Invisible String. 𝒇𝒕 victor | zombies 4: the dawn of the vampires

𝐜𝐡𝐚𝐩𝐩𝐞𝐫 𝐟𝐢𝐯𝐞 ❝ the girl from the sunny-side ❞

Me apoyé contra la pared con la frente y cerré los ojos.
Traté de no pensar, pero era imposible. La tenía metida en la cabeza. Y en el pecho. Y un poco más abajo también, si vamos al caso.

Justo ahí escuché la puerta abrirse. Me giré apenas.

— ¿Qué onda, bro? — dijo Vargas, entrando como si fuera su casa, todo relajado con la toalla al hombro.

— Más o menos — le contesté sin muchas ganas.

— ¿Tan temprano y ya con crisis existencial?

Se empezó a sacar la camiseta mientras me miraba de reojo.

— Vi cómo miraste a la rubia esa — soltó al toque, sin filtro — La solecita.

— No jodas — dije, pero se me notaba que no lo podía negar.

— Amigo, vamos, te le quedaste viendo como si fuera un oasis en el desierto. Estabas a punto de derretirte Vic.

— Estás exagerando.

— Nah, espera. Se te re notó. Tipo... "le quiero dar, pero también abrazar y olerle el shampoo". Ese nivel de enamoramiento caliente.

Me reí, bajito, con la cabeza todavía medio apoyada en la pared.

— Eres un tarado.

— Y tu estás entregado. O sea, a ver, te entiendo. Está buena. Es linda. Tiene esa cara de que te puede partir la cara o salvarte la vida. Y encima esa falda...

— No la mires tanto.

— ¿Qué? ¿Ahora es tuya?

No dije nada.

— Ah, no... — dijo levantando las cejas — Estás metido hasta el cuello.

— No es solo calentura, tonto — le dije, bajando la voz.

— Peor todavía.

Se metió en la ducha de al lado, abriendo el grifo sin siquiera esperar que calentara.

— ¿Sabes lo que pasa? — siguió — Estás en esa fase. La del "no sé qué me pasa, pero cada vez que la veo me late todo". Y lo peor es que tu eres re de guardarte todo. Después vas a explotar y llorar contra un árbol.

— Vete a la mierda — me reí.

— No, en serio. ¿Ya te la imaginaste encima tuyo? ¿O eres más de esos que se hacen el romántico y quieren abrazarla y hablar de los sueños?

— Las dos cosas, creo — admití, sin poder evitarlo.

— Listo. Chau. Perdiste. Verga y corazón al horno, bro.

Me reí otra vez, pero esta vez más fuerte.

— Igual... sí. Le quiero hablar — dije ya más serio — Hoy. No aguanto más.

— Entonces ve a hacerlo. Pero no empieces con "ey, soñé contigo". Te van a internar.

— Dale, dame un consejo de los tuyos.

— Facilísimo. Te le acercás, la mirás fijo y le dices: "estoy soñando cosas raras contigo, pero también quiero sacarte la falda con los dientes".

— Vargas, ¡No!

— ¿Qué? Hay que ser honesto, amigo. No eres un monje.

Me pasé las manos por la cara mientras me reía. No sabía si quería matarlo o abrazarlo.

— No me mientas — siguió Vargas, mientras se enjabonaba como si estuviera en la playa y no en una ducha del infierno  — Ya te la imaginaste. Despacio, primero mirándola... después bajando la falda esa, y después...

— ¡Ya, idiota! — me reí, cubriéndome la cara con una mano.

— Dale, bro. Solamente pensar en ella ya te la debe dejar dura. Te vi la cara. Eso no era curiosidad, era lujuria existencial.

Negué con la cabeza, pero me seguía riendo. No podía evitarlo. El tipo no aflojaba nunca.

— Igual, obvio que no eres virgen — siguió, como
si nada — Eso ya lo sé. Pero lo que sí te falta es respeto.

— ¿Qué?

— Respeto, pa. Porque esa chica tiene cara de angelito, pero tu ya la desvestiste con los ojos como diez veces en menos de un minuto. Pobre jovencita. No sabe lo que se le viene.

— Eres un enfermo — dije, aguantándome la risa.

— No, no, no, en serio. ¿viste cómo se te van los ojos? Si yo fuera ella, ya estaría pensando en emitir una orden de restricción.

Me apoyé de nuevo contra la pared, con el agua todavía cayéndome encima.

— No sé... — murmuré, bajando un poco la voz — Para mí no está con nadie. Osea, siempre anda con ese idiota, ese tipo con cara de "soy sensible y escribo poesía", pero claramente no lo quiere. Se le nota.

— Ese no lo toca ni con dos palos cruzados — tiró Vargas, al toque — Tiene menos onda que un paquete de avena vencida.
No le hace ni sombra. Parece que ve unas tetas y sale corriendo.