo para reunirnos —sopla sobre la taza en sus manos y le da un pequeño sorbo.

—Escríbele —ordena Tomasa.

— ¿Tan pronto? —es divertido ver su cara aterrada.

— ¿Qué más vas a esperar? Tengo su número, lo ideal es que le escribas —dice Cristal.

La discusión sigue su curso. Tomasa gana la contienda, antes de que a su nieto se le ocurra cualquier otra excusa para postergar escribirle a Amaia. De verdad, que lo trae embobado.

Termino mi café hasta que no queda ni una sola negra gota por ingerir.

—Bueno. Bueno. Ya es suficiente. —Thomas retiró la taza de las manos de su abuela y mi hermana. Rodea el mesón hasta el fregadero. — Porque no nos cuentan que se traen entre manos ustedes dos.

Mi hermana y Tomasa cruzan una mirada de complicidad. Ninguna de las dos hablará.

—Nada que les importe —dice Tomasa.

Mueren lentamente mis esperanzas de conocer en que se está involucrando Cristal. No puedo evitar preocuparme. Ella es frágil, no físicamente es más de manera espiritual... aunque su manera de vestir siempre de negro y usar ese excesivo delineador oscuro la hacen ver fuerte, segura, peligrosa... todo lo contrario, es una manera de protegerse y evitar mostrar sus debilidades.

— ¿No nos dirás que tramas? —cambio el tema, no me gusta que me oculte cosas. — ¿Por qué la estrella?

—No estoy tramando nada —. Su tono es poco convincente. Se acaricia el pecho donde descansa la estrella—, nunca esta demás tener una.

Punto para mi hermana.

—Quizás debamos ponerte una a ti también, por precaución —sugiere la señora Tomasa—. En cuanto a ti, no tienes opción llevarás una te guste o no—. Refiriéndose a su nieto.

Lo mejor es no llevarle la contraria.

—Supongo que está bien —ella es una mujer con dones muy particulares, al igual que mi hermana. No me queda más que confiar en ellas.

 No me queda más que confiar en ellas

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Sangre Maldita (Trilogía- Más allá de la muerte 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora