*~~* One-Shot *~~*

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Quiero ir abajo —manifiesta, apareciendo en la cocina, junto a Hob.

—¡Carajo! —su amigo salta en el sitio por la sorpresa, derramando un poco del té que se estaba sirviendo—. No vuelvas a hacer eso, me puedes matar.

Eso es imposible —réplica sin ganas, arrebujándose en la manta que no dejó sobre la cama.

En las ventanas de la cocina, puede ver una lluvia tenue que antes no había notado. El cielo es gris, algunas aves esperan silenciosas en las ramas bajas de los árboles a que pase el chaparrón, otras se aventuran lejos.

—Es una expresión —se queja Hob, mirándole con aprecio. Es la primera vez que se ven de verdad desde la noche en que se despidieron, Hob se ve más joven en la realidad que en la idea que tiene de sí mismo es sus ensueños—. Además, ahora está cerrado. Doy libres los días martes a mis trabajadores y cierro el lugar.

Dream lo sabe, es por eso que lo pide. Se siente estupido, no sabe cómo explicarle a Hob que ahora está atado a este pedazo de tierra y que quiere constatar su estado para hacer arreglos. Podría irse, podría tomar una puerta y caminar hacia el fin del mundo, eso no desataría el lazo irrompible que Hob ha atado a su tobillo. Depende de él para seguir vivo, para poder disfrutar.

No necesito a la gente allí —menciona, esperando que eso explique todo.

Hob lo mira, con su taza en la mano y un pijama a rayas anticuada, huele a cigarro y hay ojeras en su rostro, ¿no ha dormido bien? Las angustias propias de su anterior cargo se presentan. ¿Daniel estará enojado y no permitirá que Hob entre en su reino? ¿Hob se siente culpable? Si es lo último, espera que sufra por ello un poco más.

—Lamento lo que hice, Dream —dice su amigo, con calma, apretando la taza—. Yo no pensé que algo como eso era posible, solo quería recordarte. Siempre te estoy recordando... no pensé que la fe fuese tan poderosa, los dioses usualmente no escuchan a sus peticionarios.

No. Los dioses no los escuchan, no cenan con ellos, no los ven cada cien años, no les negocian la inmortalidad. Nadie habría podido. Ningún otro inmortal ha hecho por sí solo a un Dios, pero Hob tiene algo que los demás no: la verdadera lealtad de Dream. Ni a su esposa, ni a su hijo, les tuvo tanto respeto como al lazo de emociones que lo ata a Hob, a su vida corriente, a sus deseos corrientes, a su anhelo insaciable de libertad.

Si pudiera explicarlo.

No me importa, quiero ir abajo.

Ni siquiera debería pedir permiso, pero este es su sumo sacerdote y es quien debería hacerle el recorrido por el lugar.

No es tan impresionante. Ha estado aquí en ocasiones diversas desde que recobró su libertad y el contacto con su amigo. Las dos salas antiguas fusionadas como salón principal, con sus mesas de madera, luces bajas y ambiente distendido; la pequeña habitación del fondo, que sirve como sala de cine improvisada, como salón de clases de teatro y también, a veces, como espacio de ensayo para los niños de la guardería cercana; la cocina y el jardín trasero, en los que mantiene un invernadero pequeño con algunas plantas del trópico; también el jardín de al lado, que en realidad es el lote que debería pertenecer a una casa, donde se hacen los eventos más grandes y se presentan las obras. Todo está apagado, sin movimiento, pero cada objeto desprende el calor de las personas que estuvieron cerca, lo tocaron o facilitaron su transporte. Está vivo, todo el lugar respira humanidad e imaginación con desesperación.

El pesado corazón de Dream se hace añicos. Debía morir para pagar su deuda, las moiras debían estar reclamando su exterminio, pero allí está, rodeado de una devoción absoluta y una causa aparente. Ha perdido el Ensueño, pero ha ganado al pequeño reino de Hob.

In the DarkWhere stories live. Discover now