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A VECES CARGAMOS CULPAS QUE NO NOS PERTENECEN, Y AUNQUE LA RAZÓn nos diga que no es nuestra, el corazón insiste en castigarse.
—mamá...oye mami—dijo Min-ji moviendo a su mamá—
—¿que pasa?—pregunto la chica levantandose—
—no lo se...entraron los guardias—dijo la adolecente extrañada—
Seo-min rápidamente de sentó y se puso sus zapatos levantándose mientras cargaba a su hija en brazos
Las dos vieron como luego entraron con una caja...la típica caja en la que se llevaba un cuerpo
Ambas Caminaron hacia afuera sin entender nada
—abuelita...—susurro Seo-min con un nudo en la garganta—
Seo-min se quedó paralizada al ver el cuerpo inerte de la señora Guem-ja balanceándose suavemente, colgada en aquel rincón donde tantas veces la había visto sonreírles, y el mundo pareció detenerse; a su lado, Min-ji, con los ojos enrojecidos y temblor en sus manos, lloraba desconsolada abrazando a su madre, sin entender del todo por qué aquella mujer que había sido un refugio para ellas había decidido irse así; Seo-min sabía la respuesta, sabía que la culpa por haber matado a su propio hijo había sido demasiado para Guem-ja, que no había podido vivir con aquel peso y había preferido seguirlo, pero en su corazón algo se rompió al sentir que, de algún modo, todo era por su causa… si ella no hubiera estado ahí, si su historia no se hubiera cruzado con la de Yong-sik, quizá él seguiría vivo, y con él, la señora Guem-ja; ahora, rodeada por un silencio helado, comprendía que estaba sola… absolutamente sola, con sus dos hijas: una adolescente de 15 años que intentaba ser fuerte y una recién nacida que no entendía nada, pero que comenzó a llorar en cuanto sintió las lágrimas de su madre; Seo-min, con un gesto rápido, cubrió los ojos de Min-ji para evitarle aquella imagen y, mientras abrazaba a su hija mayor y sostenía a la pequeña contra su pecho, sintió cómo el dolor, la culpa y la soledad se enredaban en su alma, robándole el aliento mientras trataba de ser un muro para ellas cuando por dentro se estaba derrumbando.
