La tercera

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Me encontraba durmiendo cuando un dolor insoportable me recorrió el cuerpo y se posó en mi pierna, aquel sentimiento era comparable a aquellos dolores que solo son descritos por los quieres han saboreado el amargo de la tortura. A lo lejos, en algún lugar de las primeras filas del campo de batalla se encontraba aquel hombre de los brazaletes tejidos chillando de dolor, cubierto en su propia sangre la cual había formado un rastro singular.

La tercera no luchaba contra una enfermedad mortal o estaba en primera fila en una guerra, ella era una inmigrante africana, de piel como el chocolate intenso y el cabello cano corto y ensortijado. Según viejas chismosas que vivían junto a ella en una no tan lujosa casa de reposo aseguraban entre murmullos y cotilleos que aquella mujer mofletuda había logrado escapar de África tras convertirse en amante de un señor llamado "Luther King" al inicio creí que era un rey para luego entender que ese era solo parte de su nombre. Pero los hechos e ideales que lo impulsaron le otorgaron aquella aureola que hacía de corona. 

Aquella mujer proveniente del continente anciano, de manos encayosadas y de cuerpo desgastado por su exposición a todos aquellos tratos escabrosos. Guardiana de dolores y secretos, motivadora de nuevas leyes y defensora de los de nuestra especie sin importar sus rasgos. Es deprimente ver como alguien que en sus tiempos dorados se lució vigorosa y enérgica fue degradada por el caprichoso pasar de los años en una anciana frágil cual porcelana y arrugada como la corteza de un árbol viejo.

Sus tardes transcurrían con monotonía en comparación a lo que años anteriores que ella vivió, sus suspiros eran recuerdos y su único anhelo lo que ya se fue. A todos saludaba con una sonrisa que nunca llegaba a iluminar su mirar. Con el transcurrir de los días la esencia que conocía tan bien se colaba por aquellos gestos. Era el dolor. El dolor producido por la añoranza y la perdida de sus hermanos caídos. 

Una historia similar a la que milenios atrás tuvo lugar en los cielos, cuando Luzbel, el portador de la aurora se revelo contra Dios, así fue como ella se reveló contra las leyes de aquella época, pero a diferencia del primer ángel caído ella solo buscaba el bien. Junto a ella muchos más se levantaron a pelear, una guerra la cual solo demostró que la humanidad estaba lejos de presumir orgullosos que eran la raza dominante. 

Contemplaba el firmamento a través de la una ventana, sentada en una mecedora, rodeada de viejos recortes de diarios amarillos por el tiempo como única prueba de su batalla ancestral, la decrepita mujer cerró los ojos lentamente y fue entonces que me acerqué a ella, con los característicos y fluidos movimientos de una bailarina, le acaricia la mejilla, apenas un roce ligero, me encargué de que estuviera bien abrigada y deposité un suave beso en su frente, cerré los ojos al sentir la ola de sensaciones que empezaba a transmitirme y corrí lejos de ella, lejos de aquel lugar, sabiendo de que al momento que ella despertara su mal ya no la aquejaría hasta el fin de sus días.


I. BosqueWhere stories live. Discover now