Capítulo 2: Psicosis

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Edad: 41

Género: hombre

Ocupación: CEO de Antana S.A.

Familia: mujer e hijo

Estatus financiero: privilegiado

Linaje genético: 2.Q023-017, estable desde el año 2142

Antecedentes sanitarios: ninguno

La doctora Evangeline dejó a un lado la pantalla táctil y se frotó los ojos cansados mientras se apoyaba mejor en su asiento.

No lo entendía, simplemente no era capaz de comprenderlo. Ese hombre gozaba de la salud perfecta que caracterizaba a todos los habitantes de las Colonias. Su situación financiera era envidiable, su empresa, exitosa. Todo estaba en orden y, sin embargo, su paciente estaba encerrado en una de las salas de su clínica, diagnosticado con psicosis y bajo vigilancia por haber intentado asesinar a su esposa.

Se le habían realizado numerosas pruebas desde su internamiento y no había nada, ninguna pista bioquímica, genética o física que pudiera explicar su desequilibrio. Y, lamentablemente, no era el único ciudadano de Vergel encerrado por trastornos similares.

Estaban cerca de celebrar el bicentenario desde la fundación de las Colonias, un acto que alababa la seguridad y la prosperidad dentro de sus muros. Sin embargo, Evangeline solo podía pensar en que hacía cinco años que Vergel ya no era segura.

Todo había comenzado despacio, paulatinamente, con casos esporádicos de locura. Por entonces el director del Centro de Ciencias Aplicadas de Vergel (CCAV) era otro y Evangeline una subordinada más ajena a todo lo que sucedía al igual que el resto de la población de la colonia.

Sin embargo, hacía un año, el anterior director había dimitido y ella había sido ascendida. Así fue cómo supo que, en esos cinco años, se habían identificado un total de quince casos en los que, eliminando toda parafernalia científica, el ciudadano perdía la cabeza.

Evangeline suspiró al recordar lo difícil que le había resultado a Vergel, el paraíso en la Tierra, verse obligada a dejar su orgullo a un lado y solicitar apoyo científico de Phos, la colonia de la ciencia, donde se habían mostrado estupefactos ante la noticia. Ambas colonias llevaban trabajando conjuntamente desde entonces sin ser capaces de obtener ninguna respuesta.

La premisa de las Colonias era la protección de sus habitantes. Por ello estaban aisladas de toda amenaza exterior, por no mencionar que sus ciudadanos, modificados genéticamente hacía generaciones, eran inmunes a todas las enfermedades que alguna vez habían afectado al Homo sapiens. Pues eran, simple y llanamente, humanos perfectos, el siguiente paso en la evolución: los Homo plenus.

Por ello, la doctora Evangeline y su equipo estaban convencidos de que algún agente externo, tal vez un tipo de neurotoxina, estaba alterando la sinapsis cerebral e interfiriendo en el comportamiento del individuo. Sin embargo, ni aunando fuerzas con Phos eran capaces de identificar el mencionado agente pues los resultados se repetían continuamente: aquellos individuos estaban sanos, su ADN era perfecto, su vida era perfecta.

Evangeline dirigió la mirada hacia el reloj holográfico de su mesa y suspiró: si no se ponía en marcha, llegaría tarde. Se levantó y se recogió el pelo negro en un moño tirante, se colocó bien su bata blanca y se lavó la cara en el pequeño baño, anexo a su estudio, en un vano intento por evitar que el resto de trabajadores del CCAV se percatara de que la directora de la clínica no había pegado ojo en toda la noche.

El espejo le devolvió el reflejo de un rostro perfecto, simétrico en cada rasgo, de piel tersa y uniforme, frente amplia y despejada, rasgo que compartía con toda mente científica. Era la perfección hecha realidad, así había sido desde hacía siglos para los humanos privilegiados, no iba a cesar ahora. No si ella podía evitarlo.

Atravesó la puerta de cristal templado y salió a un pasillo blanco de gran amplitud y luminosidad. Aceleró el paso para alcanzar el ascensor que la llevaría a la sala de reuniones en la última planta y evitó mirar al resto de científicos que también subían.

Ahora, se disponía a presentar el informe que recopilaba los resultados del último mes, es decir, ninguno. Sabía que los dirigentes de Vergel le echarían en cara su ineptitud. Sobre todo después de haberlos convencido de que el agente infeccioso provenía de fuera, de las Tierras Perdidas, y de que había atravesado las "infranqueables" barreras de su colonia para trastornar la mente de sus ciudadanos.

Las Tierras Perdidas eran extensos sectores donde la vida era escasa o inexistente, donde la radiación y los microorganismos campaban a sus anchas creando verdaderas abominaciones de la naturaleza. No era de extrañar que, a través de los siglos, hubieran moldeado un agente, tal vez un virus, capaz de burlar sus controles. Era la única hipótesis que tenía sentido para Evangeline.

Inspiró hondo y volvió a colocarse la bata, también se revisó el pelo en el reflejo de la pared acristalada del ascensor. Salió a paso rápido hacia la sala de conferencias y se detuvo junto a la puerta al encontrarse con el doctor Pearton.

—Dime que tienes algo para aplacar su ira —dijo a modo de saludo.

—Me temo, que no —sonrió el doctor a modo de disculpa—. De hecho, son malas noticias. El suero que le suministramos a la paciente 3 ha fracasado. Es peligrosa y he solicitado su traslado al Limbo.

Evangeline se masajeó las sienes en un vano intento por calmarse. La paciente 3 había sido uno de los pocos indicios prometedores ya que, a pesar de haber sido diagnosticada en tercer lugar, se había mantenido estable a lo largo de los años y Evangeline había llegado a pensar que su sistema inmune estaba manteniendo a raya lo que quiera que fuera que estuviera causando su trastorno.

—Puede omitir o no ese detalle —se apresuró a decir Pearton—, ya que, estrictamente hablando, el informe de este mes ya está completo, pero he creído que debía saberlo.

—Desde luego —asintió Evangeline recobrando la compostura—. Debo entrar, seguramente todos los hologramas estén activados.

—Claro —aceptó Pearton retirándose de la puerta roja—. Doctora —ella se volvió a mirarle con una mano puesta en el manillar—, haga todo lo que esté en su mano para que comprendan la gravedad de la situación y nos permitan aumentar los sujetos de estudio. Necesitamos más muestras de fuera si queremos identificar el origen de esta epidemia.

Evangeline asintió y entró mostrando una determinación que, en realidad, no sentía.

La sombra de Vergel ✔️Where stories live. Discover now