"Por todas las paredes habían pegadas miles de fotos, todas ellas mías. Habían fotos desde mi nacimiento hasta el día de ayer, cuando fui a ver a Lucas. Aquí estaba toda mi vida, todos mis pasos importantes y los no tan importantes.

Bajé la mirada hacia el suelo y vi formada con piedras una estrella de cinco puntas invertida, en cada punta había una vela negra y una palabra, en la mitad estaba el cráneo de un macho cabrío.

Hacía mucho frío, no entendía muy bien qué era todo esto, ¿Estaba siendo víctima de magia negra?

Me agaché en cada punta mirando la palabra escrita en ella: Nacimiento, niñez, juventud, muerte y alma.

En una de las paredes había una especie de calendario en el cual sólo habían veinte días. Cada día hasta el quince tenía una x marcada."

Busqué desesperadamente el calendario. Ahora el día veinte estaba marcado.

Melissa y Raúl tiraron a sus rehenes junto a mí y junto a Lucas. Mi madre y Lena no paraban de sollozar, mi padre se veía muy débil, Lucas parecía estar desmayado. Era irónico que yo, que sería la única en morir, estuviera en mejores condiciones que aquellos que no tenían nada que ver.

— ¡Qué emoción! —chilló Melissa.

—Ya todo está listo. —dijo Raúl.

Melissa empezó a dar vueltas alrededor de la estrella mientras pronunciaba palabras en lo que parecía ser latín mientras Raúl hacía sonidos extraños.

—Salve Satanas, Salve Satanas, Salve Satanas In nomine die nostri satanas luciferi excelsi poten tuo mondi de Inferno...

Las velas que estaban en cada una de las puntas de la estrella se fueron encendiendo una por una.

—nativitate. —pronunció Melissa y se quemó el primer papel.

—pueritia. —continuó y se incendió el segundo.

—iuventus. —tercero.

Cuando el tercer papel quedó en cenizas ambos se quedaron en silencio, se tomaron de las manos y escupieron en el centro.

Melissa nos miró, sus ojos parecían desorbitados.

— ¿Quién será nuestro primer afortunado? —rió.

—Sólo morirá uno, ese era el trato. —respondí.

— ¡Cállate! —me golpeó. —serán los que nosotros queramos.

Me quedé en silencio. ¿Dónde estaba Azrael? ¿No existía?

—Empecemos...—continuó Melissa mientras frotaba sus manos—Amie, querida, tu escoges.

—Yo. Moriré yo. —dije.

Mi madre empezó a llorar más fuerte y mi padre apretó fuertemente su mandíbula mientras sus manos se formaban en puños. Lucas intentaba hablar pero estaba demasiado débil.

Yo iba a morir.

—Buena elección. El alma más fuerte y joven, esto le gustará. —razonaron.

Raúl tomó unas llaves de su bolsillo y se acercó a mí.

—Tienen que prometer que sólo moriré yo, que el resto de ellos podrán salir de aquí con vida. —dije antes de que me soltaran.

—Así será. —aseguró Raúl y le creí, no tenía de otra.

Terminó de quitarme las cadenas y me arrastró hasta el centro de la estrella, junto al cráneo.

Tomaron la biblia satánica entre sus manos y leyeron cosas que no lograba entender.

Iba a morir. Lo más irónico es que no tenía miedo. Toda mi vida había creído que la muerte era lo que más temía, pero ahora que estaba por morir, no sentía miedo. No sentía lástima. No sentía arrepentimiento. No sentía frustración. No sentía amor. No sentía absolutamente nada.

—Mortem. —gritó Melissa y se quemó el cuarto papel.

Raúl me sujeto de los pies y Melissa de las manos. Un cuchillo grande y afilado colgaba del techo, unas tijeras que cortaran la cuerda sería mi fin.

Miré hacia mi costado y vi cada uno de sus rostros. Mi padre abrazaba a mi madre, se tenían el uno al otro. La señora Lena abrazaba a su hijo.

—Los amo. —todos me miraron y se abrazaron nuevamente mientras lloraban.

Miré de nuevo hacia arriba y el cuchillo descendió. Había caído directo en mi corazón.

—Anima. —gritó por última vez.

Antes de sumirme por siempre en la oscuridad, vi cómo se quemaba el último papel.


***

¿Estaba muerta?, No hubo ningún túnel que me guiara a la luz.

No sentía nada. Ni dolor, ni culpa, ni felicidad, ni paz.

— ¿Amie? —me llamó alguien.

— ¿Sí? —respondí.

—Te estaba esperando. —todo se iluminó de repente. Estaba en un cuarto y tenía al frente a Azrael. 

Nunca lo había visto. Sin embargo, sabía que era él.

— ¿Y ahora qué? —pregunté.

—Ahora puedes vengarte. Es tu turno. —sonrió.

— ¿Vengarme?

—Sí. —respondió—te enseñaré. Serás la mejor alumna que nunca tuve.

Ahora era mi turno. ¿Melissa? ¿Raúl? ¿Quién merecía morir primero?

Sonreí.

¿Por qué disfrutar la vida si la muerte es mucho más divertida?



                                                                             ~FIN~


Muerte AnunciadaWhere stories live. Discover now