1. Fuyu No Hanashi

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El aula de música estaba casi vacía

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El aula de música estaba casi vacía.

Las luces del techo parpadeaban un poco, como si se resistieran a encenderse del todo, y el polvo en el aire brillaba en los rayos que entraban por la ventana.

Seven tenía la libreta apretada contra el pecho. Había escrito la canción en dos noches de insomnio, repasando recuerdos que creía enterrados. No quería mostrarla, no quería que nadie más leyera esas palabras, pero la banda necesitaba algo nuevo para el club nocturno del viernes. Y él… él no sabía decir que no cuando Ouyang lo miraba con esa confianza desbordante.

—¿Ya terminaste los arreglos? —Preguntó Eleven, sentada sobre un amplificador con las piernas cruzadas.

—Sí… más o menos —Murmuró Seven.

Ouyang estaba afinando su guitarra, distraído, pero levantó la vista en cuanto escuchó esa voz baja. Una sonrisa leve se dibujó en sus labios.

—¿Más o menos? Vamos Seven, tú no haces nada “más o menos”.

—No exageres —replicó, esquivándole la mirada.

Thirteen, con un cuaderno de partituras en la mano, caminó hasta él y se inclinó para robarle la libreta. Seven se la sostuvo con fuerza, pero ella siempre ganaba esas pequeñas batallas.

—A ver, déjame leer —Dijo, hojeando rápido—. Dios… es triste.

—No es triste, es real —Corrigió Seven con voz temblorosa.

El silencio se expandió en la sala.

Ouyang, que ya estaba frente al micrófono, leyó por encima del hombro de su hermana. Reconoció enseguida el tipo de letra que Seven usaba cuando escribía algo demasiado íntimo. No era como las canciones anteriores, llenas de metáforas juguetonas o rabia contenida. Esta estaba hecha de cicatrices.

Cicatrices que el de trenza verde conocía demasiado bien.

—Cántala tú —Propuso Eleven, sin malicia.

Seven levantó la vista bruscamente.

—¿Qué? ¡No! Sabes que yo solo escribo, no canto.

—Es tu historia, Seven. Nadie la va a sentir como tú.

Pero Seven ya se estaba echando atrás, el corazón acelerado.

—No puedo. No… no me pidan eso. Querían una canción nueva ya la tienen, pero no la voy a cantar yo.

Ouyang cerró la libreta con suavidad y se la devolvió.

—Entonces lo hago yo —Dijo con calma.

Los demás lo miraron sorprendidos, pero Ouyang siguió, decidido— Tú escribes, yo canto. Así siempre ha sido.

Seven quería protestar, pero la seguridad con la que lo dijo le arrancó las palabras. Solo pudo asentir.

El primer acorde retumbó en la sala. La guitarra  roja de Ouyang sonaba suave, casi rota. Thirteen y Eleven entraron con voces bajas tocando la guitarra acústica y el bajo, como un eco lejano, y la batería de Ichiro apenas marcó el tiempo.

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⏰ Last updated: Sep 12 ⏰

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