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— ¿Cuánto tiempo más piensa estar encerrado en su habitación? —
— No lo sé, no ha salido ni para comer y ya me está preocupando. —
Todos entendían la tristeza que había experimentado Gyeong-su desde que había terminado su relación con su ahora ex, él la amaba mucho y cada que podía se los hacía saber, tanto que ya era agobiante solamente escucharlo hablar de la "perfección" que según él tenía aquella chica. Esa tarde de un sábado, con una cabeza baja no le había dirigido la palabra a ninguno de sus amigos con quienes compartía vivienda. Intentaron una y otra vez hacerlo hablar de su extraña actitud, pero todos terminaron en fracaso, el ojinegro se negaba a hablar.
Un día bastó para que todos entendieran la situación y las extrañas actitudes de Gyeong-su. Su novia lo había terminado, con el único pretexto de que "la chispa se había apagado".
Okey, claramente iba a querer estar solo y dejar salir toda aquella tristeza, darse un tiempo para asimilarlo y comprenderlo, ¿pero privarse de todos por una semana entera? Ya era preocupante.
— Osea entiendo que esté triste, él la amaba un montón. Pero ya debió haberla superado o almenos buscar nuestro apoyo. — Se-mi era muy comprensiva con todos, pero ya pensaba que las acciones de su compañero eran preocupantes.
— Sí, además que no entiendo como es que puede seguir así ¿No tendrá sed o hambre? Me preocupa mucho su salud. — Hablaba Min-su, claramente preocupado por el bienestar de su amigo.
Estaba harto, harto de las decisiones inmaduras del ojinegro, ya no soportaba más que siga comportandose como un adolescente deprimido solo por una chica que, según él, no lo valía en lo absoluto.
Hizo paso abrupto entre la conversación de la pelicorto y el azabache. Con faceta enojada decidido a actuar de una vez.
— Si no va a salir por las buenas, saldrá por las malas, mierda ¡Gyeong-su abre la maldita puerta! —
Golpeó la puerta; una, dos, tres, cuatro, cinco veces. Sin respuesta.
— ¡Gyeong-su, te juro que si no abres esta maldita puerta hasta que cuente hasta tres, te juro que no te va a gustar las medidas que tomaré! —
Lo amenazó. El ojinegro sabía hasta que punto podían llegar las medidas drásticas de Nam-gyu, no eran para nada pacíficas.
— ¡Uno! —
Su cuerpo se tensó por el grito, no se escuchaba para nada amable.
— ¡Dos! —
Dudó, dudó y dudó. No tenía agallas para dejarse ver ante el pelilargo, pero tampoco tenía la valentía para enfrentarse a Nam-gyu enfadado.
— ¡Dos y medio! —
La puerta rechinó en un sonido corto, pero agobiantemente largo para todos. La mitad de su rostro se asomó, dejando ver sus ojos hinchados y decaídos de tanto llorar. Con solo verlo así sabían que no la estaba pasando muy bien.