La mantequilla se derretía sobre las tostadas, dejando pequeños charcos dorados. Harry sostenía una rebanada a medio comer en una mano, mientras con la otra dibujaba figuras invisibles sobre la superficie de la mesa. Los adultos charlaban a media voz. Era una mañana cualquiera.
Sirius sorbía su té con expresión somnolienta, los ojos aún a medio abrir. Severus, en cambio, ya estaba completamente vestido y sentado con la espalda recta, hojeando un pergamino junto a su taza. Todo parecía tranquilo. Casi rutinario.
—¿Entonces ustedes no son mis papás de verdad?
La frase cayó sin drama, sin tensión, sin preámbulo.
Severus alzó apenas la vista. Sirius dejó su taza en el platito con más fuerza de la necesaria.
Harry no los miraba directamente. Jugaba con las migas.
—Es que… Ginny dijo que sus papás la hicieron —explicó—. Y yo sé que ustedes no me hicieron.
Silencio.
—¿Verdad?
Sirius respiró hondo. Muy hondo. Se frotó la frente con una mano, y luego la bajó lentamente, como si cada palabra que estaba por decirle pesara.
—No —dijo al fin, y su voz sonó más áspera de lo habitual—. No te hicimos nosotros.
Harry asintió, sin sorpresa.
—¿Y entonces? ¿Dónde están?
Sirius tragó saliva.
Severus intervino antes de que él hablara.
—No están ahora. No viven contigo, pero eso no cambia que estés seguro, que te cuidemos, que te queramos. ¿Entiendes?
El niño frunció el ceño. No parecía triste, pero sí profundamente concentrado, como si tratara de juntar piezas que no encajaban.
—¿No viven aquí porque no quieren?
—No —dijo Severus, con calma—. No están, pero no porque no quisieran estar.
—¿Están lejos?
Sirius cerró los ojos. Su respiración era más agitada. El labio inferior temblaba apenas.
—Están... en otro lugar. Más allá —susurró Severus, sin usar nombres, sin usar "muerte", sin usar términos que Harry no podría procesar.
Harry miró su taza. Sirius no podía dejar de mirarlo.
—¿Me dejaron?
—No —dijeron los dos al mismo tiempo.
Sirius se inclinó hacia adelante, los codos en las rodillas, la mirada al suelo. Mordiéndose el interior de la mejilla.
Harry los observó. Y luego preguntó, bajito:
—¿Y ustedes me van a dejar también?
Sirius soltó una risa apenas audible. Dolorosa.
Severus se giró hacia él, muy despacio. Observó el modo en que su espalda parecía a punto de encorvarse, como si se estuviera sosteniendo entero solo por orgullo.
Entonces volvió hacia Harry.
—Nunca —dijo Severus—. No importa lo que pase. Siempre vamos a estar contigo.
—¿Siempre siempre?
—Siempre.
Harry asintió. Se bajó de la silla con torpeza, se acercó a Sirius y le puso una mano en la rodilla.
Sirius se cubrió los ojos un momento. No habló. Luego se inclinó y lo abrazó con fuerza, hundiendo el rostro en su pequeño hombro. Solo unos segundos. Luego se puso de pie, sin decir palabra, y salió de la cocina.
Harry lo siguió con la mirada.
—¿Está enojado?
—No —respondió Severus, con voz muy baja—. Solo… está triste.
—¿Por qué?
—Porque hay cosas que a veces duelen, incluso cuando ya pasaron.
Harry no pareció entender del todo, pero asintió, aceptando la respuesta sin necesidad de explicaciones.
—¿Puedo ir a jugar?
—Ve —dijo Severus, sin moverse de su silla.
Cuando escuchó los pasos de Harry subiendo las escaleras, Severus se quedó solo por un segundo. Luego se levantó lentamente, y fue tras Sirius.
...
La llave del lavabo chirrió al cerrarse.
Sirius se quedó inclinado sobre el lavabo, las manos apoyadas a ambos lados del mármol, el agua aún goteando de sus mejillas. El espejo, empañado por la humedad del baño, apenas devolvía su reflejo borroso: una figura de hombros tensos, cabello oscuro pegado a la cara, y ojos vidriosos que evitaban mirarse.
Respiró hondo. Dos veces. Luego cerró los ojos.
La puerta se abrió detrás de él.
Pasos suaves. Nada más.
Sirius no se giró.
—Estoy bien —murmuró, con la voz ronca—. Solo necesitaba un minuto.
Severus no contestó.
Se acercó, sin apuro, sin detenerse, y de pronto Sirius sintió el calor de otro cuerpo justo detrás del suyo. No lo tocaba aún, pero la cercanía era inequívoca. Sirius se enderezó un poco, tal vez para decir algo, pero no se movió.
Y entonces Severus alzó una mano y la apoyó, sin presión, en la pared junto al rostro de Sirius. La otra la dejó colgar. No había amenaza en su postura. Ni tensión. Solo una especie de rendición.
Se inclinó, muy despacio, hasta apoyar la frente en el hombro de Sirius, cerca de su cuello. No dijo nada. No pidió permiso. Pero tampoco lo invadió. Se quedó así.
Y Sirius, con la mirada fija en el lavabo, no se apartó.
—No sé por qué me duele tanto —dijo Sirius, con voz apenas audible.
—Porque todo lo hiciste para protegerlo —murmuró Severus, sin moverse—. Porque perdiste demasiado. Y porque... duele.
El agua goteaba del grifo.
Sirius giró ligeramente la cabeza. No para verlo. Solo para sentir la presencia más cerca.
Severus cerró los ojos.
Entonces, sin preámbulo, Sirius alzó los brazos, despacio, y rodeó a Severus con un gesto que no fue torpe, pero sí fatigado. Como si llevara meses queriendo hacerlo y no hubiera encontrado el momento.
Severus, atrapado entre su propio silencio y ese abrazo inesperado, solo respiró hondo y apoyó una mano en la espalda de Sirius, con la misma contención con la que uno sostiene un libro viejo: como si temiera romper algo si apretaba de más.
No hablaron.
No rompieron el contacto.
No se explicó nada.
Pero durante ese instante, el mundo se quedó quieto. Solo estaban ellos. Con el vapor del baño subiendo en espirales lentas, el azulejo frío contra los pies, y el peso del otro cuerpo diciendo lo que ninguno se atrevía.
Cuando se separaron —despacio, como si el gesto les doliera—, ninguno dijo nada. Sirius volvió al lavabo. Severus giró hacia la puerta.
Y sin mirarse, salieron.
Harry los esperaba al pie de la escalera, abrazando su peluche de dragón.
—¿Ya están bien?
Sirius asintió.
Severus se agachó y le tendió una mano.
—¿Nos ayudas a preparar el té?
Harry sonrió, asintiendo con fuerza.
Y la vida siguió. Más rota. Pero más unida.
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Until Harry Do Us Part.
FanfictionTras la caída de Voldemort, Sirius Black y Severus Snape se ven obligados a convivir y cuidar juntos a Harry, el niño que lo cambió todo. Entre resentimientos, recuerdos dolorosos y la presión de quienes los rodean, aprenderán que la distancia entre...
