La luz entraba por la ventana con una suavidad extraña, No se colaba, no irrumpía, acariciaba.
La niña abrió los ojos y no se movió.
El techo de madera le parecía inmenso...
No por su tamaño, sino por lo que significaba: estabilidad, un refugio, algo que no se iba a caer encima...
Las mantas estaban tibias... Tenían un olor distintivo a tela lavada, a jabón simple, a madera seca. A cosas que no olían a miseria...
Pasó sus dedos por la costura de la almohada como si fuera un mapa que debía memorizar. Luego, giró lentamente el rostro. Sobre la mesita había una linterna, la misma de siempre, con la cuerda gastada. A su lado, el peluche de oreja rota.
Todo estaba ahí. Todo estaba quieto...
Desde la cocina, Ellie la miraba sin decir nada. Se quedó de pie, taza de café en mano, dejando que el silencio hiciera su parte... Kellar estaba más allá, en la entrada, ajustándose la chaqueta.
Nadie le pidió a la niña que se levantara. Nadie la apuró.
Ella se sentó.
Pisó el suelo con los pies descalzos.
Y supo, sin que nadie lo dijera, que ese era el primer día... Sin miedo.
Ella es una niña de unos ocho o nueve años, pequeña y de complexión delgada, como si el mundo se hubiera empeñado en achicarla antes de tiempo. Su piel es pálida, ligeramente tostada por el sol, pero con ese tono desgastado de alguien que ha pasado demasiado tiempo en la intemperie. Sus ojos - grandes, expresivos, de un dorado opaco y profundo - parecen cargados de palabras que no puede decir, como si observara todo el tiempo más de lo que debería.
Su cabello, de un tono castaño, es lacio y fino, cortado de forma irregular, como si alguien lo hubiera recortado con prisa y sin técnica, pero sorprendentemente, le queda de puta madre. Algunos mechones se le pegan al rostro cuando corre o suda, pero nunca se los aparta: se ha acostumbrado a mirar a través de ellos...
Lleva ropa algo grande para su cuerpo, como si se la hubieran dado de segunda mano (porque así fue). Una chaqueta verde olivo con costuras reforzadas, unos pantalones cargo gastados, y unas botas de cuero raído que crujen cuando camina. Tiene siempre la linterna en la mano, colgando de su pantalón. También suele llevar una pequeña bufanda deshilachada, herencia de su madre, envuelta varias veces alrededor del cuello...
Lo que más llama la atención no es lo que lleva puesto, sino cómo se mueve: siempre en silencio, como una sombra que aprendió a no hacer ruido. Pero cuando sonríe - aunque sea poco- hay un brillo apenas perceptible que transforma por completo su rostro...
Jackson latía distinto los días de feria. Las calles se abrían como venas tibias y la gente fluía como de costumbre. Puestos de madera, mantas extendidas con todo tipo de objetos/alimentos, risas bajas, humo de pan recién horneado y el eco metálico de cuchillos siendo afilados.
La niña iba pegada al costado de Ellie, con la linterna en la mano y la vista en el suelo. No por temor, sino por cautela, estaba abrumada, no estaba acostumbrada a estar entre tanta gente... Tanto bullicio...
Ellie no le hablaba mucho. Le señalaba cosas, le ofrecía miradas, sonrisas mínimas... Le había enseñado algo importante sin decirlo: “No tienes que hablar para ser parte de algo.”
Una niña de su edad pasó corriendo, la rozó con el hombro. Isha no se movió. No retrocedió. Solo giró la cabeza con curiosidad genuina...
La niña siguió su camino, riendo.
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"kellar"
Fanfiction"cuando veas que todo está oscuro, cuando estés en el lugar más recóndito...no vayas a la luz, ven conmigo" . . Dime... . . ¿Tienes a ese alguien con quien ir? . . _________________________________________ Esta historia es invento mío, inspir...
