Único Capítulo.

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Desde antaño, las familias Strauss y Wynne se han odiado irracionalmente, pese a ser ambas de las más importantes del panorama humano de Runallende.

La familia Wynne, era reconocida mundialmente por su fructífera producción de cacao. En cambio, la familia Strauss, era una familia de nobles, puros de casta, y desde antaño, familia de prestamistas en el bello pueblo de Selene, al norte de Runallende.

El odio que ambas familias tenían, se decía que era producto de disputas en guerras diferentes, pues en todas grandes guerras en los que los señoríos eran puestos en juego, cada familia apoyaba a un bando u otro de la lucha. El pueblo de Selene, raras veces era testigo de disputas públicas en la familia, y pocas veces se dejaban ver juntas en público, fuera la ocasión que fuera.

Un veinte de Noviembre, hace diecisiete años, Maia Strauss y su marido, William, dieron luz a una preciosa hija a la que llamaron Aiko. Aiko era la niña querida de sus padres; tanto la consentían y mimaban que, cuando Aiko a sus ocho meses dio sus primeros pasos, y un poco antes, pronunció los nombres de sus padres, Aiko ya tenía un futuro pretendiente: Sebastian, el hijo mayor de los Wynne. Sus padres sintieron que, si no la prometían ellos, le fallarían a su querida niña. Más lo que ellos no saben, es que Aiko no era del todo humana: su madre, Maia, era un ángel caído. Su padre, y el resto de los Strauss jamás concibieron la idea de que, su querida Aiko, tendría un don especial: podía parecer un tanuki, durante un pequeño lapso de tiempo.
Aiko creció en el señorío de sus padres. A sus tres años, su pelo empezó a tornarse negro como la noche, en lugar del característico color caramelizado de la cabellera de los Strauss. Maia pensó que era normal, y no le dio gran importancia; sin embargo, cuando la joven Aiko cumplió sus diecisiete años, su pelo negro ya no era lo que más preocupaba a su madre: sus ojos ahora eran violetas, sus labios rosados eran mancillados por un color rojizo, sus orejas algo puntiagudas; su nariz fue lo único que no cambió siendo chata y pequeña. Ahora, el cuerpo de Aiko no era más el de una niña de diez años; sino que su cuerpo se había desarrollado lentamente, volviendo de Aiko una chica de tallaje promedio, admirada por el resto de las jóvenes Strauss.

Los rumores decían que Aiko, pese a ser bella a la vista, era muy ingenua, aunque tímida y curiosa, poseía un porte muy elegante. El pueblo de Selene sabía de buena mano que, a cada evento social, a cada baile o mascarada que iba, Aiko siempre prefería el silencio y la compañía de un buen libro, antes que la compañía masculina. Sus padres, Maia y William Strauss pensaban que ese, sería el menor de los problemas de la joven el día de su presentación en sociedad: esa fecha que ella sabía que llegaría, pero para la que no se sentía preparada. Aiko, durante los dos meses anteriores a su presentación en sociedad, el mismo día de su cumpleaños, estuvo hablando con tutores que la enseñaron a bailar, y a ser una buena esposa: a ser obediente, a cocinar y a preparar la mesa para que cuando su esposo llegase, la comida estuviera en la mesa. También le enseñaron a limpiar, aunque siendo realistas, Aiko sabía que si aceptaba vivir en el señorío de sus padres en Magnolia, no tendría que hacer nada de ello. Sus sirvientas lo harían todo por ella y su esposo, pero en el fondo, a Aiko la perturbaba el hecho de vivir en constante lujo.

El día de su presentación en sociedad llegó, y ni su madre, Maia, ni ella misma estaban preparadas para ello. La presentación conllevaba propuestas de matrimonio, bailes, y felicitaciones continuas. Si algo no soportaba Aiko, era tener que depender de un hombre; pero la habían educado para ello, y, al ser noble, no podía sino cumplir los deseos de sus padres. Ese día, el día de su decimoctavo cumpleaños, el salón de la mansión en la que vivía estaba decorado de rosas invernales; flores que robaban el aliento incluso a ninfas, pues estas recelaban de la hermosura de tales rosas. El salón fue decorado con pulcritud con rosas, cortinas de terciopelo, y grandes mesas con blancos manteles de seda y bandejas repletas de comida sobre ellas. Se esparcieron vasos y licores por el largo de la mesa, aunque algún vaso ya diera muestras de haber sido usado.

Aiko.Where stories live. Discover now