CAPITULO 5.

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Jack.

Había corrido unos cuantos kilómetros, cuando decidí que ya era suficiente y debía volver. Un sentimiento de culpa se instaló en mi pecho, al recordar su rostro decepcionado, al dejarla de esa forma en mi casa.

Cuando llegue y abrí la puerta un olor a comida recién hecha me golpeo junto con el olor de otro macho ¡Mierda! No era cualquier macho, era mi hijo menor. Me puse alerta, si bien era mi hijo, estábamos a un mes de entrar en nuestra época de celo y Dominik todavía no sabía controlarse cuando entraba en el calor.

Cuando estaba llegando a la cocina, un par de carcajadas llamaron mi atención. Elvis Presley sonaba en el ambiente. Era raro llegar a casa y que no este sumida en un completo silencio.

Abrí la puerta de la cocina y quede mudo con la escena que me encontré.

Rose estaba vestida con unos jeans que se ajustaba perfectamente a su trasero con un delantal que no se dé donde lo había sacado, porque acá nadie cocinaba. Tenía su cabello agarrado en un moño desordenado y se veía hermosa agarrándose de la panza y riéndose.

Dominik también reía agarrándose la panza - y así es como termine, imagínate los rostros de los otros. Ellas y yo habíamos hecho una orgia la noche anterior, a la cual iban a ser entregadas a ellos...

Rabia se apodero de mí y olfatee el aire. Alivio, si eso fue lo que sentí, cuando Rose no destilaba excitación o miedo.

Dominik se dio cuenta de mi presencia y se dio vuelta - ya era hora de que llegaras viejo, esta hermosa mujer nos preparó un almuerzo con una tarta de frutillas, ¿lo puedes creer? Y tú no llegabas, pensé que me iba a morir de hambre.

La mire y ella con su cara sonrojada me regaló una sonrisa. Y pasando por a lado de mi hijo lo golpeó con el repasador -cállate Dom

-Auch, eso dolió Rosie, solo digo la verdad-se toco el hombro, haciendo un puchero.

¿Dom, Rosie? ¿Ellos se habían puesto apodos? unas ganas irrefrenables de sacar a patadas a Dominik de mi casa pasaron por mi cabeza. ¿Pero que estaba haciendo? Rose no era mía y nunca lo seria, si Dominik la elegía, lo iba a tener que aceptar, aunque eso me diera ganas de matarlo.

-Buenos chicos, vamos a la mesa, que la comida se enfría.

Dominik paso por mi lado dándome unas palmaditas en el hombro - hiciste bien viejo, ella es especial sabes, no lo arruines

Cuando me senté, mi estomago gruñó, no había comido nada en la mañana y estaba hambriento. Rose cortó el pollo con papas y verduras y nos paso nuestros platos. Un bocado y fue el paraíso, esta mujer cocinaba como los dioses. Seguí comiendo y un gemido de la boca de Dominik me mostro que no era el único alucinado con su comida.

- ¡Por dios Rosie, esto esta increíble! creo que vendré a comer todos los días aquí. Con mis hermanos tenemos un restaurant, creo que tu opinión y consejo podría venirnos bien. Las personas harían fila para probar estos manjares.

-No es para tanto-rio.

No me gusto al saber que yo no era el culpable de sus sonrisas, sino mi hijo. Cada vez era mas tentadora la idea, de sacarlo de la casa, la imagen de Dominik siendo sacado como en los dibujitos animados, agarrándolo de la remera y echando afuera me hizo sonreír.

-Te quitas demasiado crédito, esto esta muy bueno-dije sin pensarlo.

Ella se sonrojo y eso me gusto más de lo que debería – gracias.

Dominik me miro con la boca abierta. -¿que?- Espete.

-Es que tú nunca elogias, ¡increíble! Rosie siéntete importante el gran Jack Bauer acaba de decir su primer elogio.

-Oh vamos Dominik-dijo avergonzada.

Rose estaba roja como un tomate y me dio gracia su incomodidad, ella era distinta a todo lo que conocía. No presumía su belleza o la usaba en mi contra a propósito, para conseguir lo que quería. Ella solo era ella misma y sin darse cuenta esa era un arma letal para los hombres a su alrededor.

Era autentica y eso era sumamente atractivo y refrescante.

-Hasta sonreíste, espera que se enteren los demás de esto, va a ser bueno no tenerte que internar este año en el calor.

La sonrisa se me borro y mire con furia a mi hijo, por hablar de más. De solo recordar eso furia y dolor se instalaban en mi pecho apretujándolo. Esa época del año, los lobos entraban en una especie de trance sexual, en donde lo único en lo que pensábamos era en coger. Y con lo que me había pasada con mi ex, había tomado la decisión de sedarme cada vez que llegara esa época del año, para así no ir en busca de mi ex compañero psicópata.

-Déjalo estar Dominik- gruñí.

-Bueno vamos por la tarta- Rose hablo antes de que lo ahorcara a mi propio hijo en la mesa.

A Dominik se le iluminaron los ojos, nunca lo había visto tan feliz - ¡oh si, al fin! -aplaudió.

Rose le sonrió y me sentí excluido. De pronto salió con una enorme tarta de frutillas con crema, mi favorita. La última vez que la había comido fue cuando mi madre vivía, ella cocinaba muy bien.

-Puedes creer que no me dejo probar ni un bocado hasta que tú llegaste.

Le sonreí con satisfacción de que ella me pusiera primero y al mirarla, ella volvió a sonrojarse y bajo la mirada, para seguir cortando la torta.

Cuando corté un trozo con el tenedor y lo metí en mi boca, el que gimió esta vez fui yo - esto esta increíble Rose.

Mi voz sonó mas ronca de lo que quería y su olor a excitación floto en el aire en consecuencia, Dominik también lo olio, pero al cruzar una mirada conmigo, se dio cuenta que debía callar.

Quería sacarlo de mi casa y tumbarla a Rose en la mesa y devorarla como mi postre tal vez ponerle crema y lamerla... ¡genial! ahora tenia una gran erección y necesitaría una ducha fría.

-Bueno-Dominik aclaro su garganta- yo me tengo que ir, hoy nos toca patrullar y sino llego a tiempo Milo golpeara mi trasero.

Rose se paró y con una sonrisa le plato dos besos -cuídate y mañana cuando vengas a verme, van a ver mas cupcakes esperándote.

-¿De chocolate con almendras?- Los ojos se le iluminaron.

Rose rio- si de esos.

Dominik le sonrió como un crio emocionado y la abrazo - aquí estaré mañana, eres la mejor - le dio un beso en la mejilla.

Tuve que agarrarme de la mesa hasta que mis nudillos estuvieron blancos para no saltar y desenroscar los brazos de Dominik del cuerpo de Rose. Cuando nos quedamos solos, ella se volvió y al verme lo supe, ella iba a ser mi perdición.

Seduciendo a la Luna ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora