Mientras tanto, Draco pasaba sus noches en vela. Recordaba el rubor de Harry al recostarse en su pecho, las risas en la plaza, los dulces compartidos. Y ahora, de pronto, la distancia.

-No lo soporto. -confesó a Blaise una tarde, mientras cabalgaban-. Me duele más que cualquier herida en el ruedo.
-Harry está molesto. -respondió Blaise con calma-. Y los rumores lo hieren, porque lo siente como una traición.
-¡Pero no lo es! -gritó Draco, desesperado-. Nunca lo ha sido. Nunca miré a Astoria de esa forma.

Blaise lo miró con seriedad.
-Entonces demuéstraselo.

Por su parte, Harry ocultaba bien sus emociones. Frente a sus padres y amigos, se mostraba inmutable, educado, altivo.
-El señor Malfoy puede hacer lo que desee -decía cuando Hermione le preguntaba.

Pero en la soledad de su habitación, al guardar las cartas y poemas en la caja de madera, sentía una punzada que lo obligaba a suspirar.

-¿Y si todo fue un juego? -se preguntaba-. ¿Y si de verdad yo no soy diferente a los demás?

Una tarde, en una tertulia de hacendados, Astoria buscó a Draco y lo tomó del brazo.

-¿Sabes lo que dicen de nosotros? -preguntó, con un puchero indignado.
-Lo sé. -bufó Draco-. Y quiero arrancarles la lengua a todos.
Astoria soltó una risa traviesa.
-Pues deberías tranquilizarte. Yo sé la verdad, y Daphne también.

-No basta con que ustedes lo sepan -replicó él con amargura-. Harry cree lo contrario.
Astoria lo miró con una chispa de picardía.
-Entonces demuéstrale que es él, y solo él.

Draco la observó en silencio. Astoria, con su juventud y desparpajo, tenía razón. No bastaba con indignarse por los rumores: debía hacer algo.

Esa misma noche, Astoria y Daphne conversaban en su salón privado.

-Te lo juro, Daphne -dijo Astoria, recostada entre cojines-, Draco y Harry van a terminar juntos. Y será tan hermoso que el pueblo entero morirá de envidia.
-Tal vez. -respondió la mayor con calma-. Pero antes, Draco tiene que enmendar lo que los rumores destrozaron.

Astoria sonrió, soñadora.
-¿Te imaginas la boda? Harry de blanco, Draco con traje de charro... ¡será como un cuento!

Daphne rodó los ojos con elegancia.
-Eres insoportable.
-No, soy visionaria. -replicó Astoria, riendo-. Y ya verás, hermana, que no me equivoco.

Al día siguiente, Draco se levantó más temprano que nunca. Se vistió con traje oscuro, ajustó su sombrero y se miró al espejo con determinación.

"No dejaré que los rumores me arrebaten lo que he esperado toda mi vida. Harry es mío. Mi omega perfecto. Y lo sabrá, aunque me tome cada gota de aliento demostrarlo."

Salió de la hacienda con paso firme, dispuesto a enfrentar las habladurías, a hablar con Harry aunque este lo rechazara, y a demostrar con hechos que entre él y Astoria jamás hubo, ni habrá, nada.

Era una tarde serena, con el sol declinando entre tonos dorados. Draco llegó a la hacienda Potter, el corazón golpeándole el pecho como un tambor. Los criados intentaron detenerlo, pero su voz firme bastó:

-Debo hablar con el señorito Potter. Ahora.

Harry apareció en el corredor, vestido con una blusa de lino blanca y falda gris, con un chal ligero sobre los hombros. Llevaba el abanico cerrado en la mano, su expresión serena, demasiado serena.

-Señor Malfoy. -saludó con voz fría.

Draco se inclinó apenas, quitándose el sombrero.
-Necesito hablar con usted, Harry.

In Every Time, In Every SkyWhere stories live. Discover now