𝐜𝐡𝐚𝐩𝐩𝐞𝐫 𝐨𝐧𝐞. ❝ the dream ❞

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El anciano mayor se detuvo a un lado de la cama y observó la escena.

Allí estaba la madre, encorvada, clavando los dedos en la madera, presionando con todas sus fuerzas a pesar del dolor.

El vientre se alzaba hacia el techo en oleadas incontenibles, como si el bebé luchara por atravesar una barrera de carne.
   
— ¿Cuánto tiempo lleva así? — preguntó el anciano, con voz grave.

— Horas — respondió una de las comadronas — Antes era un parto normal, pero desde que el eclipse cubrió al Sol... — se interrumpió con un sollozo.

Los ojos del anciano se fruncieron. Sabía que el eclipse de ese día era un eclipse raro, uno de esos que solo ocurren cada cien años. Sabía que algo en el cielo estaba rompiendo el equilibrio natural.
   
— El mundo afuera está desbalanceado — dijo — Y aquí dentro, ese desequilibrio se lo traga todo.

La madre alzó la vista, con los ojos enrojecidos. Intentó hablar, pero solo salió un alarido ahogado. Su respiración se cortaba, su cuerpo temblaba a cada segundo. De pronto, se llevó las manos al abdomen y gritó:
  
— ¡Me quema! ¡Siento que me deshago!

El suelo bajo sus pies vibró. Las velas cercanas titilaron y se apagaron. Un murmullo recorrió la habitación: era como si las propias paredes protestaran por el dolor que contenían.

El padre, al borde del pánico, dio un paso hacia adelante.
   
— Por favor... ayúdenla...

Uno de los Señores levantó la mano y, sin alzar la voz, pronunció un conjuro en el antiguo idioma solar. Los otros le siguieron, cada uno recitando una estrofa diferente.

Sus palabras llenaron el aire, tejieron un hilo de calor débil que rozó las manos de la madre.

Ella gimió, aferrada a ese hilo invisible, como si alcanzara a notar un alivio pequeño antes de que la siguiente contracción la lanzara de nuevo al infierno.
 
— ¡Ahora! — ordenó el anciano mayor.

Y entonces, con un último empujón, el cuerpo de la mujer cedió. Un sonido sordo y húmedo llenó el cuarto.

La comadrona más joven se inclinó y, con manos firmes pese al temblor, extrajo al bebé. El líquido amniótico y la sangre empaparon la manta. El llanto no llegó de inmediato.

La madre dejó escapar un alarido estremecedor y se desmayó. Su cuerpo cayó hacia un lado. Una de las comadronas corrió a sostenerla.

En el silencio que siguió, todos contuvieron la respiración. El bebé yacía sobre el vientre del padre, cubierto de sangre y membranas.

No lloraba. No se movía. Tenía la piel tan pálida como la luna que cubría al Sol en ese instante.
   
— ¿Q-que? — la voz le tembló — ¿E-Esta viva? — susurró el padre, con la voz rota.

El anciano mayor se inclinó, colocó la mano junto a la mejilla de la criatura y sintió un pulso débil.
   
— Viva - confirmó con solemnidad — Pero... algo en ella esta extraño.

El eclipse comenzó a retroceder en el cielo; un rayo de Sol entró por la ventana. En ese momento, el bebé abrió los ojos.

Fueron dos destellos: primero un brillo dorado, luego un reflejo plateado. Pareció inhalar aire por su cuenta y, por fin, soltó un llanto corto, agudo.

Las comadronas soltaron un suspiro colectivo. El calor regresó al cuarto, como si el mundo continuara su latido normal.

Pero los Señores del Sol intercambiaron miradas cargadas de inquietud.
   
— ¿Qué... qué fue eso?
   
— No ahora — interrumpió el anciano mayor — Esto se hablará en el consejo cuando tu mujer esté recuperada. Por hoy, no digas nada. No hables con nadie. No repitas lo que viste. ¿Entendido?

Invisible String. 𝒇𝒕 victor | zombies 4: the dawn of the vampires Where stories live. Discover now