In the Dark

*~~* One-Shot *~~*

Su amigo, detenido al final de las escaleras, le observa moverse sin preguntar. Sus ojos apacibles llenos de alegría, Dream ahora puede desentrañar sus sentimientos flotantes mejor que antes.

—Gracias por tu amor, Hob. No sabía que en realidad alguien me pudiera apreciar tanto.

Let me take you where the magic is, back in time,
Remember the light, of the cold December moon

Hubo un tiempo en el que Dream realmente fue feliz, sentado junto a Eurídice en los eternos campos de las delicias, con el pequeño Orfeo corriendo entre sus piernas, seguro de que el mundo sería basto e innegablemente mejor en el futuro. Entonces había pensado que nunca más tendría un sitio como ese en la vigilia, que la perfección se hallaba entre los cantos suaves de su esposa y la curiosidad de su hijo.

Que equivocado había resultado todo, que triste el destino que le esperaba a Orfeo, la terrible separación con Euridice. Todo su mundo, la confianza en las cosas bellas, se había convertido en cenizas. Recuerda bien como las arenas en los extremos del Ensueño, se llenaron de todo tipo de pesadillas grotescas, cada una más insoportable que la anterior, moldeadas de su terrible amargor contra el universo y su destino.

Cuando baja para que Anne, la chica que se ocupa de los cafés, le regale un capuchino, cree que podría ser esta su segunda era dorada.

Se ha acostumbrado a los días sin nada que hacer, a la reflexión autoimpuesta y larga, donde sus silencios son acompañados de los largos relatos de Hob sobre su día a día, incluidos sus problemas como docente.

—Oh, señor Morfeo —la chica de recepción es una estudiante que necesita un trabajo extra, Sunniva, llena siempre de curiosidad—. El profesor Gadling pidió que le sirviera el desayuno hoy.

Es una estrategia tonta de Hob; dos días a la semana finge que olvida preparar el desayuno y le pide a la cocinera del pub que lo tenga listo para él. Así, debe sentarse en una de las mesas de abajo para degustar el platillo. Son los únicos dos desayunos que Dream toma en la semana. Siempre en días aleatorios, siempre abundantes.

Se encoge de hombros y se sienta frente a la barra. Debe de verse derrotado, porque Sunniva se preocupa.

—¿Se ha peleado con el profesor? —pregunta, al tiempo que limpia el mostrador con un trapo azul—. Estoy segura de que él volverá. Después de que usted no volvió, pensé que estaba saliendo con la última chica.

—¿Su última chica? —entiende de dónde viene esa suposición, entiende que es raro que dos hombres vivan juntos y pasen tanto tiempo a solas sin que eso signifique otra cosa... tiene una idea muy clara de a dónde irá todo eso. Además, antes de todo lo que significó el colapso del Ensueño, solía pasar dos o tres veces por semana solo para ver a Hob.

Mira alrededor, a la casa de madera restaurada, a la barra hecha a mano, a las salas perfectamente distribuidas para que las cosas funcionen. Si le contara a esta chica aquello, lo tomaría como una declaración de intenciones apasionada —que lo es—, pero no de la manera en que Dream lo ha visto hasta ahora. Tal vez, solo tal vez, Hob esté enamorado de él, pero no es algo de lo que se hayan ocupado en realidad o que el portador de tales sentimientos intente explicar alguna vez.

Dream, bueno... es su único amigo. No se atrevería a perder a su único amigo.

—Sí, Claire —comenta la chica en voz baja, sacándole de sus pensamientos—. Se quedó aquí unos días, hace unas semanas. Y vino hace quince días, pero como usted estaba arriba, el profesor no la dejó subir. Creo que discutieron...

Una chica, seguramente había sido una de esas raras veces en que su amigo podía conectar realmente con alguien entre el tiempo. Si Dream estuviese muerto, quizá habrían sido felices... hasta que Hob debiera irse de nuevo. La culpa y la rabia se entremezclan. Hob estaba siendo tan egoísta con todos haciendo esto, él echó a perder la felicidad de ambos.