Capítulo 2.- El enterrador

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Link se acordó. Ander le había dicho en la mañana que su hijo le iba a hablar algo sobre un trabajo, pero nunca mencionó algo sobre que Ander quería hablar con él.

   «Se habrá molestado» pensó Link. Después de todo, Ander no era idiota. Quizás él descubrió porqué Bazil fue hasta su casa solo para reclamarle. Quizás, y solo quizás, Bazil mencionó a Link cuando éste estaba hablando con Ander.

   Link miró a Bazil. Bazil le respondió como si pudiera leer el pensamiento:

   —Te juro por mi trabajo que no le dije nada a Ander —Bazil puso una mano en su pecho y otra la levantó, dejándola suspendida en el aire—. Aunque no creo que él no se le haya pasado por la cabeza el motivo por el que vine a su casa. Tranquilo, él no te llamó para que vinieras a su casa. Quiere que vengas al cementerio.

   —¿Al cementerio? —repitió Bardol— Ya veo... Yo también voy a ir con mi hermano y mi mamá.

   —Muy bien. Tengan cuidado los dos. Bernat, Aingeru, vámonos a casa. Me duele mucho el cuerpo.

   Bernat y Aingeru volvieron a sostener a Bazil por toda la taberna hasta que salieron. Bardol le dijo a Link que Bernat ya había pagado todo y se despidió de él, esperándolo ver en el cementerio.

   Link ya había salido de la taberna, y se dirigía a su casa para recoger un objeto que había dejado. Link fue por el camino que había hecho cuando fue a la construcción. Caminó hacia el frente, como si estuviera dirigiendo a la entrada y salida del pueblo. Se encontró con el mismo árbol que siempre había visto durante toda su vida cuando pasaba por ahí. Se encontró con un cuco y luego llegó a la escalera que llevaba a la pequeña colina donde estaba su casa.

   Cuando Link terminó de subir la escalera, abrió la puerta de su casa, entró y se dirigió a su cuarto. Se acercó a la mesita de noche que había al lado de su cama y agarró el medallón verde que tenía un cordón negro atado a él. Link se colgó el cordón en el cuello, volvió a agarrar el medallón —tenía un símbolo de viento de cuatro vertientes grabado en él—, lo sujetó con fuerza y lo guardó debajo de la camisa de sus ropajes.


Estaba atardeciendo y Link se encontraba en el cementerio. Para llegar a ese lugar tan lúgubre se tenía que subir cualquiera de las dos escaleras de mármol que Link había visto cuando llegó a la construcción. Si se iba por el camino de la izquierda, justo cuando se llegará al pozo se tenía que ir a la derecha y luego llegaría al puesto de cucos de la señorita Anju, para luego ir a la izquierda y ver un caminito que dirigía al cementerio. Si se iba en el camino del frente, cuando se subieran todos los escalones se tenía que ir a la izquierda para luego llegar al puesto de cucos de la señorita Anju y seguir derecho hasta el caminito.

   Link estaba enfrente de la entrada, justo para ver un cartel colgante que decía «Cementerio de Kakariko». Link tragó saliva, preguntándose por qué el alcalde querría llamarle al cementerio.

   Link entró, pasando debajo del cartel, logrando avistar una piedra lijada posada en vertical. Tenía una inscripción grabada en ella:

Este el cementerio de Kakariko. Todo aquél es bienvenido a recordar la memoria de sus seres más queridos, así como compartir las de los demás. Aquél que se atreva a profanar una tumba, pues se prepare, porque el alma de aquel ser no descansará, trayendo desgracias al embrujado.

   Link se repitió las esas palabras en su cabeza. «Profanar una tumba»... «Desgracias al embrujado»...

   Luego sintió la presencia de varias personas. Dio media vuelta y vio a Bardol con su hermano mayor y su madre detrás de él.

The Legend of Zelda: Ocarina of TimeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora