2. Manzana y canela

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—¡Ey, feo! ¿Me estás escuchando? —preguntó Hans. Víctor solo emitió un sonido con la garganta a modo de respuesta—. ¿Qué te ocurre? Desde hace rato estás muy distraído.

—Es que... —titubeó. Antes de contarle a Hans, debía estar seguro—. Después te cuento, ¿sí? Ahora tengo que hacer algo urgente.

—De acuerdo.

—Te llamo luego. Adiós. —Víctor colgó el teléfono—. Oye, pequeño trol —llamó de inmediato la atención de Susy, quien se giró para mirarlo—. Hay algo que quiero preguntarte. Sé que lo de Jenny fue muy duro para ti, pero necesito que me respondas lo que te voy a preguntar con toda sinceridad. ¿Está bien? —Susy asintió con los juguetes apretados contra su pecho—. ¿Nunca te diste cuenta si el aroma de Jenny cambió antes de... ya sabes, morir? —susurró.

En unos segundos, el silencio se extendió por la habitación.

La niña agachó la cabeza y escondió el rostro detrás de los osos al tiempo que se encogía en sí misma. Susy no quería decirle lo que había sucedido. Hablar de esas cosas aumentaba la frecuencia con que tenía pesadillas y también temía que eso atrajera más seres oscuros que les hicieran daño. Víctor empezaría a tenerle miedo, igual que varios de sus compañeros, y la dejaría sola.

—Por favor, dime la verdad —insistió Víctor—, ¿olía a manzana y canela? —Los ojos de Susy se llenaron de lágrimas fuera de la vista de su hermano y, aunque estaba asustada de confesarlo, asintió—. ¿Por qué no me lo dijiste?

—Pensé que si no lo decía, no pasaría nada —titubeó Susy—. No quiero que tú también me tengas miedo y me dejes sola.

La niña se echó a llorar.

—Yo jamás te haría algo así —susurró gentil. Su hermana no lo miró, así que bajó del sofá para arrodillarse frente a ella—. Mírame, muñequita —pidió. Ella obedeció y dejó caer los juguetes al piso—. Sé que para ti tener esas habilidades es muy difícil, pero es parte de lo que eres y debes aceptarlas. Estás bendecida.

—¿Y por qué yo? —dijo la niña con un hilo de voz—. ¿Por qué yo tengo que saber todas esas cosas malas? —cuestionó. Víctor tragó saliva, nervioso; no estaba seguro de qué responder—. Lo odio.

El muchacho suspiró. Él había pronunciado esas mismas palabras años atrás, en la soledad de su habitación, cuando su poder había empezado a fortalecerse sin que él tuviera a alguien que le explicara lo que sucedía. Entendía la frustración, la confusión y el terror que se sentía al saber que eres diferente. Él pasó gran parte de su infancia solo: algunas personas le tenían miedo; otras, se burlaban de él. No dejaría que Susy pasara por lo mismo, debía arrebatar esas emociones de su corazón.

—Son un regalo para ti, muñequita —intentó explicar Víctor. Él desconocía si eso iba a bastar para calmarla, mas valía la pena arriesgarse—. Tú fuiste elegida por tu pureza, tienes un propósito enorme en este mundo que va de la mano con ese poder excepcional. ¿Qué es lo que siempre te digo que eres?

Susy, tras pasarse ambas manos por los ojos y secarse las lágrimas, miró a Víctor. La sonrisa que tenía en la cara la hizo sentir llena de paz, de tranquilidad. De nuevo, despedía de forma inconsciente ese maravilloso aroma dulce que tanto le fascinaba de él. Sonrió también y luego respondió a la pregunta.

—¿Un pequeño trol? —dijo con inocencia, a lo que su hermano emitió una tenue y enternecida risa.

—Además de eso.

—Un ángel.

—Sí. —Víctor limpió el rostro de Susy con ambas manos, después la besó en la frente—. Tus habilidades, Susy, ese impresionante poder que posees en tu interior, son un regalo para ti; y tú eres un regalo para nosotros.

Papi, estoy de regreso [S.O. #1] (COMPLETA)Onde histórias criam vida. Descubra agora