Capítulo 1

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Llevo dos semanas aquí, según los papeles de revisión colgados en las paredes. Dos semanas, y ellos siguen probando sus experimentos en mí.

Cuando el Berg aterrizó, nos dirigieron sin decir palabra alguna a habitaciones individuales. Se negaban a contestar nuestras preguntas, e ignoraron nuestro estado. Me separaron de Newt, sin poder hacer nada para evitarlo. Esa primera noche, encerrada entre cuatro paredes blancas, no dormí, asustada y desesperada por lo que podría pasar.

A la mañana siguiente, la Rata hizo su aparición. Me llevó a un gran comedor, en el cual el resto de Habitantes ya devoraban sus platos. Para nosotros era un banquete, comparado con la comida del desierto.

Los primeros en desaparecer fueron Jorge y Brenda. No almorzaron allí, y hasta el día de hoy no los he vuelto a ver.

Para la segunda noche, esperé a que los hombres que patrullaban el pasillo estuvieran distraídos para escabullirme de mi blanca habitación y dirigirme a la de Newt. Concilié el sueño en sus brazos, sin saber que él no lo había logrado.

Al despertar, nos encontramos con el cuarto lleno de hombres con sus armas extrañas, que poseían un líquido azulado bastante curioso. La Rata entró a la habitación, helándome la sangre. Nos miró fijamente y levantó una mano dándoles una señal a sus guardias. Éstos se acercaron, me sujetaron de ambos brazos y me arrastraron lejos de Newt; él no lo dudó e intentó atacarlos para defenderme. Inútilmente, sin dudas. Con el golpe de un arma lo dejaron inconsciente.

Sin importarles mis gritos y pataleos, me llevaron a una especie de laboratorio, con una camilla rodeada de máquinas en la pared opuesta a la puerta. Me ataron con gruesos cinturones que apretaron fuerte, inmovilizándome. Una doctora, haciendo oídos sordos a todo lo que decía, me inyectó un calmante, cayendo dormida a los pocos minutos.

Mis ojos volvieron a abrirse descubriendo que la camilla estaba en posición casi vertical; reclinada un poco como para no decir que estaba de pie. Pero los cinturones seguían ahí, y continuaban siendo mi prisión. No me dieron nunca nada para comer o para beber, y la desesperación era mayor con el paso de los minutos.

Varios doctores, ataviados con sus batas blancas y sus barbijos, conectaron electrodos en mi cabeza, contra mi voluntad. Sus computadoras transmitían imágenes de mi cerebro, y ellos hablaban casi en susurros. Me inyectaban diferentes cosas haciendo que siempre estuviera mareada y adormilada. Al terminar el día, un médico pegaba un informe en una pizarra colocada en la pared a mi izquierda, donde lo primero que se leía era "Día 1", "Día 2", "Día 3"...

Con el tiempo, mi vista empeoró y casi no escuchaba nada.

Apenas fui capaz de ver, en el día número 10, a la mujer que se acercó y me observó detenidamente. Distinguí su cabello rubio recogido, y su impecable uniforme blanco. Pronunció varias palabras, sin que yo llegara a comprenderlas.

Lo peor llegó después.

Desperté como cada día, perdiendo la esperanza de que esto acabara. Mi cerebro estaba alerta, y mis sentidos parecían haberse aclarado. Abrí y cerré las manos, comprobando que tenía control sobre mi cuerpo. Esperé a que algo importante sucediera.

Luego de horas, personas con trajes azules que les cubrían todo el cuerpo y escafandras en la cabeza, arrastraron una máquina frente a mí. Conectaron varios cables en mis brazos y piernas, y éstos a su vez al artefacto. Ya no tenía miedo, ya no sentía nervios.

La mujer rubia apareció otra vez, y pude apreciar mejor sus rasgos. Adulta, sin llegar a ser anciana. Cuerpo pequeño con paso decidido. Ojos fríos, sin emociones. Cabellera rubia recogida a la perfección.

- Buenos días, _______. - Dijo con un intento de voz amable que recuerdo detalladamente. - Lamentamos no haberte comunicado a qué se debía todo esto que estamos haciéndote, ya que no se debe al inconveniente de las habitaciones. Es una situación un tanto complicada; sin embargo, debo darte al menos un indicio de lo que sucede. Para resumirlo, tienes un cerebro diferente al del resto. Lo suficientemente diferente como para que nuestros dispositivos no funcionen en ti.

Abrí la boca esperando que las palabras brotaran. Un gemido lastimero fue lo único que conseguí. Mi garganta estaba seca.

- No te esfuerces demasiado. - Continuó hablando. - Ahora, te necesitamos para completar una prueba de otra persona. Yo no quería que formaras parte, aunque terminó siendo necesario. Buena suerte.

Luego, con paso apurado, se retiró. Las personas de traje azul oprimieron un botón y la camilla empezó a rotar sobre sí misma. A través de sus escafandras no podía ver su rostro, lo que me ponía algo nerviosa.

Resultó ser que a mis espaldas no había una pared, sino un vidrio. Una cristalera que dividía la sala en dos: una parte era la zona de pruebas, y la otra, de observación.

En aquel sector había más pantallas y más personas. Computadoras en sus escritorios pegadas a las paredes. En el centro, una silla de roble con esposas para las manos y los pies. Una silla para una única persona que no podría librarse.

Y esa única persona, era Newt.

Mi cuerpo empujó con todas sus fuerzas deseando alcanzarlo, tomar su mano, estar juntos. Pareció que él sintió lo mismo, porque su reacción fue igual a la mía.

Él gritó algo. El cristal era a prueba de ruido.

La mujer rubia se colocó a su lado observándome. Le estaba explicando lo que pasaría. Newt me miró aterrorizado, y los choques eléctricos comenzaron.

La corriente me atravesó haciendo que todos mis músculos se tensaran. Cerré los ojos, y sentí cómo el voltaje recorría toda mi anatomía, quemándome.

Duró apenas tres segundos. Newt había enloquecido, parecía gritar ferozmente por sus gestos; intentaba arrancarse las esposas de las manos mientras observaba mi cuerpo retorcerse por el dolor de la segunda descarga.

Pude ver en sus ojos que sufría igual que yo.

La tercera vez, y ya creía que mi cuerpo se consumiría, se doblaría y moriría. Pero la torturación estaba diseñada sólo para hacerte sufrir.

Después de varios choques, entendí que ya era mi fin. Toda esa felicidad, esa tristeza, miedo, odio, amor, se esfumaría junto con mi vida. No había podido salvar a Newt, ni a mis amigos, ni siquiera a mí misma.

Observé por última vez, con un efecto de cámara lenta, el rostro de Newt, su cabello, sus brazos luchando, su boca abierta en un grito de dolor, dolor porque sabía que mi muerte estaba cerca.

Lo recorrí completamente, y dejé que la oscuridad me arrastrase.


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He regresado con ya la última temporada de la novela, la cual estoy muy emocionada de escribir, porque al fin se enterarán de toda la verdad.

Con respecto a la portada, realmente no tenía idea de qué hacer, así que elegí algo simple y sin mucha magnificencia. Después de todo, lo importante es la escritura ;)

Espero que les siga interesando la historia, cualquier cosa pueden dejar un comentario con su idea u opinión, siempre son bienvenidos.

Y como siempre, muchas gracias por su increíble apoyo.

Lali c:


[#4] The Maze Runner: The Final Chapter (Newt y Tú) La Cura MortalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora