── 𝐈𝐍𝐕𝐈𝐒𝐈𝐁𝐋𝐄 𝐒𝐓𝐑𝐈𝐍𝐆 .ᐟ ➤ ❛Delia lo reconoció antes de que siquiera dijera una palabra. No porque lo conociera, sino porque ya lo había visto. En sueños. En destellos. En visiones que no le pertenecían❜
❛Victor también se detuvo al ver...
Me reí otra vez, pero con un dejo raro, porque algo de razón tenía. No entendía qué hacía Delia al lado de ese... chico todo el tiempo. No pegaban ni un poco. Ella era... no sé. Algo más.
— Igual, en serio — dijo Vargas ya más tranquilo, pero todavía con ese tono de joda que nunca se le iba — Si no haces algo, se te va a ir. Y ahí sí vas a estar llorando contra un árbol como te dije.
— No voy a llorar contra ningún árbol.
— No, vas a llorar en la ducha. Como los machos dolidos.
— Que tarado eres.
— Ey, yo solo te digo. Le hablás, le dices lo que pasa... Y si no te cree lo de las visiones raras, bueno... tienes que conquistarla por el lado físico.
— No soy así.
— No, claro que no. Pero tampoco eres de los que se quedan con las ganas. ¿O sí?
No respondí. Me terminé de enjuagar el jabón del cuerpo y cerré la ducha. Vargas todavía seguía hablando, pero ya lo tenía como ruido de fondo. Estaba procesando todo.
La cara de Delia. Su mirada. Su voz. Su escote. Y todo lo que estaba sintiendo desde que la vi.
— Ya fue — dije.
— ¿Qué?
— Que ya fue. Hoy le hablo.
— ¡Ese es mi bro! — gritó Vargas desde su ducha, tirando agua para todos lados — Vamos todavía. Hoy se habla, hoy se avanza, y si el universo se alinea, ¡hoy se besa!
Me reí mientras me secaba. Lo quería matar, pero también... sabía que tenía razón.
No podía seguir guardándome todo eso. Delia me estaba volviendo loco. Y lo peor era que lo estaba empezando a disfrutar. Y además ya me dolía lo de abajo.
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'𝚍𝚎𝚕𝚒𝚊 𝚋𝚛𝚒𝚐𝚑𝚝'
Nova estaba hablando con una Daywalker. Yo, obviamente, disociando como siempre. Escuché cómo se abría la puerta de nuestra cabaña. Miré para ver quién era. Eran Addison y Eliza. Sonreí al verlas.
— ¡Addison! — dije cuando la chica de mechones azules se acercó a mí con una sonrisa.
— ¿Mmh? — preguntó ella, aún sonriendo.
— Gracias por habernos ayudado — le dije, feliz.
— Es lo menos que podía hacer — respondió genuinamente, negando con tranquilidad — Salvaste a mi novio de convertirse en su hamburguesa.