Reencuentro

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Black ha pasado mucho tiempo corriendo, corriendo como un loco, como la bala de uno de esos artefactos muggles que se usan para matarse unos a otros. Ha pasado por pueblos grandes y pequeños, por grandes ciudades en las que para alimentarse ha tenido que luchar con otros perros callejeros junto a los cubos de basura. Y un par de veces, ha alcanzado a ver su propia cara en las noticias o en el periódico de un desdichado que se ha quedado sin él. Al parecer su huída ha sido lo suficientemente grave como para que Fudge se alarme y avise al Primer Ministro Inglés de su presencia en alguna parte del país. Aunque hay que tener en cuenta que tampoco hace falta mucho para que Fudge entre en pánico.

Pero él no aminora. Porque sabe que nadie tiene ni idea de que es un animago así que nadie estará buscando un gran perro negro específicamente. Bueno, Remus lo sabe, pero Sirius ya hizo el error de desconfiar de él una vez y no piensa repetirlo. Sabe que es estúpido, que es un riesgo que debería tomar en cuenta pero si hay algo que Sirius y Black comparten es que los riesgos solo hacen la aventura final mucho más atractiva. Además, también ha pillado un par de ejemplares de El Profeta por el camino y no hay mención alguna de su forma animaga por ninguna parte así que se siente seguro en su confianza en Remus. No hay muchas cosas que le queden del pasado y Remus es algo que no quiere perder, no del todo. El hecho de que no haya dicho nada todavía le regala algo que había pensado que había perdido hace mucho tiempo. Algo en lo que Lily siempre creía y de lo que Sirius siempre se reía por principios. Esperanza.

Le lleva dos semanas y media llegar a donde debería empezar a buscar, a Surrey. Un sitio tan normal y tan poco diferente que por un momento piensa que le va a resultar imposible encontrar tan solo la calle donde vive Harry. Y ya no hablemos de su casa. Al menos todo sigue igual, pero teniendo en cuenta que todas las casas parecen clones las unas de las otras a Black le cuesta un poco encontrar el poco optimismo que le queda y comenzar a buscar.

Al final lo que le lleva al éxito no es, ni más ni menos, que aquello que no debería ni existir siquiera cerca de esta parte del condado. Magia. Lo que solo puede significar una cosa: Harry.

Black corre y corre, acelera y sigue corriendo, siguiendo la estela del gran globo que chilla en el cielo y que, piensa, debe de ser una persona. O un globo mágico con un hechizo estridente. De cualquier manera, Black sabe que Harry está cerca. Harry está allí, lo siente en los huesos. En la pesadez de sus patas y en las bocanadas que toma del aire seco de verano.

De repente una figura pasa a su lado y Black se esconde en un arbusto. Es una figura de un chico, un chico adolescente con el pelo corto, un baúl arrastrando a sus espaldas y una expresión muy muy enfadada. El chico suelta el baúl, que cae al suelo con un ruido seco, y se para, respirando fuerte y profundo.

Harry.

Hace años que no lo ve, desde que tenía un año de edad, un año y unos cuantos meses, tres para ser exactos. Pero lo reconoce enseguida y sin dificultad.

Ese pelo enmarañado que no se queda quieto y que Lily le rapó una noche a James sin que este se diera cuenta solo para quedarse horrorizado por la mañana y hacerlo crecer solo del pánico.

Esas gafas que son testimonio silencioso de lo parecidos que son sus ojos a los de su padre, que sin las suyas era incapaz de levantarse de la cama sin acabar en el suelo.

Harry gira la cabeza y la farola le da en la cara, iluminando esos destellos esmeralda que siempre miraban a Sirius con una mezcla entre exasperación, cansancio, diversión y enfado.

El impacto es fuerte y Black no puede evitar avanzar hacia Harry como si fuera la luz que lo guía, como si con estar cerca irradiara calor y ese sentimiento de camaradería y amistad que tanto hecha de menos. Es un momento difícil y delicado en el que el pasado y el presente se juntan y se entremezclan, medio confundiéndose uno con otro y derramando esa sensación de reencuentro, de finalidad, de lealtad y remembranza.

Harry parece sentirlo y se da la vuelta y ese lapso de tiempo se interrumpe cuando el adolescente levanta la varita y Black siente el impulso de ladrar con alegría y retozar como un cachorro para demostrar que no es un peligro para el bebé que tanto quería cuando lo vio por primera vez. Pero el Autobús Noctámbulo responde a la llamada accidental y Black no tiene más remedio que esconderse entre las sombras y mirar como una de las tres conexiones que le quedan a sí mismo desaparece en la oscuridad de la noche.

Pero no importa porque Black ahora lo conoce de nuevo, ahora lo recuerda con más claridad, ahora su aroma está metido en ese saco de mementos que lleva la etiqueta de hogar. Black ha encontrado a su ahijado de nuevo y con él un trocito más de su mente que había perdido, un trocito más de su corazón vuelve a latir correctamente. Black ha encontrado una razón para seguir vivo. Y para mantener a Harry con vida.

Y eso es lo único que importa.


Yo no fuiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora