Control.

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Palabras de la autora: Hola, luego de casi medio año, vengo con ustedes con este nuevo capitulo, que a decir verdad es muy corto pero me parece que está bastante bien y que es mejor que nada, en especial porque estoy intentando retomar mi amor por este fanfic, la verdad no siento pasión por esta historia y había olvidando para donde iba, pero gracias a una amiga mía, música y algunas series vampiricas me vinieron ideas y bueno, creo que podré continuarlo. 

Gracias por todos los comentarios pidiéndome que siguiera esta historia, espero les guste este capitulo. 

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Aoba se despertó de su letárgico sueño, no hubo luz de día, solo la penumbra dulce de una noche sin nombre, pero rebosante de vida y cándido horror. Había una luz, sí, era débil y a duras penas penetraba en la habitación. El joven que permanecía recostado, impasible, consumido por su propio sosiego. La quietud, el silencio, todo parecía extraño a sus adormecidos sentidos, ¿qué horrores habitaban en las sombras donde sus ojos eran ciegos? No hubo respuesta, tampoco miedo, estaba tan tranquilo como si todos sus problemas, inseguridades y sospechas no fuesen más que un juego, sí, era un juego en donde todos menos él habían estado moviendo piezas, saltándose turnos, alterando el orden y las reglas. Era momento de cambiar, era ya el momento de tomar las riendas de su destino y de dominar a aquellos que con ojos barbaros le devoraban y encasillaban con la mirada. Entonces el deseo del saber impulsó lentamente su mente y seguido su cuerpo; se sentó en la cama, observó su cuerpo, aun usaba ese camisón blanco que se había puesto, y amuleto que había comenzado a usar seguía en su lugar. Aoba esperó, no hubo ruido, no hubo nada. ¿Dónde estarían sus mayordomos? Ellos siempre tenían la extraña costumbre de estar ahí incluso antes de su despertar, más de una vez había sentido miradas escrutadoras sobre sí que le habían orillado a interrumpir su sueño. Esperó pues, pero aun así nadie apareció. Aoba sacó sus pies de la cama, el suelo estaba helado, sus dedos tardaron en acostumbrarse a la gélida sensación. Se puso de pie y paso a paso, con un poco de desasosiego, se acercó a la cortina, sintió la seda fina entre sus dedos y con un movimiento sutil la abrió para encontrarse con la luna roja. Era hermosa la luna roja, lucía dramática, pero con su esplendor terrorífico y sobrenatural.

El corazón del joven empezó a latir, latió con tal fuerza que su mano tuvo que soltar la cortina para colocarse sobre su pecho, pues sentía que si no se sujetaba su corazón saldría disparado por cada latido. El dolor se intensificó, no hubo gritos o quejidos, todo sucedió en silencio, en un pérfido y cruel silencio. Aoba tuvo que aferrarse a la cortina con su otra mano, sus ojos no se apartaban de la luna carmesí, su brillo escarlata se había impregnado en sus ocelos, era irresistible, y entonces la voz que había escuchado volvió a escena, se colocó en el escenario, cual alucinación infame, alguien permanecía de pie a su lado, observando igual la luna, una sonrisa relucía en sus desalmados labios, ese alguien era igual a Aoba, era aquel que le había estado hablando. Y entonces, con el reflector escarlata y el público expectante, el soberbio personaje inició su ambrosiaca charla.

—¿Sigues intentando contenerlo? Oh, ha de ser doloroso almacenar todo en tu corazón, ¿Cómo se siente sufrir por el pecado de otro? ¿Quieres que pare? ¿Sederas ante tus genuinas pasiones y empezaras, de una buena vez, a tomar partido en este juego? No tiene por qué ser difícil —su otro yo soltó una melodiosa carcajada, Aoba por fin quitó su vista de la luna roja, sus ojos ya no eran dorados como de costumbre sino que eran del mismo carmín fulguroso, y entonces, encarando al orador, lo pensó.

—Ya no quiero más mentiras... —musitó con poco aliento, su corazón seguía latiendo con fuerza, podía escucharlo cual marcha funesta, su espíritu alebrestado clamaba por igual—. No quiero ser el juguete de nadie... Ya no más, no quiero más de esto, quiero la verdad, respuestas, quiero... quiero volver a tener el control de mi vida y no estar a la merced. No has dejado de hablarme, de decirme cosas que no quiero escuchar, pero no me has dicho, ¿qué debería hacer?

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⏰ Ultimo aggiornamento: Oct 04, 2015 ⏰

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