Uno

42.8K 3.3K 236
                                    

Hace casi dos semanas que dejé Ryts, pensaba que con renunciar el olvido sería más sencillo, pero no. Matías hizo todo más difícil. Aquel beso jamás tendría que haber sido, eso solo aumentó el dolor.

Cada día que pasa, recuerdo aquellos cálidos labios sobre los míos, esos que me hicieron sentir por un instante que dentro de él hay un corazón latiendo, esperando que alguien sea capaz de activar sus sentimientos. Lamentablemente no he sido yo, tal vez no soy lo suficientemente buena para esto.

Matías me ha llamado varias veces, las mismas que yo no le he contestado. No hay nada que me diga que me pueda hacer volver. No quiero que sienta lástima por mí, no es lo que una chica enamorada espera sentir. Lo que yo quiero ahora es que él sienta lo mismo que yo, pero como no lo siente... no me queda más remedio que aprender a vivir con el dolor de amar sin que me amen.

Este dolor es peor que un golpe, que una herida real, pues cuando la herida es verdadera sabes que pronto va a sanar. Pero en este caso, no tienes la certeza de que realmente vayas a sanar alguna vez, no sabes cuánto va a demorar.

Tomo mi computador y me voy al patio. Me siento en mi lugar de costumbre para revisar algunos datos de trabajo. En la mayoría de los avisos piden al menos un año o dos de experiencia. ¿Por qué las empresas no quieren contratar a gente como yo que viene saliendo de la universidad? Lo peor es que las pocas opciones que hay, donde no piden experiencia, no pagan lo que realmente vale el trabajo que tengo que desempeñar.

Miro mi celular, Matías me está llamando otra vez. Como siempre decido ignorar. Luego de un rato me llega un mensaje de voz. Decido revisarlo, para consolarme al menos escuchando su voz. Debo ser muy masoquista en verdad.

«Catalina, deja de actuar como una niña, por favor contesta o abre la puerta»

—¿Qué? ¿Matías está a fuera?

Pienso por un instante en que esto es un engaño ¿Qué tiene él que hacer fuera de mi casa? Mi corazón comienza a agitarse en mi pecho de solo pensar en ver a Matías nuevamente. Mi mente revive los últimos momentos en que estuve con él y toco mis labios, recordando el fugaz beso que me dio.

La curiosidad me gana y decido mirar por la ventana. Ahí está él, en su hermoso auto negro. Paciente mirando su celular. Podría estar mirándolo todo el día, si no doliera tanto. Retrocedo para que no me vea, dudo por un momento, no sé si salir o no. No creo que lo mi confesión de hace dos semanas haya cambiado los sentimientos de Matías, él no cambiaría con nada de lo que yo pudiese decir.

Luego de pensar un instante, decido salir. Es necesario acabar con esto de una buena vez por todas. Ahora que Matías no es mi jefe, no hay nada que me pueda frenar para decirle todo lo que me he guardado.

Abro la puerta y al verme baja del auto y se acerca a mí.

—Catalina, por fin —dice al verme.

Agacho la cabeza, pero puedo ver un leve gesto de alegría en su rostro al verme tras la puerta. Verlo trae a mi memoria las locuras que he hecho por aquel hombre, que ya no lleva su traje, sino más bien una tenida casual. Aquellos jeans y la camisa blanca le sientan perfectos. Comienzo a temer por mi integridad y por mi fuerza de voluntad en este momento. Se acerca a mí con una sonrisa e intenta saludarme con un beso en la mejilla, pero yo retrocedo.

—Hola—. Lo saludo fríamente—. Prefiero evitar el contacto físico.

—Entiendo. Catalina necesitamos conversar. ¿Puedo pasar?

—¿Es necesario? —dudo.

—Sí, han quedado demasiadas cosas pendientes entre nosotros —aclara.

Lo dejo pasar y lo invito al patio, a mi lugar de reflexión, de tranquilidad. Matías camina en silencio, como si estuviese pensando en todo lo que debe decirme. Nos sentamos en la banca junto al árbol de cerezos que ya no está florecido, producto del verano.

—Catalina ¿Por qué no contestas mis llamadas? ¿Por qué te fuiste de la empresa? —pregunta Matías.

—No quiero hablar contigo Matías, ya no tiene sentido. Y la segunda pregunta... Ya sabes la respuesta: No quiero seguir ilusionándome con algo que no puede ser.

—Lo sé, pero sabes perfectamente que no es solo por eso que te fuiste de la empresa, no quiero creer que haya sido solo por mí. Catalina, yo nunca te di esperanzas de poder tener algo contigo. Si algo de lo que hice tú lo interpretaste mal, de verdad discúlpame.

—¿Por eso vienes, cierto? Porque tienes lástima de mí.

—No, no siento lástima por ti, en realidad sigo pensando que no deberías haberte enamorado de mí. Ya te lo he dicho otras veces, no puedo amar a nadie más. En realidad vengo porque quiero intentar convencerte de que vuelvas a Ryts. No quiero que por mi culpa, por lo que yo haya hecho o dicho, tú estés fuera de mi empresa.

—¿Entonces es porque te sientes culpable? —cuestiono.

—En parte sí, no te lo voy a negar. No sé qué hice para generar esos sentimientos hacia ti, pero creo que, como adultos que somos, podemos superarlo, volver a trabajar juntos.

—No sigas con esto. Si yo me salí de tu empresa fue para olvidarme de ti, para que este maldito sentimiento no siga doliendo.

Matías agacha la vista. Puedo ver el sentimiento de culpabilidad en su mirada y sé que no es más que lástima lo que siente por mí, eso me hace doler el corazón y decido pedirle que se vaya, que me deje sola. No quiero más sufrimiento.

—Matías, yo aún te quiero. Lo que siento no se olvida en un día o dos. Tener que verte todos los días no me va a ayudar. Prefiero trabajar en otro lado.

—¿Ya tienes trabajo?

—Aún no, pero lo voy a tener.

—No es necesario que busques. Pero si quieres, te puedo dar alguna recomendación o conversar con mis contactos para que...

—No necesito tu ayuda, no quiero nada que me recuerde a ti.

El rostro de Matías evidenciaba consternación. Nada de lo que decía lograba romper la fortaleza que había creado para mí, aunque por dentro me estaba muriendo por ganas de besarlo, de abrazarle y recordarle que lo amo aún con todas mis fuerzas y que bastaría un pequeño gesto sincero de cariño para que yo me olvidara de todo lo que había pasado antes. Sin embargo, nada cambiaba. Él estaba ante mí porque se  sentía culpable, para reparar en parte el daño hecho y tener la conciencia tranquila para volver a casa. Yo no estaba dispuesta a darle ese gusto.

—Catalina, no seas orgullosa, si necesitas ayuda solo debes pedirla. Puedo hacer eso por ti. Tal vez, en algún futuro podríamos ser amigos.

—¿Amigos? Por favor, no podría ser amiga tuya. No lo entiendes, ¿Cierto? No es orgullo —aclaro.

—Está bien, pero si necesitas algo... ya sabes.

—Te necesito a ti, pero no te puedo tener. Así que ahora ándate y no hagas esto más difícil.

—Ya me voy. Pero quiero decirte una última cosa.

—¿Qué?

—Si nos hubiésemos conocido en otras circunstancias, tal vez...

—No hay otras circunstancias —interrumpo—. ¡Ándate por favor!

Matías me mira sorprendido, nada de lo que dice me hace cambiar de opinión. Lo acompaño a la puerta y me despido de él secamente. Me arrepiento de ser tan dura con él, pero en este momento lo único que me tiene que importar es estar bien yo, convencerme de que el dolor pasará y que algún día lo podré mirar a la cara y no sentir nada por él. Nada es eterno, sé que algún día me voy a olvidar de él.

Hasta que me olvide de ti #2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora