Capítulo 12

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NICK

Yo las llevé al aeropuerto. Mi padre se despidió en casa, ya que tenía que irse a trabajar. No me hacía gracia tener que pasar mi última hora con Noah con su madre en el asiento trasero del coche, pero otra vez tuve que tragarme lo que pensaba. Aquel viaje no me hacía ni puta gracia, ya lo había dejado claro, pero no había nada que pudiese hacer.

Miré de reojo a Noah, que estaba callada y pensativa en su asiento. Había insistido en traer al dichoso gato con ella y lo acariciaba distraída- mente mientras miraba por la ventana. Extendí el brazo y le cogí la mano para llevarla a la palanca de cambios. Sentía un vacío en el pecho y odiaba sentirme así. ¡Joder, era un mes, no sería para tanto! ¿Desde cuándo me había vuelto tan jodidamente dependiente?

Aquello no podía ser, no podía volverme loco por no verla durante un mes, necesitaba llevarlo con más calma. Esta separación sería una prueba para ver cómo sobrellevábamos estar separados. La miré de reojo y me son- rió, aunque vi tristeza en sus ojos.

Su madre tenía una inmensa sonrisa en el rostro, contentísima. ¿Por qué para ella no era un problema estar un mes separada de su marido? No lo comprendía e inconscientemente apreté con más fuerza la mano de Noah.

Cuando llegamos al aeropuerto de LAX, estacioné en el aparcamiento y bajé las maletas mientras Raffaella conseguía un carrito. Noah se acercó a mí, deprisa, y me besó en los labios.

—¿Qué haces? —pregunté intentando sonar divertido, aunque no lo estaba.

—Besarte antes de que mi madre vuelva —respondió. ¿No pensaba besarme cuando estuviésemos dentro con su madre?

Me guardé mis opiniones para mí, sabiendo que la besaría tantas veces como me diera la gana y donde me diera la gana.

Media hora después ya habíamos facturado las maletas y Raffaella insistía en entrar ya a la puerta de embarque. Aún faltaba una hora para que saliese el avión, pero aquella mujer era exasperante.

—Mamá, ve yendo tú, necesito estar un momento a solas con Nicholas antes de irme —le dijo. Su madre, por toda respuesta, frunció el ceño.

Me miró a mí, luego a Noah y, por último, al gato. Su manera de mirarlo, enojada, me despertó la vena protectora.

Es nuestro gato.

Finalmente se despidió de mí y se fue, dejándonos solos.

Le pasé un brazo por los hombros y la atraje hacia mí. La besé en la coronilla mientras nos dirigíamos a paso de tortuga al control de pasajeros.

—No debería sentirme tan triste, Nick —confesó entonces.

Bajé la mirada y la observé fijamente. ¡Joder, era verdad! No deberíamos estar tan abatidos, era un mes... había parejas que no se veían durante un año entero. No quería que Noah se fuese triste, no quería verla sufrir y menos aún por algo que supuestamente debía hacerla feliz. Me recriminé haberle insistido tanto para que se quedase. Si hubiese apoyado ese viaje desde el principio tal vez ahora no estaría tan abrumada y no tendría esa tristeza en la mirada.

—No lo estés, pecas —dije abrazándola contra mi pecho. N maulló molesto al estar apretujado entre los dos—. El calor que hace en España es genial y la Torre Eiffel es preciosa, te va encantar —le aseguré y una sonrisa apareció en su rostro—. Nos vemos cuando vuelvas, te estaré esperando con el bicho este —agregué señalando a N.

—Por favor, cuídalo, Nicholas, ni se te ocurra olvidarte de darle de comer, y no le des más vino para beber, por Dios —me pidió realmente preocupada.

Culpa tuya © (2)Where stories live. Discover now