Por interés académico. O algo así.

Start from the beginning
                                    

Cuando el teléfono sonó, al chico los ojos se le iluminaron y alternando sonrisitas con suspiros se había ido.

Ese día Harry no lloró más, y en cambio pasó el resto de la tarde intentando terminar su dibujo. El domingo se le escurrió de los dedos, entretenidos con acrílicos y pinceles, con cucharas y frasquitos y platos de loza blanca en la que no lograba armar el color exacto ─un poco crema, un poco dorado─ de la piel del chico.

El lunes volvió a desahogar la ansiedad en la cama.

Besó, lamió, mordió, suspiró, rasguño, susurró. Las horas pasaron deprisa, entre el humo y la risa (como dice la canción) y parecía mentira que al día siguiente estaría llorando otra vez, sin lugar a donde ir más que a su casa, sin amantes en los que distraer sus penas.

El amante de los días de semana era, por supuesto, más difícil de superar. Lo había conocido en la facultad y seguía viéndolo allí, bromeando y riendo como si le diera igual.

Harry entendía. Siempre lo supo. El ganaba más de esas relaciones que los otros, porque aunque diera hasta que no le quedara nada, la verdad es que nada de lo suyo tenía valor. Y realmente le dolía admitirlo, que quizá era más interesante que los chicos de su escuela, pero definitivamente era más aburrido que los de su facultad.

Los días hasta el viernes se sucedieron y Harry todavía lloraba. Intentaba distraerse estudiando, viendo películas, tomando café en los parques, pero no fue hasta el sábado a la mañana que descubrió la única cosa que lograba despejarlo.

Estaba limpiando su cuarto ─porque eso es lo que haces cuando tus amantes de semana y fin de semana cortan contigo con tres días de diferencia─ cuando encontró arrugado detrás del escritorio el boceto del chico de la biblioteca.

Recordaba haber pasado una tarde entera intentando pintarlo pero sin poder encontrar el color, y frustrado y enojado lo había tirado a un rincón. Fue una idea quizá tonta, pero logró sacarlo de su casa.

Con los lápices especiales y sus hojas de dibujo en la mochila, partió a la biblioteca.

El chico estaba allí, otra vez. Ese día leía Dostoievski. Cuando Harry dibujó las mariposas sobre su cabello las imaginó verdes musgo, y las paredes y los libros se le hicieron amarillas y azules a sus ojos.

x

No podía creer lo que veía. No podía creer que una noche que había empezado tan mal terminara tan bien. Porque Harry no quería salir, no esa semana (no después del fiasco de la exposición frustrada de arte), pero sus amigas habían insistido con argumentos del tipo "¿Hace cuánto que no follas? Necesitas una buena noche para atraer las buenas energías".

Harry no creía en eso de las energías, pero, oye, no le vendría mal una buena cama en la que distraerse un poco.

El problema había sido que la fiesta a la que querían llevarlo era en otra ciudad, y entre el viaje y buscar el auto, ese sábado no había podido pasar por la biblioteca. Era frustrante, estaba seguro de que ese día finalmente podría terminar su dibujo.

Así que estaba un poco enojado cuando llegó a la fiesta, molesto con sus amigas y con el dueño de la galería y el organizador del evento y con el mundo que no le daba un respiro. Así que buscó la barra, pidió un trago, y empezó a beber.

Iba por el quinto, al menos, cuando lo vio.

Con su pelo desordenado y sentado en el regazo de un moreno tomando cerveza. Si sintió algo así como celos se perdió en la vorágine de sensaciones, en su musculosa gris que lo dejó sin aliento, en su sonrisa blanca y su barba de tres días. Tenía las mismas pestañas, y la misma mirada azul turbulento, pero también tenía tatuajes que Harry jamás imaginó estarían debajo de su sueter. Cuando bebía sus gestos eran más suaves y caminaba quebrando la cadera y no con pasos bruscos y firmes.

Figura y Color | larry stylinson / tomlinson twins auWhere stories live. Discover now