Chocolate

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Estaba sentada al lado de la ventana por la cual podía observar toda la calle. Levanté con mi mano derecha la taza de chocolate caliente que se encontraba sobre la mesa, frente a mí, acercándolo a mis labios. Un dulce y ardiente sabor atravesó mi garganta. Ah, el exquisito sabor del chocolate que preparaban en ese café era el mejor. Posé la taza nuevamente sobre la mesa y me volví hacia aquella ventana. La gente pasaba, iban hacia su trabajo, hacia la escuela, o solo salían a pasear. Gente alta, gente baja, jóvenes, viejos, todo tipo de personas pasaban por allí y yo, yo solo los miraba, escuchaba sus quejas, sus anécdotas, sus risas, era tan relajante, las historias que podía imaginar con solo unas pocas palabras. Regresé mi mirada a mi taza, estaba medio llena, medio vacía, todo dependía de mi estado de ánimo. Bebí otro sorbo y observé el local. Las personas llegaban, algunos traían un diario para leer mientras bebían un amargo café, o un dulce té. Miré a los camareros, vestían una camisa blanca, con un delantal marrón oscuro, casi negro y pantalones color chocolate, me encantaban esos colores, me hacían pensar en mi deliciosa bebida. Uno de ellos se acercó a mí, preguntándome si deseaba algo más, negué con la cabeza y le dediqué una sonrisa amable. Ya me había visto con ese camarero, no era la primera vez, claro, venía seguido a este lugar, solo para degustar las exquisiteces preparadas por el chef.

Otro sorbo a mi chocolate.

Miré mi reloj, eran las siete y media, aún era temprano para irme, tenía tiempo para disfrutar la tranquilidad del local. La música del café era otra de las cosas que me gustaban, tan relajante, adecuada para un desayuno o una merienda perfectas. Observé un plato vacío que reposaba en mi mesa, tan solo restaban unas migajas marrones del brownie que había comido, recordar su sabor era maravilloso, quien lo preparó era un maestro, tan solo de pensarlo incrementó mi deseo de chocolate.

Un sorbo, nuevamente.

Ah, es el final, el final de este desayuno. Miro mi taza, ahora vacía, con alguna que otra mancha de chocolate en las paredes. El camarero se me acercó y comenzó a retirar las cosas de la mesa. Le hice una seña para que me traiga la cuenta, el tan solo asintió con la cabeza. Miré la ventana por última vez en esa mañana, ya no pasaba tanta gente, tan solo algunos que salían del negocio. Supuse que era hora de que me fuera yo también. El mesero me trajo la cuenta, pagué y me levanté de mi asiento. Saludé a todos los empleados con un "Hasta mañana", aunque ellos ya sabían que regresaría. Mañana y el día después, también el que le sigue. Volveré para saborear de nuevo ese dulce y tentador chocolate.

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⏰ Última actualización: Jul 28, 2015 ⏰

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