El dilema de las bandas entre amigos es siempre lo mismo. Dos integrantes se enamoran y esta no es la excepción, lo que cambia es cuando no saben expresarse sin salir lastimados en el proceso.
Por que a Seven no le molesta que le guste un chico, le...
Seven permanecía detrás del escenario, con la libreta cerrada en sus manos. El papel estaba arrugado de tanto apretarlo. Había dicho mil veces que no quería estar allí, que no quería escuchar su dolor convertido en espectáculo, pero sus amigos, la banda en general lo habían convencido con frases que aún le zumbaban en la cabeza: “No es solo tuyo, Seven. Es arte. Deja que vuele”.
Cuando la voz del presentador anunció el nombre de la banda, los aplausos retumbaron. Ichiro entró primero, golpeando las baquetas en el aire con su sonrisa despistada. Thirteen y Eleven subieron enseguida, saludando al público. Ouyang fue el último en aparecer, guitarra en mano, con esa seguridad que llenaba todo el lugar.
Seven, desde la oscuridad del costado, lo miró con un nudo en el estómago. Sabía lo que venía.
—Buenas noches —Dijo Ouyang al micrófono, su voz grave atrayendo la atención inmediata de todos—. Hoy vamos a tocar algo especial. Una canción nueva.
El murmullo de expectación recorrió el club. Seven apretó los dientes.
El primer acorde resonó, suave y melancólico. Thirteen y Eleven se unieron con coros tenues, apenas un susurro que acompañaba. Y entonces, la voz de Ouyang llenó el espacio.
“Igual
A nieve huyendo lejos del calor
Que evita derretirse por el Sol
Estoy viviendo con aquel sentir
Hey
No sé qué tengo que decir para proclamar el fin
El fin de nuestro amor
Ahora que tu ser está
Sin un futuro el cual mirar
Por toda la eternidad
Sin rumbo me acompañarás
Quedé varado en soledad
Ni un adiós logré decir
Y ya no estás aquí ''.
La sala entera quedó en silencio. No era la típica canción universitaria de desamor pasajero. Era otra cosa. Era cruda, desgarradora, y cada palabra se clavaba como hielo.
Seven sintió que todos lo miraban, aunque sabía que no era así. La gente estaba hipnotizada por Ouyang. Pero él… él sabía de dónde habían salido esas palabras.
Ouyang cantaba con los ojos cerrados, como si hablara directamente al fantasma de alguien que había amado. Pero cada tanto, abría los ojos y buscaba a Seven en la penumbra. Y cada vez que lo encontraba, era como si el mundo se detuviera.
"Igual
A magia imposible de romper
Igual que una maldición tal vez
Estoy viviendo con aquel pesar
Hey, no sé si en esta gran ciudad
Podré ser capaz de hallar
Algún mañana ideal
¡Ah!
Heladas lágrimas de amor
El cielo fue quien las heló
De a poco empiezan a caer
Y junto a mí las puedo ver
Había alguien junto a mí
Y simplemente lo perdí
No hay nada más, la historia es así
Ahora que tu ser quizás
Su forma llegué a perder
Por toda la eternidad
Conmigo yo te llevaré
Siguiendo sin mirar atrás
Ni un adiós logré decir
Te llevo siempre aquí "
El aplauso fue ensordecedor al terminar. Algunos estaban llorando, otros gritaban pidiendo otra. Nadie quedaba indiferente.
Seven, en cambio, se sentía vacío. Había escrito esa canción para su ex, para un amor que ya no existía, pero ahora la había escuchado en la voz de alguien vivo, alguien que lo miraba con tanto fuego que confundía la pena con otra cosa.
Se giró para irse, pero la mano de Ouyang lo sujetó en el pasillo. Había bajado del escenario sin siquiera esperar los vítores.
—¿Qué haces aquí atrás escondido? —preguntó, todavía agitado por la canción. — Aparecía y desaparecías del público.
—No puedo… no puedo escucharla otra vez —murmuró Seven, evitando sus ojos.
—Pues tendrás que hacerlo. Porque la vamos a seguir tocando.
Seven lo miró, incrédulo.
—¿Estás loco? No… esa canción no es para el público. Es demasiado personal.
—Precisamente por eso funciona —Replicó Ouyang, con una intensidad que lo dejó sin aire—. La gente la siente porque tú la sentiste primero.
El silencio entre ambos se volvió insoportable. Ouyang aún sostenía su muñeca, y el calor de su mano recorría su piel como electricidad.
—No entiendes… —Susurró Seven, quebrándose un poco—. Esa canción era para ella. Para alguien que ya no está, alguien que nunca la podrá escuchar.
Ouyang aflojó el agarre, pero no se apartó.
—Entonces deja que yo la cante para ti.
Seven lo miró fijamente. En sus ojos había sinceridad, una calidez que dolía más que cualquier recuerdo. Por un instante, sintió que la canción dejaba de pertenecer a su exnovia y se transformaba en un puente extraño, doloroso, entre él y Ouyang.
El ruido del público pidiendo otra canción los sacó de ese momento. Ouyang se inclinó un poco hacia él, tan cerca que Seven pudo sentir su respiración.
—No huyas, Seven. No esta vez.
Y volvió al escenario antes de que Seven pudiera responder.
Seven quedó solo en el pasillo, temblando. Y supo que esa noche había cambiado algo que ya no podría deshacer.
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Asi es otro fanfic Ouven Ya me canse de las migajas