Hace bastante tiempo que se dedicaba a observarlo en silencio, tan cercano pero a la vez tan lejano. Se preguntaba, ¿cómo habían terminado así?
Tendremos que rebobinar en el tiempo para entenderlo.
Todo comenzó cuando ambos eran unos infantes, criaturas ajenas a la crueldad y manipulación del mundo, almas libres y coloridas. En donde su problema más grande era regresar con la ropa desgastada y sucia a sus hogares, dormirse tarde o pintar las paredes sin consentimiento. Eran felices sin saberlo.
— ¡Sang-woo! — la voz de un animado Gi-hun de aproximadamente seis años y medio lo interrumpió. El chico corría en dirección al mencionado, sus paso rápidos y descoordenados por la emoción de verle.
Cho, solamente pudo elevar la mirada del libro que traía entre manos, situando su mirada penetrante y algo distante sobre el pequeño joven que ya se encontraba en frente de él.
— ¡Me alegra tanto que por fin puedas salir a jugar! ¡Ven, tengo cosas que mostrarte! — sin pensarlo mucho lo tomó de la manga de aquel abrigo de lana y lo arrastró consigo.
El más alto se movió, sin mucha emoción, solamente obedeciendo las palabras de Gi-hun solamente para complacerlo. Aunque realmente no le daba emoción ni felicidad, solamente se dejaba llevar para no ver la expresión de decepción del otro.
Frente a ambos se situaban los columpios, Seong soltó el agarre que tenía sobre Cho y se alejó para posicionarse en uno de los mecedores.
— Mira, esto es divertido — y sin esperar respuesta, se sujetó de las cadenas que sostenían aquel artefacto, empezando a girar sobre su propio eje, envolviendo las cuerdas entre sí.
Sang-woo colocó su libro bajo su brazo y encarnó las cejas, no estando totalmente seguro de la acción del pequeño.
— Gigi, ten cuidado, te puedes lastimar — advirtió, acomodando el puente de sus lentes entre su nariz, bufando a su paso.
— No lo haré, Sang. Solo observa — una vez que termino de enrollar suficiente el columpio elevó sus piernas y se soltó, girando a una velocidad sumamente alta.
La risa de Seong inundó el parque que en ese momento se encontraba vacío y frío.
El corazón de Cho se llenó de una calidez inexplicable y solo hasta entonces se permitió mostrar una pequeña pero genuina sonrisa.
— Ay, Gigi... — soltó un suspiro enternecedor, observando de forma tranquila el como Gi-hun se detenía y bajaba del columpio para avanzar hasta él.
La sensación de mareo extendiéndose sobre el más bajo, obligándolo a tambalearse en su andar hasta tropezar. Sin embargo, la reacción de Sang-woo fue más rápido y lo sujetó entre sus brazos antes de que aquel accidente aconteciera.
— Gigi, te lo dije. ¿Estás bien? — preguntó, su tono de voz flaqueando dada la preocupación.
Pero Gi-hun solamente lo abrazó y asintió — Estoy bien, Sang. Estás aquí cuidándome y protegiéndome de ese golpe, entonces no siento peligro o malestar.
Cho negó para sí mismo con resignación.
— Debes tener más cuidado.
— ¿Por qué, Sang? Si te tengo conmigo me siento capaz y seguro de hacer de todo, porque sé que ahí estarás, cuidándome y protegiéndome de las cosas malas — pudo jurar ver la sonrisa de Seong hacerse más intensa, opacando cualquier luz que los rodeara en esos momentos.
Y sin más, Sang-woo solamente lo envolvió en un abrazo contra él.
Un año después, ambos se encontraban en la habitación de Gi-hun, pues era su cumpleaños número siete y al ser sus familias cercanas le habian permitido quedarse esa noche con Sang-woo.
ESTÁS LEYENDO
FIXING THE BROKEN.
FanfictionGi-hun, un famoso y reconocido artista en la ciudad de Seúl, tiene una vida tranquila y llena de vida y color como siempre quiso. Sus obras reflejando su manera de ver el mundo y la pasión que yacía en su alma. Sin embargo, algunas de estas pintura...
